martes, 30 de noviembre de 2010

Sobre el mundo donde verdaderamente habito o la experiencia poética (Fragmento)

 















"Ninguna poesía ha calmado el hambre o remediado una injusticia social, pero su belleza puede ayudar a sobrevivir contra todas las miserias. Yo escribía lo que me dictaba mi verdadero yo, el que trato de alcanzar en esta lucha entre mí mismo y mi poesía, reflejada también en mi vida. Porque no importa ser buen o mal poeta, escribir buenos malos versos, sino transformarse en poeta, superar la avería de lo cotidiano, luchar contra el universo que se deshace, no aceptar los valores que no sean poéticos, seguir escuchando el ruiseñor de Keats, que da alegría para siempre."

Jorge Teillier 


Fotografía cortesía de Ginebramagnolia

viernes, 5 de noviembre de 2010

El rescate de los mineros y la escenificación política como forma de ocultamiento

"Kunst ist Magie, befreit von der Lüge, Wahrheit zu sein." / (El arte es magia, libre de la mentira de ser verdad).
 Theodor Adorno



Escribo el siguiente artículo con el escrúpulo de ser uno más de los que llenan los medios hablando de los mineros de la Mina San José. Sin quererlo, sé que contribuyo al hastío de cada vez más personas que, como yo, se han visto atosigados por la proliferación de "noticias" al respecto. Por lo mismo es que escribo. Para hablar precisamente de eso y de los propósitos no tan ocultos de ello. Pues ya no basta con apagar el televisor o la radio. La noticia de los mineros estaba en el aire, en las conversaciones personales, en internet. Sólo un aislamiento antinatural podría habernos "salvado" de saber.


No cuestiono el hecho de preocuparse por el prójimo y de hacer lo posible por rescatarlos. Lo que está en entredicho en el tratamiento comunicacional y el uso político de esa catástrofe. Le escuché a Santiago Pavlovic que eso lo hubiera hecho cualquier gobierno. Pero eso no es excusa. No se puede dejar pasar el hecho sólo por que "los demás lo harían".

Lo que vimos fue una escenificación. Los mineros eran reales, el hoyo era real, la catástrofe era real. Pero todo era un simulacro de la realidad. Las cámaras, los gestos, los tiempos, el suspenso de los mensajes continuos y que no adelantaban nada. Por mucho vimos cómo los mineros se volvían héroes en desgracia que eran rescatados por otros héroes con poder.

La escenificación está cercano a lo artístico. Hay un diseño en la disposición de los elementos. Los adornos, los tiempos, la hipercobertura, están ahí para darnos una experiencia estética, de los sentidos. Creer de nuevo en que los milagros existen, sentirnos parte del heroísmo, que la vida es frágil, pero valiosa. Como escuché por ahí, el país estaba "unido en un solo corazón", pero, ante todo -y eso no hay que olvidarlo-, todo esto enmascara el hecho de que los mineros fueron víctimas. No soy el primero en decirlo y ojalá no sea el último. Ellos pasaron el peor momento de sus vidas por trabajar en una situación precaria. Regocijémonos con que todo salió bien, pero miremos debajo de la carpa. Démonos cuenta de que detrás de los "corazones arriba" y la felicidad envasada se quiere esconder lo verdadero, el gran peso de nuestra existencia como chilenos.


Walter Benjamin hablaba de la "estetización de la política" y que atribuía al totalitarismo fascista, acá lo vemos reducido a una herramienta neoliberal como producto de consumo. Todos vendieron. Los canales de televisión, los publicistas, el gobierno. El heroísmo fue la moneda de cambio con la que los poderosos explotaron esta mina de desamparados.



Créditos por las fotos:

http://www.cubadebate.cu
http://www.notiexpress.com.ar
http://noticias.aol.com

sábado, 23 de octubre de 2010

Algunas palabras de Levi-Strauss sobre el "mito" en relación con la Poesía



"Se me permitirá abrir aquí un paréntesis para ilustrar, mediante una observación, la originalidad que ofrece el mito en relación con todos los demás hechos lingüísticos. Se podría definir el mito como ese modo del discurso en el que el valor de la fórmula traduttore, traditore tiende prácticamente a cero. En este sentido, el lugar que el mito ocupa en la escala de los modos de expresión lingüística es el opuesto al de la poesía, pese a lo que haya podido decirse para aproximar uno a la otra. La poesía es una forma de lenguaje extremadamente difícil de traducir en una lengua extranjera, y toda traducción entraña múltiples deformaciones. El valor del mito como mito, por el contrario, persiste a despecho de la peor traducción. Sea cual fuere nuestra ignorancia de la lengua y la cultura de la población donde se lo ha recogido, un mito es percibido como mito por cualquier lector, en el mundo entero. La sustancia del mito no se encuentra en el estilo, ni en el modo de la narración, ni en la sintaxis, sino en la historia relatada. El mito es lenguaje, pero lenguaje que opera en un nivel muy elevado y cuyo sentido logra despegar si cabe usar una imagen aeronáutica, del fundamento lingüístico sobre el cual había comenzado a deslizarse."
Antropología Estructural. Barcelona: Ediciones Paidós, 1995, pp. 232-233.



Agradecimientos por la fotografía:


http://correodelasculturas.wordpress.com

sábado, 16 de octubre de 2010

Vargas Llosa, el Nobel 2010


Todo premio es cuestionado. Sobre toso si es el Nobel. Durante mucho tiempo se utilizó como herramienta política, más que como premio literario. Conocido es el caso de Neruda, que vio postergada su premiación varias veces, por la oposición estadounidense. Del mismo modo, surgen de pronto nombres con poca repercusión mundial y que sólo se pueden justificar por ser un "mensaje político". Pienso en Gao Xijian, que su Nobel de 2000 sólo puede entenderse como un mensaje no tan velado al gobierno chino. Además, como lo mencionó el mismo Günter Grass, es difícil que hubiese ganado el Nobel, de saberse que fue parte de las Waffen-SS (Schutzschtaffel o "cuerpos de protección).

Recuerdo a un profesor universitario que me dijo un día que Vargas Llosa, mientras más derechista, escribía peor. Pero esa frase es representativa de un sector intelectual de la izquierda que se sintió un poco traicionado por el viraje que Vargas Llosa hizo hacia la derecha.

Pese a no estar de acuerdo a las ideas cada vez más liberales, de Vargas Llosa, en él se reúne el pensador con el artesano de la palabra. En sus páginas se encuentran problemáticas cercanas a nuestra historia. La idea de "poder ser" el paraíso en la tierra y cuán lejos estamos de serlo.

martes, 12 de octubre de 2010

Televisión en Chile

Esta será una de las primeras entradas en el nuevo blog Los monos de Nerciano, todavía preparándose para salir. Un adelanto para los lectores de "El descanso en la escalera", el blog literario de mi querido amigo Rene.

Un abrazo.

Nerciano.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

El Premio Nacional de Literatura



Cada versión del Premio Nacional de Literatura tiene polémica y este año no fue la excepción. Siempre ronda respecto a la idoneidad de los candidatos, ya sea en lo moral, lo político y, de vez en cuando, de lo literario. Pero, ¿y qué hay de la idoneidad del premio? Esta vez lo ha ganado Isabel Allende y con lo que ha ocurrido antes y después de su elección debe hacernos reflexionar un poco respecto al panorama cultural que vivimos en Chile.
Si bien lo que en teoría se discute es la calidad del autor premiado, me parece que un elemento preponderante es el carácter de jubilación que tiene el premio en su génesis. Según entiendo, la idea de crear el Premio Nacional de Literatura surge de la situción de Augusto D`Halmar, quien ya anciano surgía como una figura necesaria de honrar por su vida dedicada a las letras cubriendo con dinero fiscal sus necesidades hasta su muerte.



