sábado, 11 de marzo de 2023

Otra vez Rimbaud

René Olivares Jara

 

 

 


 

 

Arthur Rimbaud (1854-1891) pertenece a la constelación de autores que ha sobrepasado los límites geográficos de su país natal y se ha instalado como un referente de la literatura a nivel mundial, con una influencia que se proyecta hasta nuestros días. Las escasas páginas de la “obra completa” de un escritor que dejara la literatura a los 20 años y muriera a los 37, han sido suficientes para transformarlo en un ícono cultural y una fuente de un sinnúmero de libros literarios y críticos, así como de obras musicales y audiovisuales.

Arthur Rimbaud (1872), por Jean Louis Forain

 

Si tomáramos en cuenta tan sólo las obras escritas basadas en él, daría para un artículo aparte o, más bien, para una monografía en varios tomos sobre la influencia de Rimbaud en la literatura. Si miramos un poco más allá de lo literario y si nos fijamos en el caso musical, podemos encontrar obras como Les Illuminations, Opus 18 (1939-1940), de Benjamin Britten (1913-1976), basada en los poemas del mismo nombre, y los álbumes más contemporáneos Une saison en enfer (1991), de Léo Ferré y el disco Sahara Blue (1992), ambos hechos como homenaje a los 100 años de la muerte del poeta. Y en el ámbito más popular Rimbaud aparece como figura central o secundaria en trabajos de autores como Bob Dylan (“You're gonna make me lonesome when you go”) o Patti Smith (“Horses”, “Radio Ethiopia”). La admiración de esta última incluso la llevó a comprar la casa que el poeta francés tuvo en su infancia. Por último, también menos conocidas, pero no por ello menos tributarias de esta leyenda, la banda Dum Dum Girls con su tema “Rimbaud Eyes”. 

 


 

 

 


El cine no se ha sustraído de la atracción del mito de Rimbaud. Resalta aquí Total Eclipse (1995), película dirigida por la polaca Agnieszka Holland (1948) y protagonizada por Leonardo di Caprio (Arthur Rimbaud) y David Thewlis (Paul Verlaine). Basada en una obra de teatro del mismo nombre, escrita por Christopher James Hampton en 1967, intenta rendir un homenaje a Rimbaud por medio del retrato dramático de su relación con Verlaine.

Total Eclipse (Pinterest)

 

Dada la cantidad de obras basadas en la figura o en la obra de Rimbaud no es de extrañar que el poeta francés sea también la inspiración de una forma de expresión tan cercana a la literatura como lo es el cómic. De las publicaciones que conozco me es posible mencionar The Drunken Sailor (2018) de Nick Hayes y Rimbaud, el Indeseable (2022), de Xavier Coste. Ahora bien, ante la abundancia de obras “rimbaudianas” en distintas formas de expresión, cabe preguntarse: ¿Qué más se puede agregar a la sombra cada vez más larga de este gigante?

 


 

Chapeau, Herr Rimbaud, es un cómic creado por Christian Straboni, coescrito con Laurence Maurel y publicado originalmente en francés como Le chapeau de Rimbaud en 2010. A diferencia de muchas de las obras que se mencionan aquí, el trabajo de Straboni, quiere dejar atrás la imagen romantizada y mistificada del enfant terrible y pretende mostrarnos un aspecto poco conocido de la vida de Rimbaud: su etapa como traficante de armas en Etiopía. Sin ser estrictamente biografista, algo que llama la atención más allá del dibujo casi expresionista, es el uso de documentos, cartas y fotografías “reales”, los que dialogan con esta obra ficticia para iluminar esta etapa de la vida del poeta francés. Acá no veremos lo que nos ha acostumbrado el mito construido en torno a su figura. Rimbaud no estará entre la bohemia parisiense reunida en algún café de la “Ciudad Luz” recitando versos entre un vaso de absenta y otro, mientras se mofa arrogantemente de los poetastros de ocasión. Por el contrario, la historia que nos presenta Straboni será la del desierto de Etiopía, la de la tensión entre árabes musulmanes y etíopes cristianos y la de los distintos líderes locales en los márgenes de la expansión colonial francesa. El Rimbaud retratado por Straboni en el oriente africano no es el Rimbaud santificado por la literatura. Es el Rimbaud olvidado por aquel otro relato al que le basta saber que puso la belleza en sus rodillas y la encontró amarga. Buscando lo nuevo, es posible que el desierto represente la posibilidad de un nuevo comienzo. De una nueva vida. Ahora bien, ¿qué clase de vida es ésa?

