Estas palabras las dijo Robert Mugabe, el presidente recién "electo" de Zimbabwe, poco antes de ganar, en medio de un proceso con acusaciones de presiones indebidas y de fraude.
Mugabe, quien ha ostentado el poder en este país africano desde el año 80, les ha dicho a sus partidarios en medio de la campaña:
“No entregamos nuestro país por una simple cruz en una papeleta electoral. ¿Cómo puede un bolígrafo hacer frente a un arma?” (17/6/2008)
Las palabras de Mugabe reflejan un cinismo político y además son expresión del antiguo tópico de las armas y las letras. ¿Cuál de ellas es la más importante? ¿La razón o la fuerza?
En realidad, tales palabras lo reflejan pero desde una perspectiva parcial, porque en definitiva, la reflexión de los clásicos sobre la primacía de las armas o de las letras tenía en cuenta el hecho de que ambas cumplían la misma función. El Quijote era partidario de las armas, pero lo hacía porque eran ellas quienes defendían las leyes. Pero en el caso de Mugabe, ambas son vistas como enemigas. El arma es el instrumento más poderoso, y el voto se vuelve ridículo frente a ella. ¿Cómo no rendirnos ante esta evidencia?
Pero una reflexión como esa es un facilismo. Hacerle caso a Mugabe es rendirnos frente a la barbarie. El arma es el poder desatado. Si la cruz en un papel se vuelve ridícula, es porque se ha perdido su valor como expresión de una voluntad personal y popular. Esto ocurrirá siempre que se reduzca el voto a sólo una marca. Que el papel sea sólo un papel y la cruz sólo una raya en él. Si eso ocurre, estarán las puertas abiertas a un nihilismo social en el que el poder de la fuerza se muestra como la única salida.