Siguiendo esta lógica, a la pregunta "¿escribe bien para merecer el Premio Nacional?" habría que preguntarse "¿es lo suficientemente viejo?" Es sólo cosa de fijarse en la edad de la mayoría de los beneficiarios. Es cierto que para poder demostrar una obra "contundente" hacen falta años. Pero esto mismo hace que quizás autores no tan mayores, pero ya con reconocimiento suficiente queden postergados hasta muy avanzada edad. El sólo pensar en este elemento etáreo debería hacernos pensar si el Premio Nacional está bien "calibrado".


Qué es lo que queremos premiar? o más bien, qué parámetros usamos para considerar "lo mejor"?
La exigencia de los intelectuales

"Me parece una mala escritora, simple y llanamente, y llamarla escritora es darle cancha. Ni siquiera creo que Isabel Allende sea una escritora, es una escribidora"
Roberto Bolaño.



Isabel Allende era un nombre que sonaba hace mucho tiempo como candidata del Premio Nacional de Literatura. Sin embargo, por mucho tiempo fue desestimada por la intelectualidad, pues la consideraba una escritora con más méritos comerciales que literarios. Esta aseveración me parece que es simplista por ser dicotómica, pero no errado en su totalidad.

La intelectualidad boga por una "profundidad" en los escritos. Que lo que se diga sea "inteligente" y apunte a los grandes problemas existenciales del ser humano. Es la imagen del "Escritor- Intelectual" o "Escritor-Filósofo", que debe entregarnos las respuestas sobre los grandes temas o, en último caso, cuestionarse y cuestionarnos respecto a nuestro rol en el mundo. Esto da por descontado que además de pensar, hay que escribir bien.

Con Isabel Allende ocurre que lo que tiene desarrollado como escritora es su lado técnico. Sin duda, que ella sabe "contar una historia" y ese manejo del relato es lo que la ha hecho tan popular. Indiquemos que me refiero al relato en un sentido tradicionalmente lineal y alejado de complejidades narrativas como las de Joyce, Faulkner o, sin ir más lejos, Donoso. Del mismo modo, sin duda, que el mantenerse en el mero marco de la entretención deja a lo literario con una escasa profundidad. Como se le ha criticado en más de una ocasión, ella reitera estereotipos, sobre todo femeninos, que en vez de cuestionarlos o resemantizarlos, los explota y les da validez, manteniéndose en la superficie de los problemas que esboza en sus textos. No sin razón Elena Poniatowska decía que la literatura de Allende, junto con Ángeles Mastretta y Laura Esquivel "entran en la literatura como fenómenos comerciales y hacen literatura femenina".



El jurado

La calidad de un premiado está garantizada por la calidad del jurado. Se supone que éste debe estar a la altura de lo que se quiere premiar. En el caso de nuestro Premio Nacional de Literatura, el jurado está conformado por el Ministro de Educación, dos representantes del Consejo de Rectores, uno de la Academia Chilena de la Lengua y uno de los premiados anteriores, que generalmente es el último que lo recibió. Así puestas las cosas, sin personalizar las "culpas", está claro que, como dijo Diamela Eltit, "El problema del Nacional es que tal vez hay déficit en los jurados, que no conocen bien el campo que están premiando." (Diario El Clarín) Por ejemplo, si bien los rectores son personas dedicados a la docencia, no por ello son expertos en literatura. Del mismo modo, la Academia Chilena de la Lengua, aunque es una institución que tiene como meta "colaborar con otras instituciones en materias relacionadas con el idioma y con su literatura, especialmente la chilena" (finalidad C en su reglamento), tiene un tinte más lingüístico. Sin desmerecer al Profesor Goic, que representó a la Academia este año, la institución misma debería tener un tinte más literario como para darle más sentido al Premio.

Con poca especialización en el área, y con un pie más que grande de un ministerio politizado y cada vez menos educado, está claro que la puerta está abierta para candidatos más conocidos que leídos y más superficiales que críticos. Si es que en la época militar se premiaba la adhesión militante o amarilla, ahora se tiene la tentación del populismo. No quiero echar a todos los premiados en el mismo saco. Armando Uribe, entre otros, lo tiene bien merecido. Pero desde hace tiempo que existía el peligro de que el Premio Nacional "se chacreara".


El "público" lector


No hace mucho leí un comentario en facebook de una persona que aplaudía el premio otorgado a Isabel Allende, pues era alguien que escribía cosas para las personas comunes que no tenían tiempo para cuestionarse mucho las cosas. Este comentario debería hacernos refelxionar sobre el tipo de lector que existe mayoritariamente y por qué. Tengo la impresión de que la sociedad de consumo ha generado un público y una oferta en el circuito literario en el que la poca exigencia intelectual genera una oferta del mismo tenor,  lo que potencia una demanda mayor cuando estos libros o autores "de consumo" son integrados a espacios en que son "consagrados", pues los lectores, irreflexivos como parecen ser, suponen que "son buenos" por haberse ganado premios. De todos modos, me cabe la duda de si las personas fuera del mundo profesionalmente literario conocerán a los anteriores autores premiados o a los candidatos. Yo creo que con suerte retendrán unos cuántos nombres. Aquí la pregunta es por qué sucede eso.

Lo que se está alentando es una cultura con personas que, aunque alfabetizadas, son iletradas. El Premio Nacional de Literatura, como se plantea, no pretende tener mayor relevancia y, particularmente por el contexto político actual, se ha vuelto populista en consonancia con un lector consumista y poco reflexivo. Se ha premiado a una autora conocida en detrimento de otros autores quizás más meritorios en lo literario. En contra de este juicio se han esgrimido argumentos relacionados con el machismo, pero eso no explica por qué la candidata más cercana a ganarlo fuera Diamela Eltit. Eso sólo oculta los conflictos entre la intelectualidad y autores populistas como Isabel Allende que apunto más arriba.


El Premio Nacional de Literatura debería redefinirse, pues actualmente sólo tiene un valor para los pares, valor que por lo demás está cada vez más en descrédito. Al mismo tiempo, se ha vuelto sólo fuente de conflicto entre escritores que no interesan a la gente común, que malamente se acordará en un tiempo más de quién ganó este galardon.

Tanto lo anterior, como el carácter de "jubilación" que posee el Premio podría solucionarse, o aminorarse en parte, si es que se hiciese, como en España, un reconocimiento a la obra completa de un autor, pero también se premiase al "mejor texto escrito" durante el año por categorías. Eso, aunque generaría sin dudas mucha chimuchina como ha ocurrido hasta ahora, tiene la ventaja de generar expectativas que sin duda redundan en una mayor promoción de la escena literaria, que es lo que debería realmente importar.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Guillermo Blanco

Hay escritores que sencillamente uno conoce tarde. Probablemente porque aunque los ha escuchado, la ruma de libros que espera en el velador es demasiado larga. O sencillamente por falta de voluntad. Como sea, de pronto se hace tarde y la gente se muere. Lamentablemente, la muerte es la mejor de las publicistas. Y ahora que ya ha muerto, me doy cuenta de la calidad de Guillermo Blanco, quién falleció el 25 de agosto de 2010.

En esta entrada de El descanso en la escalera, como un homenaje póstumo a Guillermo Blanco, les dejamos el cuento "La espera".




La Espera

Guillermo Blanco


(Premio único. Concuso Interamericano de Cuentos de "El Nacional", México, 1956)



Había dejado de llover cuando despertó. Aún era de noche, pero afuera estaba casi claro, y a través de una de las ventanas penetraba el resplandor vago, fantasmal, del plenilunio. Desde el camino llegaba el son del viento entre las hojas de los álamos. Más acá, en el pasillo o en alguna de las habitaciones, una tabla crujió. Luego crujió una segunda, luego una tercera; silencio. Diríase que alguien había dado unos pasos sigilosos y se había detenido. Un perro aulló a la distancia, largamente. El aullido pareció ascender por el aire nocturno, describir un arco como un aerolito y perderse poco a poco, devorado por la oscuridad. A intervalos parejos, un resabio de agua goteaba del alero.

