lunes, 26 de febrero de 2024

Sobre escribir y leer

 Marco Aurelio


En la escritura y en la lectura no iniciarás a otro antes de ser tú iniciado. Esto mismo ocurre mucho más en la vida.

Meditaciones, Libro XI, fr. 29.



Estatua ecuestre de Marco Aurelio en el Museo Capitolino - (cc) Wikipedia


martes, 20 de febrero de 2024

La bella desconocida que mató al rey

Historia popular del sur de Nigeria

Traducción y adaptación de Pamela Uribe Valdés


Mbotu fue un rey muy famoso del antiguo reino de Calabar. Estuvo frecuentemente involucrado en guerras, de las cuales salía siempre victorioso, pues era un líder muy hábil. Todos los prisioneros que tomaban en aquellos años eran hechos esclavos. Por tanto, Mbotu se hizo muy rico, sin embargo, su fama le trajo también muchos enemigos, entre ellos la gente de Itu. Estos estaban tan furiosos con él que quería matarlo, pero no eran lo suficientemente fuertes como para vencerlo en una batalla campal, por lo que tuvieron que recurrir a la 'astucia'.

En el pueblo Itu vivía una anciana que era bruja y podía convertirse en lo que quisiera. Cuando la mujer se ofreció a matar a Mbotu, la gente del pueblo se alegró mucho y le prometieron mucho dinero y telas si lograba librarlos de su peor enemigo. La bruja, usando todos sus conocimientos, se transformó en una muchacha joven y hermosa. Después de haberse transformado, la anciana se armó con un cuchillo muy afilado que escondió en su pecho y dirigió sus pasos hacia la antigua ciudad de Calabar en busca del rey.

Sucedió que cuando ella llegó se estaba celebrando una gran obra de teatro en el pueblo, por lo que todos los habitantes de los alrededores se encontraban en el lugar bailando y festejando. Oyaikan, la bruja, fue a la obra y caminó para que todos pudieran verla. En cuanto apareció, toda la gente se maravilló de su belleza y dijeron que era tan hermosa como el sol poniente cuando el cielo tomaba los rojos colores del atardecer. Rápidamente se informó al rey Mbotu, quien, como era bien sabido, amaba a las muchachas bonitas y mandó llamarla de inmediato. Al saber de la reunión, todo el pueblo estuvo de acuerdo en que aquella hermosa joven era digna de ser la esposa del rey.

Cuando la bruja transformada apareció ante Mbotu, éste se sintió tan enamorado que decidió casarse con ella ese mismo día. Oyaikan estaba muy contenta con esto, ya que nunca esperó tener la oportunidad de vengarse tan rápidamente. Para celebrar, la bruja preparó una comida delicada en honor a su futuro marido, en la que puso una medicina fuerte para hacerlo dormir.


Ya estaba oscureciendo cuando la presunta joven terminó de bañarse en el río, así que se dirigió al lugar donde descansaba el rey cargando sobre su cabeza el plato que le había preparado. En cuanto la vio, Mbotu la abrazó afectuosamente. Luego, la muchacha le ofreció la comida que llevaba, diciendo que la había preparado especialmente para él con sus propias manos. Al oír esto, el rey, sintiéndose honrado, se comió todo lo que había en el plato e inmediatamente comenzó a sentir un insoportable sueño, pues la medicina era fuerte y hacía efecto rápidamente.

Después se retiraron a la cámara del rey. Una vez allí Mbotu cayó rendido por los efectos de la preparación de la bruja. Alrededor de la medianoche, cuando todo el pueblo estaba en silencio, Oyaikan sacó el cuchillo que llevaba guardado en su pecho y le cortó la cabeza. Luego la metió en una bolsa y salió muy silenciosamente, cerrando y asegurando la puerta detrás de ella. Posteriormente, caminó por el pueblo sin que nadie la observara, y se dirigió directamente a Itu, donde colocó la cabeza del rey Mbotu ante su propio rey. 


Cuando la gente se enteró de que la bruja había tenido éxito y que su enemigo estaba muerto, hubo gran regocijo. A tal punto llegó la dicha de aquel pueblo que su rey decidió atacar inmediatamente la antigua ciudad de Calabar. Por lo tanto, reunió a sus combatientes y los llevó en canoas por los arroyos teniendo cuidado de que nadie los viera y alertara así al ejercito del recién asesinado Mbotu.