Un rincón de la mesa (1872), Henri Fantin-Latour (Wikipedia)

 

 

Vidas paralelas

Menciono que la aproximación de Straboni no es estrictamente biografista, pues pese a basarse en lugares y fechas contrastables con la vida del “verdadero” Rimbaud, hace uso de la fantasía para resaltar las características que para él son las más relevantes de este Rimbaud del desierto. Por un lado, nos instala en la mirada del ficticio Jean Roch Folelli, rebelde corso doblemente fugitivo: ha matado a un cura por acusar injustamente a su padre lo que finalmente lo llevó a la horca y, también, por haber desertado del ejército francés. Es a través de él que ingresamos al mundo de este Rimbaud desconocido. Por otro lado, a medida que avancemos con la caravana cargada de armas por el desierto etíope, se irá desdibujando los límites de lo posible. El camino por el desierto será una especie peregrinaje que desdibuje los límites entre realidad y fantasía.


El cómic comienza con una imagen contrastante entre Folelli y Rimbaud. Mientras el primero vengaba a su padre teniendo apenas doce años, el segundo se paraba derecho para recibir la ostia de su primera comunión. “En esta vida las cartas no se reparten iguales”, se nos dice. Pese a esta primera impresión, las vidas de ambos tomarán cursos parecidos: los dos abandonan sus casas muy jóvenes, los dos participan de la Comuna de París como revolucionarios, los dos se enrolan en un ejército extranjero (en el caso de Rimbaud, el de los Países Bajos, que lo llevaría a Indonesia) y, así mismo, ambos emprenden la casi inmediata deserción. Como impulsados por un mismo fuego, no es de extrañar entonces, que ambos terminen conociéndose en el mismo rincón alejado del mundo “civilizado”, congeniando rápidamente. El cómic se desarrolla en ese tiempo que es casi un instante, en el que los dos personajes comparten un espacio y una misma motivación: deben hacer una entrega de armas a un rey local en Etiopía. Pero por medio de este proyecto “materialista” es que la acción se abrirá a una serie de discusiones sobre el rol del arte, la moralidad de los poderes coloniales y el intento occidental de “salvarse” de una civilización que los agobia, pero a costa de los “salvajes”.


 

El viaje en una caravana entre Tadjoura y el reino de Shoa abre una ventana a ese mundo que, si bien se encuentra lejos de los centros de poder, está en un proceso de ser absorbido por ellos en su expansión. Se trata de un mundo diverso y en movimiento, pero cuyas formas tradicionales empiezan a transformarse por la presión del mundo europeo. El exotismo de los camellos de cargas, de los turbantes, de las mujeres con los pechos descubiertos y de las costumbres milenarias moldeadas por el desierto, se da paso a una erosión provocada por la presencia europea. Por ejemplo, las habituales rencillas de poder que se dan en la historia de toda comunidad se ven potenciadas por el acceso a las nuevas armas traídas por los occidentales. El exotismo da paso a la fragilidad y el peligro. La pax del imperio lleva consigo una tensión latente que explota apenas tiene la ocasión de hacerlo. De este modo, aunque árabes musulmanes y etíopes cristianos trabajan juntos por un interés mutuo de profitar del tráfico de armas, los problemas afloran entre ellos, incluso violentamente, cuando se da la oportunidad. Un guerrero danakil de la caravana muere en un accidente, pero sus compañeros responsabilizan al guía musulmán. Al poco tiempo ellos cobran la deuda de sangre. Y aunque Rimbaud no está de acuerdo con la situación, se ve obligado a aceptar la vendetta por su propia seguridad. Los franceses, supuestos amos de aquellas tierras y personas, no ponen obstáculos a esta venganza para mantener la ilusión de su poder y evitar el desbarajuste de ese sistema de explotación.

 

Es en este ambiente hostil que el Rimbaud postliterario prospera. Sin llegar a la crueldad, prefiere el pragmatismo a la belleza. La ficcionalidad de Folelli le sirve a Straboni para enfatizar esa lejanía y extrañeza que nos produce el Rimbaud del desierto: ¿Por qué habrá abandonado la literatura? ¿Cuál es el plan de este hombre misterioso? “¿Quién es realmente este Rimbaud? ¿Ayer poeta y hoy traficante de armas?”. La hostilidad del desierto y la afinidad de caracteres hará que conozcamos a este otro Rimbaud.