Ella imaginó los charcos que habría en el patio, y en los charcos la luna, quieta. Veía desde su lecho la copa del ciprés, que se balanceaba con dignidad sobre un fondo revuelto de nubes y cielo despejado. El contorno de la reja destacaba, nítido; reproducíase, por efecto de la sombra, en el muro frontero, donde se dibujaban siluetas extrañas.

Tuvo miedo de nuevo.

Miedo de la hora, del frío, de los diminutos ruidos que rompían a intervalos el silencio; miedo del silencio mismo. Miró a su marido: dormía con gran placidez. Su rostro, no obstante, bañado en luz blanquecina, poseía un aire siniestro, de cadáver o criatura de otro mundo. Sintió el impulso de despertarlo, mas no se atrevió. Habría sido absurdo. Su miedo lo era. Y sin embargo era tan fuerte. La oprimía por momentos igual que una tenaza, impidiéndole respirar aunque mantenía abierta la boca, aunque cambiaba suavemente de postura. Suavemente, para no interrumpir el sueño de él.

Duerme, amor, duerme. No voy a molestarte. Estoy un poco nerviosa, eso es todo. Son los nervios, amor, que no me dejan tranquila.

Un ave nocturna cantó quizá dónde. No era un canto lúgubre, sino una especie de música a un tiempo misteriosa y serena.

Tornó ella a percibir el crujido de las tablas, acercándose.

Yo sé que no es nadie. Siempre pasa esto y no es nadie. No es nadie. Nadie.

De pronto tuvo conciencia de que su frente se hallaba cubierta de sudor. Se enjugó con la sábana. Amor, amor, repitió mentalmente, en un mudo grito de angustia. ¡Si él despertase! Si se desvelara también, y así, juntos conversaran en voz baja hasta llegar el día. . .

Pero el hombre no captaba su llamado interno. Era la fatiga, pensó. Con tanto quehacer de la mañana a la tarde, con el madrugón de hoy. . .

Duerme. No te importe.

El viento semejó detenerse unos instantes, para continuar en seguida su melodía unicorde en la alameda. Por primera vez notó ella, apagada por la distancia, la monótona música del río: se vería muy pálido ahora: un río de pesadilla, resbalando con terrible lentitud, y a ambos lados los sauces beberían interminablemente, encorvados, en libación comparable a un pase de brujos, y arriba el cielo nuboso y el revolotear de los murciélagos, y la voz honda de la corriente repetiría su pedregoso murmullo de abracadabra.

(Una muchacha había muerto en el río, años atrás. Cuando encontraron su cadáver oculto en las zarzas de un remanso se hubiera creído que vivía aún, tal era la transparencia de sus ojos abiertos, tal la paz de sus manos y sus facciones, y la frescura que irradiaba toda ella. Vestía un traje celeste con flores blancas; un traje sencillo, delgado. Al sacarla del agua, la tela se ceñía a su cuerpo de modo que daba la idea de constituir una unidad con él. Nadie supo nunca quién era ni de dónde venía. Sólo que era joven, que la muerte le había conferido belleza, que sus rasgos eran limpios y puros. Los mozos de la comarca pensaban en ella y les daba pena su existencia interrumpida, y la amaban un poco en sus imaginaciones. Ignoraban por qué apareció allí. No debió de ahogarse, pues no estaba hinchada, mas en su rostro ninguna huella mostraba el paso de una enfermedad, o de un golpe o un tiro. La llevaron a San Millán para hacerle la autopsia. Los mozos no supieron más. No quisieron saber: la recordaban tal cual surgió: lozana, amable, serena, con algo de irreal o feérico, desprovista de nombre, de causas. ¿Para qué saber más? ¿Para qué saber si por este o el otro motivo resolvió quitarse la vida, o si no se la quitó? Al referirse a ella la llamaban la Niña del Río, aunque su cuerpo era ya el de una mujer. Decían que desde esa tarde el río cantaba de diversa manera en el lugar donde apareció. Y quizá si en el fondo no lamentaran verdaderamente que hubiese perecido, porque no la conocieron viva y porque viva no habría podido ser sino de uno—ninguno de ellos, de seguro—, y así, en cambio, su grácil fantasma era patrimonio de todos.)

Un perro ladró nuevamente, lejos. Después ladró otro más cerca.

Si él despertase ahora. Cómo lo deseaba. Cómo deseaba tener sus brazos en torno, fuertes y tranquilizadores, o sentir su mano grande enredada en el pelo. En un impulso repentino lo besó. Apenas. El hombre emitió un breve gruñido, chasqueó la lengua dentro de la boca y siguió durmiendo.

Pobre amor: estás cansado.

Cerró los ojos.

Entonces lo vio. Lo vio con más nitidez que nunca, igual que si la escena estuviese repitiéndose allí, dentro del cuarto, y el Negro volviese a morder las palabras con que amenazara a su marido:

—¡Me lah vai a pagar, futre hijo'e perra!

Vio sus pupilas enrojecidas y su rostro barbudo, que se contraía en una suerte de impasible mueca de odio. Ella nunca se había encontrado antes frente al odio—a la ira sí, pero no al odio—, y experimentó una mezcla de terror y de piedad hacia ese infeliz forajido que iba a pasar el resto de sus días encerrado entre cuatro paredes, sin una palabra de consuelo ni una mano amiga, encerrado con su rencor, doblemente solo por ello y doblemente encerrado.

—¡Me lah vai a pagar!

Y a medida que los carabineros se lo llevaban con las manos esposadas y atado por una cuerda al cabestro de una de sus cabalgaduras, el Negro se volvía a repetir un ronco:

—¡Te lo juro! ¡Te lo juro!

El esposo lo miraba en silencio, y ella se dijo que tal vez también a él le daba lástima ver al preso tan inerme. Un bandido que era el terror de la comarca, cuyo estribo besaran muchos para implorar su gracia o su favor, y cuyo puñal guardaba el recuerdo de la carne de tantos muertos y tantos heridos. De vientres abiertos y caras marcadas, de brazos o pechos rajados de alto a bajo.

Sí, era malo. Pero ¿era malo? ¿Podía ser real maldad tanta maldad? ¿No era, acaso, una especie de locura: la del lobo, o el perro que de pronto se torna matrero?

Y aunque no fuera sino maldad—pensaba—, y quizá por eso mismo, el Negro era digno de compasión. Debía de ser terrible vivir así, odiando y temiendo, temido y odiado, perseguido, sin saber lo que es hogar ni lo que es amor, comiendo de cualquier manera en cualquier parte; amando con el solo instinto, a campo raso, a hurtadillas. Un amor de barbarie animal, desprovisto de ternura, sin la caricia suave, secreta, que es como un acto esotérico: ni el beso quieto que no destroza los labios, ni la charla tranquila frente a la tarde, ni la mirada infinita y perfecta. Un amor que seguramente no es correspondido con amor, sino con terror, y que dura un instante, para dar paso de nuevo a la fuga.

Así lo sorprendió su marido, oculto entre unas zarzas, con una mujer blanca de miedo y embadurnada de sangre. Lo encañonó con el revólver.

—Párate, Negro. Arréglate.

—Deje mejor, patrón.

Pronunciaba "patrón" con una ironía sutil y profunda. Casi una befa.

—Párate.

—Le prevengo, patrón.

Él no respondió. El Negro se puso de pie con ostensible lentitud. A lo largo del camino, hasta la quebrada de la Higuera, fue repitiéndole:

—Toavía eh tiempo, patrón. Puee cohtarle caro.

Y él mudo.

—Yo tengo mi gente, patrón.

Silencio.

—Piense en la patrona, que icen qu'eh güenamoza y joen. . .

El Negro marchaba unos pasos delante, y le hablaba mostrándole el perfil. Él lo miraba desde arriba de su caballo, con la vista aguzada, pronto a disparar al menor movimiento extraño.