La mañana siguiente a la decapitación, la gente del reino se sorprendió muchísimo ante la ausencia de su rey, pues éste siempre se hacía ver a la misma hora. Ante esto, su esposa principal llamó a su puerta. Al no recibir respuesta, llamó a toda la familia y, de este modo, todos juntos destrabaron la entrada. Cuando entraron a la habitación encontraron al rey tendido y sin cabeza sobre su cama cubierta de sangre. Inmediatamente un gran grito se extendió por la ciudad y todos se lamentaron al enterarse de la muerte de su rey. Aunque muchos se extrañaron porque la bella desconocida había desaparecido, no la relacionaron con la muerte de Mbotu. Tampoco sospechaban el peligro que se les acercaba por el río. En medio del luto, mientras todos bailaban, lloraban y bebían vino de palma, el rey de Itu con todos sus soldados atacaron la antigua ciudad, tomándolos por sorpresa. Como su líder estaba muerto, los habitantes de Calabar fueron fácilmente derrotados. Muchas personas fueron asesinadas y otras hechas prisioneras declarando finalmente la victoria del pueblo Itu.

MORALEJA.- Nunca te cases con una desconocida, por muy bonita que sea.


Créditos
Ilustraciones: Pamela Uribe Valdés

viernes, 16 de febrero de 2024

Sobre la expresión

Jean François Millet

 

Es mejor callar que expresarse débilmente.

 

Citado por Mario de Micheli respecto a Van Gogh.

 

Jean François Millet (fotografiado por Nadar)

 

lunes, 12 de febrero de 2024

Los tres idiomas

Jacob y Wilhelm Grimm
recopiladores
  

Vivía en Suiza una vez un viejo conde que tenía sólo un único hijo, pero él era tonto y no podía aprender nada. Entonces el padre le dijo: “escucha, hijo mío, nada pongo en tu cabeza y me gustaría empezar a hacerlo como quiero. Debes irte de aquí. Quiero ponerte en manos de un maestro famoso que lo intente contigo.” El joven fue enviado a una ciudad extranjera y permaneció junto al maestro un año entero. Pasado ese tiempo volvió a casa y el padre le preguntó: “ahora, hijo mío, ¿qué has aprendido?”. “Padre, he aprendido lo que ladran los perros”, contestó. “¡Que Dios tenga misericordia” –exclamó el padre– ¿eso es todo lo que has aprendido? Te enviaré a otra ciudad con otro maestro.” El joven fue llevado allí y permaneció junto a ese maestro también un año. Cuando regresó, preguntó nuevamente el padre: “hijo mío, ¿qué has aprendido?” Él respondió: “Padre, he aprendido lo que hablan los pajaritos.” Entonces el padre se enfureció y dijo: “Oh, tú persona extraviada, has perdido tiempo precioso y no has aprendido nada, ¿y no te avergüenzas de asomarte ante mis ojos? Quiero enviarte a un tercer maestro, pero si no aprendes nada tampoco esta vez, entonces no seré más tu padre.” El hijo permaneció junto al tercer maestro igualmente un año entero, y cuando volvió a casa y el padre le preguntó “hijo mío, ¿qué has aprendido?”, respondió así: “querido padre, este año he aprendido lo que croan las ranas.” Entonces el padre se enfureció muchísimo. Se levantó de repente, llamó a su gente y dijo: “este hombre no es más mi hijo, yo lo expulso y les exijo que lo acompañen afuera al bosque y que tomen su vida.” Ellos lo acompañaron afuera, pero cuando debían matarlo, no pudieron por compasión y lo dejaron ir. Cortaron los ojos y la lengua de un ciervo con los que pudieron dar veracidad al anciano.

 


 

El joven se marchó lejos y después de un tiempo llegó a un castillo, en donde pidió albergue nocturno. “Sí, –dijo el Señor del Castillo–, si tú quieres pasar la noche allá abajo en la vieja torre, entonces ve, pero te advierto que es mortalmente peligroso, pues está llena de perros salvajes que ladran y aúllan sin cesar, y a ciertas horas les debe ser entregado un ser humano, al que devoran en seguida.” Todo el lugar estaba cubierto de pesar y sufrimiento, y sin embargo nadie podía ayudar.