 


Antes de partir hacia Shoa, se reúne un grupo de europeos para celebrar el día nacional de Bélgica, invitados por el empresario de ese país Leonce Vandermouck. Aquí aparece Julius Zoetemelk, un literato de segundo orden que reconoce a Rimbaud. Le comunica a todos los presentes la fama y prestigio que “un pequeño círculo de inocentones jóvenes exaltados del Barrio Latino” le ha dado, al coronarlo “Rey de los poetas”. Después de leer uno de los textos antologados en la revista parisina que ha traído consigo espeta que “Como hombre de educación debo decirle: Sus “Iluminaciones” son bastantes sombrías…”. La respuesta de Rimbaud a este “elogio” improvisado fue botarle el cigarro de un manotazo. Zoetemelk representa ese mundillo de egos y hábitos al que Rimbaud le ha dado la espalda. 

 

 

 

 

La misma firmeza con la que Rimbaud rechaza ese pasado literario incentivará la curiosidad de Folelli de saber quién realmente es ese Rimbaud. Ya en la intimidad de la amistad, Rimbaud le confesará que lo que intentó en la poesía lo intenta ahora en la vida y que la literatura sólo es un aspecto de todos los planes que tiene.


 “Por mucho tiempo he perseguido al diablo de la poesía. Ella fue una vez mi proyecto. Desde entonces tengo miles de otros proyectos. El arte es una tontera. (…) Estimado, hablo de calibradores, calculadoras o también un manual de administración.”

 

Más adelante le dirá:

 

“La poesía no es más que un engaño, ¡un esfuerzo inútil! Las cosas verdaderas las escribe la vida.”


 

Y este plan de expandir lo posible une en parte a ambos personajes, pero los separa en las consecuencias del mismo, ya que Folelli funciona como una especie de “doble opuesto” de Rimbaud. No porque sea su antagonista, sino más bien porque representa un camino alternativo que el autor francés no llegó a tomar. Mientras, como vemos, Rimbaud tiene metas cada vez más materialistas y termina integrándose en la maquinaria colonial europea, profitando del negocio de las armas, Folelli intenta también ser parte de aquel mundo, pero no logra hacerlo del todo, ya que él mismo se vuelve cada vez menos real. Pese a su intento de enraizarse e integrarse al mundo oriental africano, su vida se volverá una constante huida de sí mismo y de la realidad.


 

 

Los paraísos artificiales

Folelli es un personaje que lleva a cabo una doble huida. Por un lado, escapa de la justicia por la doble falta del asesinato y de la deserción. Pero, por otro lado, también huye de sí mismo a través de las drogas. Y éste es un punto diferenciador respecto a Rimbaud y desde donde podemos estimar que Folelli es su “doble opuesto”. En contraste con la imagen narcótica de Rimbaud, que nos ha legado su mito literario, el Rimbaud del cómic es el empresario hiperconsciente de su lugar en el mundo y de los peligros de la evasión. Es por eso que al ver al italiano sacar unas hojas de qat le advierte de los peligros de su consumo.



Y esta advertencia será como un sino. Poco a poco, Folelli se vuelve incapaz de distinguir entre realidad y fantasía. Con miedo se moverá entre animales parlantes, diosas del desierto, barcos que vuelan, etc. El intento de transformar la vida a través de la imaginación se vuelve, en el caso de Folelli al menos, una cuestión más de incapacidad que de empoderamiento de la propia vida. Las alusiones finales a Don Quijote dejan bien en claro la lucha perdida del ideal frente a lo real. El intento de Folelli de instalarse en Etiopía, aquí “lejos”, y escapar al fin de la ley, será infructuoso, pues su huida rebasará incluso la realidad. Folelli representa así, ese perdido narcotizado que Rimbaud no alcanzó a ser. Su fracaso, representaría una advertencia respecto a la vida disoluta. Quizás, una crítica a la vida que “afortunadamente” Rimbaud dejó atrás. Las aventuras literarias parecen haber sido niñerías, pues la vida se la gana en el desierto y no borracho en algún salón parisino.

 

Pese a lo anterior, queda la duda de si la elección materialista de Rimbaud lo ha puesto más cerca de “sí mismo” o es tan sólo una forma más de esa huida personal. ¿Cuál será el Rimbaud más auténtico? ¿El de los versos o el del comercio? Como sea, el autor parece presentar sus respetos a este hombre de múltiples vidas, sacándose el sombrero.


 




Título: Chapeau, Herr Rimbaud (2011)
Título original: Le Chapeau de Rimbaud (2010)
Diálogos: Christian Straboni y Laurence Maurel
Dibujo: Christian Straboni
Editorial: Mattthes Seitz Berlin