—Sería una pena que enviudara la patroncita...

Pausa. El perfil sonreía apenas, con malicia.

—. . . o que enviudara uhté . . .

—Si dices media cosa más, te meto un tiro.

—¡Por Dioh, patrón!

—Cállate.

—Ni que me tuviera miedo—murmuró, fríamente socarrón, demorándose en las palabras. Y de improviso, en un instante, se inclinó y cogió una piedra, y cuando iba a lanzársela, él oprimió el gatillo, una, dos, tres veces. Un par de balas se alojó en la pierna izquierda del Negro, que permaneció inmóvil, esperando. Ambos jadeaban.

—¿No 'e, patrón? La embarró. Ahora no voy a poder andar.

Lo ató con el lazo cuidadosamente, haciéndolo casi un ovillo, y lo puso atravesado sobre la montura, de modo que sus pies colgaban hacia un lado y la cabeza hacia el otro. Así, tirando él de la brida, lo condujo hasta las casas del fundo. Cuando llegaron, el Negro se había desangrado con profusión: su pantalón estaba salpicado de rojo, salpicada también la cincha, y un reguero de puntos rojos marcaba el camino por donde vinieran.

Desde el pórtico de entrada los vio ella. Primero se alarmó por su marido, creyendo que podía haberle ocurrido algo, mas pronto se dio cuenta de que se hallaba bien. Adivinando la respuesta, preguntó muy quedo:

—¿Quién es?

—El Negro.

Pálido, desencajado, el Negro alzó el rostro con gran esfuerzo, la observó fijamente. Todavía ahora sentía incrustados en su carne esos ojos de acero, llameantes en medio de la extrema debilidad y tintos de un objetivo toque perverso. Recordaba que se puso a temblar. Luego la cerviz del bandido se inclinó, mustia.

—Se desmayó. Habrá que curarlo—dijo el esposo..

—¿Tiene heridas graves?

—No. Le di en el muslo, pero es necesario contener la hemorragia.

—Yo lo curaré.

Él la cogió del brazo.

—¿No te importa?

Sonrió débilmente.

—No. No me importa. Déjame.

Su mano vibraba al ir cogiendo el algodón, la gasa, yodo. El corazón le golpeaba con extraordinaria violencia, y por momentos le parecía que iban a reventarle las sienes. Le parecía que se ablandaban sus piernas al avanzar por el largo corredor hasta el cuarto donde yacía el hombre. Lo halló puesto sobre una angarilla, con las muñecas sujetas a ambos costados y las piernas abiertas, cogidas con fuertes sogas que se unían por debajo. Era la imagen de la humillación.

Se veía más repuesto, sin embargo.

—Buenas tardes—musitó.

La miró él de pies a cabeza. Dejó pasar un largo minuto. Por fin replicó, en tono de endiablada ironía:

—Güenah tardeh, patrona.

Le alzó el pantalón con timidez. La desnuda carne lacerada, cubierta de machucones y cicatrices, inspiraba la lástima que podría inspirar la carne de un mendigo. Con agua tibia lavó la sangre, cuyo flujo era ya menor, para ir aplicando después, en medio de enormes precauciones, el yodo, que lo hacía recogerse en movimientos instintivos.

—¿Duele?

El Negro no replicó, pero sus músculos permanecieron rígidos desde ese instante, y el silencio—apenas roto por el sonido metálico de las tijeras o por el crujir del paquete de algodón—pesó en el aire de la pieza con ominosa intensidad. Le resultó eterno el tiempo que tardó en concluir. Era difícil pasar las vendas por entre tantas ataduras, y entre el cuerpo del hombre y las parihuelas, especial porque él mismo no cooperaba. Al contario: diríase que gozaba atormentándola con su propio sufrimiento.

Terminó.

Calladamente reunió sus cosas y se levantó para partir.

—Patrona . . .

Se volvió. Los ojos pequeños, sombríos, del herido la miraban con una mirada indescriptible.

—Le agradehco, patrona.

—No hay de qué—balbució.

Mas él no había acabado:

—Si me llevan preso, me van a joder.

Pausa.

—El patrón no gana naa, ni uhté tampoco. si llego a ehcaparme dehpuéh, le juro que la dejo viuda. . . Sería una pena.

Ella no sabía qué hacer ni qué decir. Por fin se fue, paso a paso, hacia la puerta.

—Hasta luego—articuló, con voz que apenas se oía.

De pronto el Negro se puso tenso. Habló, y su tono palpitaba una dureza feroz:

—¡Y a ti tamién te mato, yegua fina!

Salió precipitada, yerta de espanto.

En los dos días que demoraron en venir los carabineros no hizo sino pedir a su marido que permitiera huir al preso.

—¿Por qué va a enterarse nadie? Le dejas camino hecho, sin contarle siquiera. Ni a él. Podrías ponerle un cuchillo al alcance de la mano. ¿Quién sabría?

—Yo.

—Amor.

—Estás loca.

—Hazlo. Te. . .

—Pero si es tan absurdo.

—No voy a vivir tranquila.

—Y si lo suelto, ¿cuántas mujeres dejarán de vivir tranquilas?

¿Cuántas perderán a sus hijos, o. . ., o. . . ? Tú sabes cómo lo encontré. Esa pobre muchacha tenía su novio, tendría sus esperanzas, sus planes, igual que tú cuando nos casamos. ¿Y ahora? El novio no quiere ni verla. Le ha bajado por ahí el honor, al imbécil. Y ella. .., bueno. Está vacía. Nada va a ser como antes para ella. Por el Negro. Por este bruto. ¿Y quieres que tu miedo le permita seguir haciendo de las suyas?

—Va a escapar.

—No veo. . .

Fue en vano insistir. Sin embargo, algo en su adentro se resistía a toda razón, sobre toda razón la impulsaba a desear que aquello se arreglase en cualquier forma, de modo que el Negro se viera libre y ellos no tuvieran encima la espada de Damocles de su venganza.

Pero nada ocurrió. Cuando los carabineros llegaron, el preso rugía de ira, echaba maldiciones horrendas, se debatía. Insensible a los golpes que le daban para aquietarlo, gritaba:

—¡Me lah vai a pagar, futre hijo'e perra!

Por un instante la vio.

—¡Y voh tamién, yegua!

La agitó a ella una sensación de angustia. Habría deseado decirle palabras que lo calmaran, pedirle perdón incluso, mas eso era un disparate, y, mientras, no podía dejar de permanecer ahí clavada, viendo y oyendo, llenándose de un terror frío y profundo.

...Las imágenes comenzaron a hacerse vagas, a moverse de una manera distorsionada en su mente, a medida que tornaba el sueño. Traspuesta aún, veía los ojillos agudos, pérfidos, del hombre. Su rostro sin afeitar, que cruzaban dos tajos de pálidas cicatrices. La mandíbula cuadrada, sucia. Los labios carnosos, entre los que asomaban sus dientes amarillos y disparejos y ralos, y unos colmillos de lobo. La cabeza hirsuta, la estrecha frente impresa de crueldad. En los labios había una especie de sonrisa. Murmuraban "Yegua", sin gritarlo, sin violencia ahora, suavemente, cual si fuera una galantería.

O tal vez una galantería obscena, de infinita malicia. Se revolvió en el lecho, sintiéndose herida y escarnecida, presa del semisueño y de su lógica ilógica, atrabiliaria, tan fácilmente cómica y tan fácilmente diabólica. Algo la ataba a esa comarca donde parece estar el germen de la pesadilla, y también el germen de la maldad que se oculta, del ridículo, de la muerte; donde la alegría, el dolor, la desesperación, pierden sus límites. Atada. Y el Negro la miraba, y sonreía, y le decía "Yegua", y en seguida no sonreía, sino que estaba tenso, todo él tenso cual un alambre eléctrico, y continuaba repitiendo la misma palabra, en un tono de odio sin ira que se le metía en la carne y en la sangre y en los huesos (Amor, amor) , y dentro del pecho el corazón se puso a saltarle, desbocado, y de pronto tenía el cabello suelto, flotando al viento, y no era más ella, sino una potranca galopando en medio de la oscuridad, y aunque iba por una llanura se oían crujidos de madera (Amor ) y sobre todo ladridos que se acercaban poco a poco y su furia medrosa producía eco, tal si repercutieran entre cuatro paredes. . . Se acercaban, la rodeaban, iban a moderla esos perros. . .