 

Pero el joven no tenía miedo y dijo: “sólo déjenme con los perros ladradores y denme algo que yo pueda lanzarles para comer. No debieran hacerme nada.” Porque ahora él mismo no quería otra cosa, entonces le dieron algo de comida para los animales salvajes y lo llevaron a la torre. Cuando entró, los perros no le ladraron, dieron vueltas a su alrededor con las colas totalmente amigables, comieron lo que él les puso y no le tocaron ni un pelo. A la mañana siguiente, para asombro de todos, él salió nuevamente a la luz sano y salvo, y le dijo al Señor del Castillo: “los perros me han revelado en su idioma por qué viven ahí en malas condiciones y traen daños al país. Ellos están encantados y deben cuidar un gran tesoro que yace bajo la torre y no obtendrán descanso hasta que sea levantado y cómo esto debe suceder lo he oído también en su conversación.” Entonces se alegraron todos los que escucharon esto y el Señor del Castillo dijo que quería que él ocupara el lugar de su hijo si felizmente lo conseguía. Bajó nuevamente y, porque sabía lo que tenía que hacer, entonces lo llevó a cabo y trajo hasta arriba un cofre lleno de oro. Los aullidos de los perros salvajes desde ahora no se escucharon más. Desaparecieron y el país fue liberado de la plaga.

 

Con el tiempo se le ocurrió que quería ir a Roma. En el camino pasó por un pantano en el que ranas estaban sentadas y croaban. Se detuvo y cuando oyó lo que hablaban se puso completamente pensativo y triste. Finalmente llegó a Roma. Ahí había muerto recién el Papa y entre los cardenales había una gran duda respecto a quién debían designar como sucesor. Al final acordaron elegir Papa a aquel que revelara una señal milagrosa divina. Y cuando esto se decidió, en el mismo instante que el joven conde entró en la iglesia, volaron de pronto a sus hombros dos palomas blancas como la nieve y permanecieron ahí sentadas. El clero reconoció en esto la señal de Dios y le preguntaron ahí mismo si quería ser Papa. Él estaba indeciso y no sabía si era digno de ello, pero las palomas lo persuadieron para que lo quisiera y dijo finalmente: “Sí”. Entonces fue ungido y consagrado y con ello se cumplió lo que él escuchó de las ranas en el camino y lo que le había puesto tan tan consternado, que él sería el Santo Padre. Luego tuvo que cantar una misa y de eso no sabía ni una palabra, pero las dos palomas se sentaron siempre en sus hombros y le decían todo al oído.

 

 


 

Créditos

"Los tres idiomas" ("Die drei Sprachen") es uno de los cuentos de hadas recopilados por los Hermanos Grimm y aparecidos por primera vez en 1812 con el nombre de Die Kinder- und Hausmärchen (Cuentos de hadas infantiles y caseros), aunque hicieron varias versiones hasta 1858. La versión en español de "El tiempo de vida" que publicamos aquí es una traducción hecha por René Olivares Jara y se basa en el texto aparecido en Grimms Märchen (2015), libro que se basa en las versiones de 1812 y 1815.

La ilustración es una versión coloreadas en acuarela del original monocromo de Otto Ubbelohde.

 

martes, 23 de enero de 2024

Sobre el oficio (selección)

Julio Ramón Ribeyro

 

 




Comencé a escribir en el colegio, a los 12 o 13 años. Mi primer cuento era “La careta” y narraba la historia de un individuo que, para entrar a una fiesta, se coloca una máscara de burro. Cuando la fiesta termina y el individuo sale, no se puede quitar la máscara, se le queda pegada al rostro, y ocurre que, a partir de ese momento, empieza a triunfar en la vida.

 

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Me he desprendido del prejuicio de la erudición. Los latinoamericanos están fascinados por el modelo erudito europeo. Para ellos se trata de una figura cultural que se remonta a muchos siglos. Todos los latinoamericanos incultos quieren llegar a ser como el erudito europeo. El erudito europeo después de todo es un pedante, un necio, un profesor universitario y humanamente no tiene ningún interés.

