Desde hace unos 10 años que asisto regularmente a la Feria Internacional del Libro de Santiago. Lo he hecho con la esperanza de la costubre de creer que encontraré alguna joyita que se me ha escapado de mis andanzas por librerías durante el año. Algunas veces tuve suerte. Pero debo admitir que cada vez la Feria es igual cada año.
Afortunadamente, el país invitado de este año es uno que ofrece mucha entretención desde la forma de expresarse corporalmente hasta lo que escribe: Colombia.
En medio de los libros, agrupaciones musicales ofrecen toda su alegría, contagiando al público presente. Además, una editorial le hace un homenaje en esta ocasión a Gabriel García Márquez.
Entiendo que debe haber una identidad, pero la Feria del Libro no ofrece muchas cosas novedosas. Lo mejor son algunas charlas y uno que otro lanzamiento, en salas más o menos cómodas, pero alejadas del grueso del público, el que está paseando por puestos editoriales que venden libros en general sobre los $5000. Y ese es tal vez el mayor defecto de la Feria.
Pareciera que han puesto las librerías dispersas por Santiago en un solo lugar, y en vez de tener que tomar una micro o el metro entre el centro y Providencia, ahora puedes ir a todas a pie, en la misma cuadra. Convengo en que eso es muy cómodo cuando se ha invitado a editoriales y librerías de provincia, pero valdría más la pena, si a esa comodidad le sumáramos la oportunidad. Un libro al mismo precio lo compro fuera o dento de la Feria. Las personas no acostumbradas a consumir textos literarios puede ver en la Feria la oportunidad de encontrar algo, pero quien sabe de catálogos porque se ha ensuciado las manos en los anaqueles de las librerías, sabrá que tal oportunidad es una ficción dada por la publicidad y la convergencia de muchos locales vendiendo textos.
Ofertas hay, pero son pocas. Los libros son caros. Pero no hallo la oferta cuando lo barato son $5000 o más por un libro. El Fondo de Cultura Económica vende libros especializados. Pero no veo la oferta en textos de $25.000, ni que los breviarios tengan el mismo precio que en su tienda. LOM sacó su oferta de 3 libros por $10.000 como en otros años y prefirió el descuento individual de 10%, el que se hizo común en varios locales. Pero ante textos caros, $1000 de descuento no es mucho dinero. Se destaca librerías como Fontana que ofrecía textos especializados a $1000.
No le echemos la culpa totalmente a las editoriales. Esto es la evidencia de una política equivocada en torno al libro. Impuestos altos a un bien que se entiende no es igual a un auto ni maquillaje. Algunos han culpado más al aislamiento geográfico y el pequeño mercado que representamos los pocos lectores de un país pequeño, pero si es así, el Estado debiera fomentar una política editorial que dispusiera de textos más baratos. Si no hay demanda, generarla. Para eso los publicistas nos hacen creer que necesitamos cosas que no necesitamos. ¿Por qué no generar una necesidad de leer, cuando sí lo necesitamos?
P.S.: No vi a Lafourcade. ¿Por qué no habrá ido una vez más a la Feria como lo hacía cada año? ¿Desencanto tal vez?
Afortunadamente, el país invitado de este año es uno que ofrece mucha entretención desde la forma de expresarse corporalmente hasta lo que escribe: Colombia.
En medio de los libros, agrupaciones musicales ofrecen toda su alegría, contagiando al público presente. Además, una editorial le hace un homenaje en esta ocasión a Gabriel García Márquez.
Entiendo que debe haber una identidad, pero la Feria del Libro no ofrece muchas cosas novedosas. Lo mejor son algunas charlas y uno que otro lanzamiento, en salas más o menos cómodas, pero alejadas del grueso del público, el que está paseando por puestos editoriales que venden libros en general sobre los $5000. Y ese es tal vez el mayor defecto de la Feria.
Pareciera que han puesto las librerías dispersas por Santiago en un solo lugar, y en vez de tener que tomar una micro o el metro entre el centro y Providencia, ahora puedes ir a todas a pie, en la misma cuadra. Convengo en que eso es muy cómodo cuando se ha invitado a editoriales y librerías de provincia, pero valdría más la pena, si a esa comodidad le sumáramos la oportunidad. Un libro al mismo precio lo compro fuera o dento de la Feria. Las personas no acostumbradas a consumir textos literarios puede ver en la Feria la oportunidad de encontrar algo, pero quien sabe de catálogos porque se ha ensuciado las manos en los anaqueles de las librerías, sabrá que tal oportunidad es una ficción dada por la publicidad y la convergencia de muchos locales vendiendo textos.
Ofertas hay, pero son pocas. Los libros son caros. Pero no hallo la oferta cuando lo barato son $5000 o más por un libro. El Fondo de Cultura Económica vende libros especializados. Pero no veo la oferta en textos de $25.000, ni que los breviarios tengan el mismo precio que en su tienda. LOM sacó su oferta de 3 libros por $10.000 como en otros años y prefirió el descuento individual de 10%, el que se hizo común en varios locales. Pero ante textos caros, $1000 de descuento no es mucho dinero. Se destaca librerías como Fontana que ofrecía textos especializados a $1000.
No le echemos la culpa totalmente a las editoriales. Esto es la evidencia de una política equivocada en torno al libro. Impuestos altos a un bien que se entiende no es igual a un auto ni maquillaje. Algunos han culpado más al aislamiento geográfico y el pequeño mercado que representamos los pocos lectores de un país pequeño, pero si es así, el Estado debiera fomentar una política editorial que dispusiera de textos más baratos. Si no hay demanda, generarla. Para eso los publicistas nos hacen creer que necesitamos cosas que no necesitamos. ¿Por qué no generar una necesidad de leer, cuando sí lo necesitamos?
P.S.: No vi a Lafourcade. ¿Por qué no habrá ido una vez más a la Feria como lo hacía cada año? ¿Desencanto tal vez?