Despertó con sobresalto.

Se quedó unos instantes semiaturdida, observando en torno. Ningún cambio: su marido yacía ahí al lado, tranquilo. La luna daba de lleno sobre la ventana del costado izquierdo, en cuyos vidrios refulgían las gotas de lluvia. Todo igual.

Suspiró.

Luego, lentamente, el trote de un caballo hizo oír su claf-claf desde el camino.

¿Qué sería? Trató de ver en su reloj, mas no lo consiguió. Un caballo. Amor—quiso decir—, un caballo. Pero calló. Escuchaba con el cuerpo entero, con el alma. Reales ahora, los ladridos se convirtieron en una algarabía agresiva. Sonó un golpe seco, un quejido, nada. El claf-claf también cesó: estaría desmontando el jinete.

—Amor.

El marido gruñó una interrogación ininteligible, entre sueños.

—¡Amor!—repitió ella.

—¿Qué hay?

—Alguien viene.

—¿Dónde? ¿Qué hora es?

—No sé.

De un soplido apagó el fósforo que él empezaba a encender.

—No. No prendas la luz. Venía por el camino.

El hombre se levantó, echándose una manta encima, y se acercó a la ventana que daba hacia afuera. Corrió la cortina en un extremo.

—¡Diablos!—exclamó.

La mujer no se atrevió a preguntar. Sabía. En unos segundos, él estuvo a su lado susurrándole instrucciones:

—Es el Negro. No te preocupes.—Abrió una gaveta—. Toma, te dejo este revólver. Ponte en ese rincón, y si asoma, disparas. No hará falta. Trata de conservar la calma, amor. Apunta con cuidado. Yo voy a salir por el corredor para sorprenderlo. Ten calma. No pasará nada.

La besó, cogió otro revólver del velador y se fue, con el sigilo de un gato, antes de que ella hubiera podido articular palabra.

Esperó.

Tenía la vista fija en el marco de cielo encuadrado, estrellado. A cada instante le parecía ver aparecer una sombra, ver moverse algo en la sombra. Cuídate, amor. Dios mío, que todo salga bien.

Cayó una gota del alero. Hacía rato que no caía ninguna.

Sopló una ráfaga de viento.

Otra gota.

Silencio.

Sintió un frío que la calaba.

Una tabla crujió. Sobresaltada, se volvió hacia la puerta. ¿No habría entrado el Negro por otra parte? Transcurrieron cinco, diez, quince segundos. No se repitió el crujido. ¿Y si apareciese por la ventana interior? Trató de imaginar cómo y por dónde lo haría. Podía trepar el muro bajo de la huerta, saltar... Sin embargo, estaba cojo aún. Y los dos mastines le impedirían pasar. No. Por ahí no era probable.

Una tercera gota se desprendió del alero.

¿Cuánto tiempo habría transcurrido? Tres gotas, pensó. ¿Habría un minuto, medio, entre gota y gota? ¿O no se producían a intervalos regulares? Cuarta gota.

Estaba claro, dentro de la oscuridad. Tal vez ya iba a amanecer. Tal vez llegara la mañana y vinieran los inquilinos, y entre todos apresaran de nuevo al Negro. . .

Quinta gota.

¡Por Dios! Trató de rezar: Padre nuestro, que estás en los Cielos, santificado sea... No. Era absurdo. No podía.

Sexta gota. Después un crujido. Se puso atenta.

Nuevo crujido.

No se encontraron. Viene ahí.

El crujido siguiente fue junto a la puerta. La puerta se abrió, dejando entrever una masa de sombra más densa. Disparó. Se escuchó un murmullo quejumbroso, breve; luego el caer de un cuerpo al suelo. Luego, débilmente:

—Amor . . .

Arrojó el revólver y se abalanzó hacia la entrada. Tocó el cuerpo: era su marido.

—¡Por Dios, qué hice!

Él:

—Pobre amor. Huye.

Trató de acariciarle la frente, y al pasar por la piel sus dedos se encontró con la sangre, que fluía a borbotones.

—Voy a curarte.

El hombre no respondió.

—¡Amor! ¡Amor! Silencio. Una tabla volvió a crujir. El revólver. Retrocedió para buscarlo a tientas, pero sus manos no dieron con él. La segunda silueta apareció entonces en la puerta.



Agradecimientos a  http://www.angelfire.com/la2/pnascimento/cchilenos.html





viernes, 6 de agosto de 2010

Breve homenaje a Rodolfo Rojo

Rodolfo Rojo junto a su esposa en el lanzamiento de su libro "Poemas y Poetas clásicos ingleses"


Probablemente no mucha gente conozca a Rodolfo Rojo y, por lo mismo, estas palabras se hacen necesarias.

Don Rodolfo ha muerto. No sé cuándo pasó ni tampoco las circunstancias. Sólo sé qe ya no podrá hablar de poesía con nosotros, aunque quizás ahora tal vez lo haga con su admirado John Donne.

A él lo conocí en la Universidad de Chile en un curso sobre Poesía Inglesa en la que era un experto profesor. Amablemente y con mucha simpatía nos hablaba sobre los poetas anglosajones como si fueran viejos amigos. Don Rodolfo no veía en las letras un campo de batalla en la que en vez de ideas pelearan los egos, sino una manera de vivir. Sin aspavientos, ni exigiendo reconocimientos debidos, se dedicó a comunicarnos esas viejas palabras que en él adquirían nueva vida. Siempre abierto a la discusión, todos nosotros y también él aprendíamos de sus clases. Y aunque muy admirador de sus ciertos autores, no tenía reparo en cortas las cabezas de quien fuese en sus comentarios, pese a que pudiese ser una luminaria académica o poética o lo que fuese, porque le era fiel a su mirada y a lo que consideraba verdadero.


Hace unos años publicó un libro llamado Poemas y Poetas Clásicos Ingleses, que era una especie de compendio final de su trabajo como investigador y más bien de su vida como lector. Muchas veces compartió con nosotros, dentro y fuera de la sala, sus distintas traducciones posibles a esos textos tan admirados por él que, por lo mismo, debían mantener su encanto original en una lengua en la que nunca fueron pensados. Humildemente, a veces nos pedía nuestra opinión y también la aceptaba. Pronto supimos que tanta dedicación se debía a la pronta publicación de este trabajo y entendimos también de su importancia. Yo lo tengo en mi poder y lamento no haberle pedido que me lo firmara en su momento, ocupado como estaba en autografiar su texto a otras personas en su lanzamiento. Cansado como estaba, no era bueno exigirle tanto y el haber compartido con él, ya es suficiente pago.

Don Rodolfo sabía que la vida se le iba y nos lo decía. Estaba apurado por vivir, pero tranquilo. Este libro le dio sentido a gran parte de su vida. El mejor homenaje: leerlo.

sábado, 19 de junio de 2010

Ha muerto Saramago


Hoy 18 de junio de 2010, ha muerto José Saramago a la edad de 87 años producto de una leucemia. Nuestros recuerdos para él.




Agradecimientos a davidfs.files.wordpress.com por la foto.

martes, 15 de junio de 2010

Algunas palabras sobre el Padre Ubú



El Padre Ubú es de esos personajes que generan una mitología alrededor de sí. Creado por Alfred Jarry a fines del s. XIX (aunque basado en otro personaje de un compañero de colegio, hay que decirlo) reúne en sí características que quizás en un ser de carne y hueso podrían ser repulsivas, pero que en el mundo de la imaginacón llegan a ser queribles por lo memorables que son. 