 

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La erudición de Borges es un cuento chino, como sus cuentos mismos. No creo que Borges sea un erudito. Es un personaje fascinado por la figura del erudito, que él mismo ha mitificado, en lo de Borges hay mucha mitificación, autores y nombres que no existen, que son inventados por él. Su cultura filosófica, histórica y literaria se detiene en una época ya bastante pasada.

 

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Los que viven de la literatura son los fabricantes de libros, aquellos para quienes su obra es solo un medio para adquirir dinero, consideración, poder. Los que viven para la literatura, en cambio, son aquellos para los que el fin supremo es la creación literaria y su vida un simple medio de lograr ese fin. Pienso particularmente en Flaubert, Kafka, Musil…

 

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Una época oscura fueron los meses posteriores a la muerte de mi padre. Es un sentimiento de orfandad, que hasta ahora me acosa. Haber perdido a una especie de guía, y que no he vuelto a encontrar ni en las lecturas ni en las personas… Hago extensiva esta orfandad a la mayor parte de los escritores peruanos. Como que vivieran y escribieran atormentados por la falta de maestros. Y ese culto a César Vallejo, me pregunto: ¿no podrá explicarse, entre otras cosas, como los escritores desamparados creyeran haber encontrado a su padre verdadero?

 

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Sostengo que el libro es un objeto al que hay que poseer. Tiene que haber una relación vital, amorosa con él. Por eso, también los subrayo, los araño, les hago notas marginales. Uno tiene que vivir con sus libros, irse a la cama con ellos, dejarlos marcados.

 

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En los dos o tres primeros años que viajé a Europa, fue cuando comencé a escribir regularmente y con proyectos de hacer libros. Después vino un periodo de incertidumbre, porque tardé en publicar, y el éxito no se presentaba. Me di cuenta que lo importante no era publicar, ser famoso o reconocido, sino hacer lo que a uno le gusta y que uno se sienta bien y que nadie puede hacerlo en tu lugar. Eso era para mí escribir.

 

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Hay una extraordinaria frase de Borges: “La actualidad es siempre anacrónica”. Cuando se quiere escribir sobre la actualidad, ella ya ha cambiado. Nunca he pretendido ser actual. El hecho de vivir fuera del Perú veinte o treinta años, te crea otra visión de lo que puede ser la literatura. No hay relación rígida entre la nacionalidad y la calidad de lo que se escribe.

 

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La literatura no es, a mi juicio, un reflejo de la realidad. La metáfora del espejo no debe hacernos entender la literatura de esa manera, porque no tendría ningún interés reproducir una cosa que ya existe exactamente como es. Ya no habría ahí verdaderamente creación sino copia.

 

 

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La literatura debe ser una recomposición de la realidad. Creo que esa es la labor del escritor. Al escribir, lo que este hace es recoger todos esos materiales, darles una estructura y hacerlos comprensibles al lector. Por eso, insistía en que la literatura es una reconstrucción de la realidad, no solo un reflejo de ella.

 

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Me fastidia la fascinación de los escritores por demostrar que son latinoamericanos. Se han cogido de lo real maravilloso, el barroquismo, el mito; una serie de ideas que utilizan de forma mecánica para dotarse de una identidad que los lectores muchas veces no tienen. Quieren dar una imagen del continente que el lector extranjero espera.

 

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Escribo porque es lo único que me gusta hacer; porque es lo más personal que puedo ofrecer; me libera de una serie de tensiones, depresiones, inhibiciones; por costumbre; por descubrir, conocer algo que la escritura revela y no el pensamiento; por lograr una bella frase; por volver memorable, aunque sea por mí, lo efímero.

 




Julio Ramón Ribeyro (1929-1994) es un escritor peruano que cultivó la novela, el teatro, el ensayo, aunque alcanzó la consagración gracias a sus cuentos. Los textos que aquí presentamos pertenecen a Sobre el oficio (Carbón Libros, 2023), obra que recopila cien “cavilaciones” de Ribeyro sobre la escritura como actividad y sobre su propia obra.

 

 

 

 

 

 

 

Créditos de las imágenes:

Portada de Sobre el oficio e imagen final del texto: (c) Carbón Libros
Fotografía de Julio Ramón Ribeyro: (cc) Wikipedia.