Aparecido publicamente con Ubú Rey (parodia entre Edipo Rey de Sófocles y Macbeth de Shakespeare), siguió su periplo literario por otras obras de Jarry como Ubú en la Colina, Ubú encadenado, Ubú cornudo, El Almanaque del Padre Ubú, etc. En ellas, pasa de fiel servidor a traicionero tirano; de megalómano obsesivo a un voluntarista esclavo, en definitiva, pasa por los extremos y, de paso, nos aborda a todos.

Tan "atractiva" fue su figura, que su mismo creador cayó en su influjo y poco a poco fue mimetizándose con él, adoptando sus modales y su forma de hablar. En algún momento, fue él el cruce entre la realidad y la ficción. 



Sin embargo, aquella puerta a la fantasía está llena de contradicciones: Por un lado, cobarde, avaro, violento y con una panza que simboliza la gula hasta un nivel metafísico, ignorante y vanidoso; pero por otro, su negatividad alimenta una "absurdidad" que trastoca las consecuencias de sus actos y se transforma en la cuña que degarra la supuesta racionalidad de nuestro mundo.

Inventor de la patafísica ("la ciencia de las soluciones imaginarias") nos invita a descubrirnos en medio de situaciones absurdas, pero llenas de verdad, con una pedantería ignorante que desenmascara a los pedantes con mucho humor. Ubú es el espejo de lo que somos.


¿Dónde puedo leerlo?

Hay diferentes versiones y ediciones de las distintas obras "úbicas". De hecho, esa es una de las dificultades, ya que varias obras "distintas" son en realidad versiones de una obra aún no "decantada". Por ejemplo,  Les Polyèdres es el nombre previo de Ubú Cornudo. Un buen compendio es Todo Ubú de Club Bruguera, aún encontrable en librerías de viejo o cunetas especializadas.




Agradecimientos a la "Library Aucland" por las fotografías de Ubú y al blog Alexandria

martes, 25 de mayo de 2010

"Déjame entrar". No es otra película de vampiros


El éxito de la saga Crepúsculo escrita por Stephanie Meyer y que ha sido llevada al cine, ha puesto de moda al vampirismo, así como a otros temas afines (hombres lobos, entre otros), con el efecto contradictorio de que por un lado ha fomentado libros y películas de este tipo, pero por otro, ha opacado con su popularidad a algunas de estas mismas obras.

Déjame entrar (Låt Den Rätte Komma In) es una película que se agradece dentro de este panorama, ya que ante los edulcorados vampiros casi "veganos" (está bien, comen animales, pero dentro del mundo vampiro, eso es como preferir la carne de soya) y que no pueden estar al sol, no porque estén malditos  y puedan morir ante la luz y todo lo que que eso significa como seres de la noche, sino porque "brillan como diamantes", se nos presenta aquí una imagen más "clásica" del vampiro, que se demuestra desde el título. Recuérdese que ellos no pueden entrar en una casa si no se les invita. Y es esa una de las claves de la trama.

Basado en la novela de John Ajvide Lindqvist, del mismo nombre, cuenta la historia de Oskar, un niño que está entrando en la pubertad, que vive con su madre en unos departamentos de una pequeña localidad de Suecia y que tiene el raro pasatiempo de coleccionar recortes de noticias sobre crímenes violentos. Él es acosado constantemente por un grupo de compañeros, quienes se burlan constantemente de Oskar. Debido a ello, éste fantasea constantemente con vengarse a cuchillazos.

Durante uno de esos "juegos" en que clava un puñal en un poste, conoce a Eli, una niña de unos 12 años, que ha llegado hace poco al edificio donde vive junto al que parece ser su padre. Este último se verá involucrado en algunos asesinatos que provocarán un vuelco en la situación de ella.

La relación de ambos niños se irá desarrollando hasta un incipiante romance cargado de compañerismo y que sincerará la naturaleza de Eli y dejará al descubierto la fragilidad de su existencia y su ambigüedad de su carácter: mata para sobrevivir y no por gusto; ha vivido mucho tiempo y parece una niña; anda descalza y con ropa vieja y, sin embargo, puede matar a un adulto sin mucho esfuerzo.


Contar una historia con susurros

Un valor de la película es el de crear una atmósfera dejando las cosas por sugerir. Debido a que hablamos de vampiros, el sigilo y el susurro, son rasgos que ahondan en el misterio y el temor, pero que en este caso potencian además el carácter de los personajes.

La acción transcurre en los años '70 o principios de los '80, pero sólo lo sabemos por las vestimentas y los artículos tecnológicos que se muestran, como cassettes, cubos rubik, modelos de auto, etc.

Otro aspecto que queda en silencio es la situación familiar de Oskar. Si bien queda clara la separación de sus padres, no se profundiza mayormente, aunque se desliza levemente la homosexualidad del padre.

Del mismo modo, la sexualidad ligada a la violencia tiene un estatuto especial. Si bien es consustancial a los vampiros, en este caso es asociada a niños. Aunque fuerte en el papel, el tema es trabajado de una manera seria y profunda, lo que hace que la trama no caiga en el morbo. Miradas, actitudes, gestos, cobran más sentido que alguna escena explícita. Se potencia la relación del "padre" de Eli con ella al igual que una ambigüedad sexual de este personaje que si bien se explicita en el libro, aquí adquiere una fuerza nueva, para quienes estén atentos a los detalles.

Con los silencios, el amor se vuelve ambiguo, pero a la vez más profundo que una relación adolescente lleno de clichés.


Tradición y modernidad del vampiro

Siempre es bienvenida la innovación en la tradición, pues revive lo que puede llegar a transformarse en una reliquia cultural que, aunque valiosa para un museo, ya no dice nada a nadie. Pero en un momento en que los vampiros han sido transformados en adolescentes con una estética Calvin Klein y sus conflictos son tan profundos como su maquillaje, el que se nos plantee un vampiro "clásico", se agradece.

Precisamente por eso, la frase "déjame entrar" deja de ser un cliché de la tradición literaria y adquiere un sentido "humano" relacionado con la entrega hacia el otro. Por eso esta película, no se trata sólo de violencia y muerte, ni tampoco sólo de un amorío adolescente, sino de cómo vivir con el otro.


Si quieres ver la película: Déjame entrar (Prefiero la versión 4)
Si quieres bajar el libro: Déjame entrar


Poster de la película gentileza de http://cinefreaks.wordpress.com

martes, 18 de mayo de 2010

Ubú encadenado (fragmento), Alfred Jarry


LORD CATOBLEPÁS. desde luego que sí, pero no me parece suficiente. Anda, Jack, pregúntale a ese guardia si realmente es éste el palace del rey.
JACK. (Al primer hombre libre.) Señor militar, ¿puede infomarme si es éste el palace del rey?
SEGUNDO HOMBRE LIBRE. (Al primero.) La verdad te obliga a informar de que no tenemos rey y de que, por tanto, este edificio no puede ser su palacio. Para algo somos hombres libres.
PRIMER HOMBRE LIBRE. (Al segundo.) ¿Que la verdad me obliga? ¿Acaso no somos hombres libres, como bien dices? Siendo así, debemos desobedecer incluso a la verdad... Así es, señor extranjero. Ese edificio que veis ahí es el palacio del rey.
LORD CATOBLEPÁS. ¡Oh! Acaba de ocasionarme una gran pleasure, señor. Tome, una buena propina para usted... ¡Jack! (El criado hace una inclinación.) Anda, llama a la puerta y pregunta si podemos entrar para visitar al rey. (Jack cumple lo que le encargan.)



*Datos a saber: El "palace" es la cárcel en la que se encuentra el Padre Ubú, condenado a estar encadenado y a la espera de su traslado a las galeras de Solimán.

lunes, 26 de abril de 2010

Surrealismo frente a Realismo Socialista


Hubo un tiempo en el que los artistas y los intelectuales se desangraban entre sí en disputas ideológicas que iban más allá del buen gusto o la aceptación de tales o cuáles obras o tendencias. Tenían que ver nada menos que con el destino del arte y del tipo de humanidad a la que aspiraban. Antes y después de la II Guerra Mundial, entre grupos vanguardistas y el "arte tradicional", y después con mayor fuerza el arte "socialista" encarnado en el "realismo socialista" contra las otras dos tendencias englobadas por el estalinismo como "arte burgués".

Quizás en este momento "postmodernista" y supuestamente desideologizado, disputas como esta no le harán sentido por considerarlo tal vez periclitado. Sin embargo, es interesante analizar la lógica detrás de los discursos esgrimidos en la polémica, que explican en parte el camino que tomó posteriormente el arte actual.

Una aproximación a lo anterior es el libro Surrealismo frente a Realismo Socialista, que desde la portada intenta señalar las diferencias entre uno y otro grupo. Se trata de un texto que recopila fragmentos y artículos referente a esta polémica de André Bretón y Louis Aragon, algunos de los cuales se refieren directamente entre sí.

André Breton


Origen de la polémica: De la ilusión revolucionaria a la enemistad

Ciertas tendencias vanguardistas vieron reflejado su ideal de cambio social que intentaban a través del arte en la Revolución Rusa, entre ellas el Surrealismo. La revolución política podría acoger los intereses artísticos de quienes querían revolucionar la sociedad por medio del arte.

Pese a esta confluencia, con el tiempo este entusiasmo decayó. Posturas vanguardistas como el surrealismo fueron atacadas por la ortodoxia soviética, en especial cuando se instituyó al "realismo socialista" como el arte oficial del régimen, que entendía a aquellas posturas estéticas como parte de un arte burgués decadente y antirrevolucionario. Por su parte, el surrealismo atacó al estalinismo como autoritario y a su estética como una impostura.

La dogmatización de las posiciones estéticas produjo un terrible aunque interesante escenario: significó el quiebre de movimientos que en un principio estuvieron de acuerdo con el bolchevismo. Caso particular es el del surrealismo, en el que militaran André Breton y Louis Aragon, pese a que terminaron en polos opuestos en la polémica: Mientras Breton extremó el libertarismo en el arte y se acercó al perseguido Trotsky, Louis Aragon aceptó completamente los postulados estalinistas.

Louis Aragon

¿Qué es el "realismo socialista"?

El libro contiene algunos documentos imprescindibles para entender la polémica. Por ejemplo, se puede encontrar la definición de "realismo socialista", la que se da por sentado muchas veces en la discusión. En el artículo de Aragón "Paréntesis sobre los Premios Stalin" cita la definición dada por la Unión de Escritores Soviéticos:

"El realismo socialista, por ser el método de base a la literatura y de la crítica soviética, exige del artista una representación verídica, históricamente concreta de la realidad en su desarrollo revolucionario. Además, el carácter verdadero e históricamente concreto de dicha representación artística de la realidad debe combinarse con el deber de transformación ideológica y de educación de las masas dentro del espíritu del socialismo."

Esto, que en una primera instancia parece ser una declaración de buenas intenciones, significó el inicio de una purga que escindió al surrealismo y a otros movimientos.


¿Debe el arte limitarse en pos de la revolución social?

Según André Breton, el arte debe ser totalmente libre y en este aspecto, existe una relación con el papel político. Hablando de Trotsky dice lo siguiente: "(...) colocándose en el único punto de vista correcto, en el punto de vista común al revolucionario y al artista que es el de la liberación humana."

En esta supuesta confluencia, la limitación que impone el estalinismo a la creación artística vuelve al realismo socialista una impostura que debe ser atacada:

"Con toda la fuerza con que, al referirnos a ejemplos ilustres del pasado, negábamos que el arte de una época pueda consistir en la pura y simple imitación de los aspectos que esta época reviste, rechazamos como erróneas la concepción del "realismo socialista" que pretende imponer al artista, excluyendo cualquier otra, la pintura de la miseria proletaria y de la lucha emprendida por el proletariado para su liberación. Por lo demás, esta última tesis está en contradicción flagrante con la enseñanza marxista: "Cuanto más ocultas permanecen las opiniones (políticas) del autor, escribía Engels en abril de 1888 a Miss Harkness, más valioso resulta ese hecho para la obra de arte". Negamos formalmente que se pueda hacer obra artística y ni siquiera, en último análisis, obra útil aplicándose a expresar solamente el contenido manifiesto de una época. Por el contrario, lo que el surrealismo se propone es la expresión de su contenido latente." (Límites no fronterizos del surrealismo)

Es así como no puede aceptarse la limitación de temas o medios, pese a la imposición política. Es particularmente interesante al respecto el siguiente pasaje:

"Naturalmente, reconocemos al Estado revolucionario el derecho de defenderse contra la reacción burguesa agresiva, incluso cuando se cubre con la bandera de la ciencia o del arte. Pero entre esas medidas impuestas y temporales de autodefensa revolucionaria y la pretensión de ejercer una dirección sobre la creación intelectual de la sociedad hay un abismo. Si bien, para el desarrollo de las fuerzas productivas materiales, la revolución se ve obligada a erigir un régimen socialista centralizado, para la creación intelectual debe establecer y asegurar desde el principio un regimen anarquista de libertad individual. Ninguna autoridad, ninguna imposición, ¡ni el menor asomo de mando!" (Por un arte revolucionario independiente)

El realismo socialista parece ser una simplificaciónIII Internacional. La bondad del ideario esconde el hecho de subestimar al público al que le está destinado este tipo de arte.

Louis Aragon intenta hacer una defensa de los postulados soviéticos, pero queda la sensación de que esa "profundidad" existe más bien en la crítica que en la práctica, pues él mismo acusa a ciertos "realistas socialistas" de "naturalismo" o "populismo", que son formas de degradación del realismo. Si bien se podría defender una posición como esa, esto esconde el hecho de que se mantiene el ataque a posiciones estéticas diversas a las postuladas por el partido. Y eso es lo importante del debate: la libertad de la creación.

Para respaldar dicha libertad, Breton sostiene sus posiciones estéticas desde el mismo marxismo, citando a los fundadores de dicho movimiento, como en el fragmento de Engels un poco más arriba, y al mismo Marx.

"En nuestros días, debemos recordar vigorosamente la idea que el joven Marx tenía sobre la función del escritor. Es claro que esa idea debe extenderse, en el plano artístico y científico, a las diferentes categorías de productores y de investigadores. "Naturalmente, dice, el escritor debe ganar dinero para poder vivir y escribir, pero en ningún caso debe vivir y escribir para ganar dinero... El escritor no considera en absoluto sus trabajos como un medio. Son fines en sí, son en tan poca medida un medio para él y para los demás que, en caso necesario, sacrifica su existencia a la de estos trabajos... La primera condición de la libertad de prensa consiste en no ser un oficio."" (Por un arte revolucionario independiente)

Creo que el error fundamental del "realismo socialista" (y lo señala también Breton) es la confusión entre medios y fines. Si bien su proyecto es transformar la realidad desde una ideología materialista, cree que la única forma de lograr una conciencia del estado de la sociedad es mediante un realismo. Y aunque Aragon se defienda en que la postura soviética es más profunda y que no hay que caer en estéticas falsarias como el populismo o el naturalismo, la verdad es que poco se hizo en ese tiempo por artistas que analizaron muy bien la sociedad burguesa de su tiempo, pero por medios estéticos más cercanos al "arte burgués", como Kafka.

Esa confusión entre medios y fines es señalada por Breton, y Aragón, aunque se hace cargo de la crítica, soslaya la situación y justifica al realismo socialista echando mano de la tradición rusa y su confluencia en el "arte soviético".


Conclusión

Aunque nos pareciera que esta disputa está muy lejos de las preocupaciones más actuales, es muy útil para prevenirnos de posturas que quizás en un futuro cercano puedan desarrollarse.

El arte es un péndulo y lo que ahora prevalece o, por lo menos se muestra cada vez más, es una estética de academia en donde la especialización es mayor, lo que ha provocado dos situaciones: la teorización extrema de la mano de la abstracción, y el consecuente alejamiento de las personas comunes. Esto podría desencadenar posturas polarizadas como las que desencadenaron el conflicto al que alude el libro.

Quizás los contextos han cambiado, pero en un mundo en el que la ideología parece ser que no hay ideologías, en que el arte es cuestionado por ser inútil en una sociedad basada en el mercado, en donde se nos ha dicho que después de Auschwitz no es posible la poesía, es bueno, por lo menos, cuestionarse sobre la función del arte como agente de cambio social, como portador de un mensaje, la profundidad de la relación entre fines y medios y, en última instancia, entre arte y política.


Ficha

Título: Surrealismo frente a Realismo Socialista
Autores: André Breton / Louis Aragon
Editoral: Tusquets Editor
Año: 1978

sábado, 10 de abril de 2010

Defensa crítica del mechoneo: el problema es otro (para variar)

Un nuevo año universitario que comienza, y como siempre se pone el grito en el cielo con respecto al mechoneo. Los nuevos estudiantes le temen, los viejos lo esperan para desquitarse, los padres y los medios se escandalizan ante esta práctica violenta y vejatoria. ¿Para qué, por qué, de dónde viene?


Primero acuden a nuestra mente las novatadas de las universidades norteamericanas, que hemos visto en tantas películas y series que ya asumimos como verdaderas. Así que el mechoneo se inscribe en la misma lista de Halloween, los Baby-shower, los malls y el libre mercado. Y Homero Simpson. ¿Es necesaria tanta humillación, degradación y violencia? se preguntan diarios electrónicos y en papel. Para Halloween, ¿es necesario tanto horror en niños? Disfracémoslos de angelitos, se ven más lindos, más puros (disfrazar es una práctica tan común en ciertas clases en Chile).


Para ambas preguntas, la respuesta es sí. Y sí sobre todo en un país tan sin fiestas ni noción de comunidad como Chile. ¿Que son importados y no responden a nuestra identidad? Sí. Pero hace rato que nuestro mestizaje dejó de ser hispano-indígena. Tal vez para Halloween esté más de acuerdo en hacer algo local. Nosotros tenemos la noche de San Juan, y el primero de noviembre es el día de los muertos, tenemos nuestras brujas, fantasmas y monstruos, y otras formas de acceder a la muerte que tanto quieren alejar nuestros expertos en asepsia moral y sanitaria.


Pero el caso de hoy es el mechoneo. Es una muestra de qué ocurre cuando se saca del currículo escolar (disfrazadamente, dulce o travesura) la discusión filosófica, literaria y la indagación cultural en pos de una enseñanza técnica y útil para la vida (y para no discutir mucho, como a muchos conviene, porque es una lata, es mejor dedicarse al canto y a la pelota después del asado). El mechoneo es un rito de iniciación, uno más entre los muchos que han existido y siguen existiendo en la historia (pregúntele a sacerdotes, arte marcialistas, participantes de sociedades secretas, scouts, etc). Si se observa y googlea con calma y atención, se observará que todo rito de paso semantiza ese concepto abstracto en algo corporal que podemos observar, es decir, es un símbolo. ¿Cómo encarnar el paso de un estado a otro?


Soñé con la muerte, me salió el arcano 13 en el tarot, ¿me voy a morir? No, te vas a transformar. Dejas de ser lo que eras para transformarte en otra cosa, mudas de piel, dejas la crisálida, etc, etc etc. Pues es lo mismo en el mechoneo. Se trata de marcar el paso, transformar al novato en nada, despojarlo de su carga social, económica, política, etc. y sobre todo de su ego, para que llegue "virgen" o puro a la cofradía. Deja de ser lo que eras antes para que seas uno de los nuestros. ¿Es necesaria la degradación, la humillación? Absolutamente. ¿Cómo si no recordarte que vuelves a cero, que has muerto y naces a una nueva vida, donde solo eres uno más? ¿Es necesario el mendigar, despojado de ropas, humillado, sucio? Sí. Es una gran lección de humildad. ¿Y la violencia? ¿Qué me dice de la violencia?


La violencia siempre surge de la ignorancia. ¿Cuántos de los ejecutores del mechoneo están conscientes del valor simbólico de su acción? ¿Saben que al manchar el cuerpo, enlodarlo, rodearlo de basura, pintarlo, transformarlo en signo y texto de la degradación, lo inscriben, lo conjuran, y le hacen dejar atrás todo lo que fue para que inicie una nueva etapa? ¿Saben que la humillación tiene que ver con anular la altanería, la soberbia del ego de quien ha logrado el mayor triunfo de su vida, según cree? ¿Saben que la humillación común es una forma de crear comunidad entre cada nueva generación y la cofradía de la que se hacen parte?


La mayoría de los casos de violencia en los mechoneos surgen de no conocer qué significa, qué implica un mechoneo. Para muchas personas la palabra carnaval solo implica brasileñas con poca ropa o italianos enmascarados. No significa una ruptura de las jerarquías, una horizontalización de las relaciones, una musaraña al poder. ¿Cómo evitar la violencia en el mechoneo? Simple. Enseñando qué significa esta tradición, que implica. De ahí surgirá el límite entre la humillación simbólica y la traumática; entre la violencia arquetípica y la física; entre una fiesta de iniciación universitaria e intoxicados, heridos, y carabineros controlando el orden público.

[desde Plátanos Orientales]

domingo, 4 de abril de 2010

Lo cotidiano es un cristal

El terremoto

Aunque pareciera que nada se mueve, que las cosas estarán ahí, donde las dejamos y que la vida sigue una dirección regular, el terremoto fue la evidencia de que eso es lo aparente y que en realidad, lo cotidiano, es un cristal.
La tierra se mueve, pero a diferencia de los imperceptibles temblores diarios, un terremoto causa una fractura tan grande, que el terreno debe acomodarse. En la búsqueda de la estabilidad, podemos destruirnos. Las réplicas son misteriosas. No sabemos cuántas serán, ni por cuánto tiempo; tampoco qué tan graves serán. Sólo sabemos que sin duda vendrán.
Así como lo cotidiano pareciera no moverse, las casas destruidas, los puentes rotos y hasta la gente en la calle son sólo la superficie. Las réplicas vendrán sin duda. Y serán tal vez más de lo que estemos dispuestos a aceptar.


La literatura y lo real

Durante mucho tiempo se discutió el rol de la literatura (y del arte y la imaginación en general) respecto a la realidad. La mímesis, el didactismo, o el antinaturalismo vanguardista, son producto de esa duda. ¿Para qué "sirve" este montón de palabras que si bien nos dice algo, pareciera no referirse a nada?

T. S. Eliot decía que no existía "la poesía", sino que existían tantas "poesías" como definiciones de ella hubieran. Lo mismo es extensible a la literatura en general. Ante eso, hay una potencialidad ad infinitum de lo que la literatura podría ser.

Pero si la literatura es ante todo una forma de comunicación, expresará entonces lo que a nosotros como sociedad nos ocurre. En lo dicho y en los silencios (que a veces comunican más que las mismas frases), se despliega el mundo. No importa el detalle ni lo ilógico. En cada palabra y entre las líneas está el mundo. Con cada palabra sacamos el polvo a las cosas, descubrimos continentes en una mesa de centro, imperios caídos en la conversación de los amantes. Descubrir lo que siempre estuvo y buscar lo que no ha venido.