jueves, 22 de noviembre de 2012

Chronicae Germaniae 5




Desde el país de los piluchos

Playa Freikörperkultur en el Neuer Garten (Potsdam)

 
Por alguna razón no tan desconocida, aunque nacemos desnudos, al poco tiempo nos llenan de ropa y conservamos ese hábito hasta la muerte. Y aunque en un principio esto tiene que ver con mantenerse abrigado y no enfermarse, lo cierto es que la ropa se queda con nosotros como una segunda piel que le indica al mundo –voluntaria o involuntariamente– el sexo, la clase social, la edad y hasta la religión de quien la usa. Incluso, en algunos lugares, no llevar la ropa que te corresponde o no llevarla de una determinada manera no es algo sólo de mal gusto, sino que puede estar penado por la ley. La ropa no es sólo telas de colores. La ropa nos define socialmente. Es parte de lo que somos.



Escultura en el Tiergarten (Berlín)
El primer mes de vivir en Alemania fue un constante descubrimiento de calles, edificios, monumentos, negocios y pequeños lugares. Pero cuando me interné con Nidia en el Tiergarten (Jardín de los animales) de Berlín para capear el calor del verano alemán bajo la sombra de los tilos, se nos apareció una señora completamente desnuda que se refrescaba el cuerpo con una especie de ducha. Alrededor de esta Venus un poco ajada, una horda de piluchos tomando el sol, como gatos satisfechos, ventilando su humanidad con la normalidad del living hogareño. Pero no estábamos en el interior de una sala. Estábamos en un parque en medio de la ciudad que es como si el Parque O’Higgins (aunque con muchos más árboles) estuviera en plena Alameda a la altura del Paseo Ahumada. Me costaba creer que tan cerca de la calle y a unos minutos del Brandenburger Tor (Puertas de Brandenburgo) y del Siegesäule (Columna del Triunfo) uno pudiera empelotarse sin más y a nadie le importara. Porque estar desnudo en Alemania está alejado del erotismo que tanto asociamos al cuerpo. Estar desnudo no es una incitación al sexo. Es una forma de liberarse por momentos de lo que la sociedad nos exige. Además, no son actrices ni modelos lo que se desnudan. Son dueños y dueñas de casa, personas comunes. Estos gatos satisfechos apenas se miran. Sólo quieren atrapar el esquivo sol alemán en su piel marmórea. 

Brandenburger Tor

Siegesäule (detalle de la parte superior)

Para sorpresa mía, ésta es una costumbre centenaria entre los alemanes. Mientras en la Inglaterra Victoriana los súbditos apenas asomaban sus muñecas y mostrar un tobillo era altamente recriminado, en esta tierra había clubes en donde tomar sol desnudos. Como todo totalitarismo, los nazis recelosos de cualquier muestra de libertad, censuraron este tipo de actividades. Pero las prohibiciones no son hábitos. Y el cuerpo es más que las leyes. Vamos siempre desnudos, aunque intentamos mentirnos usando trapos encima.

Schloß Cecilienhof

Cada verano, apenas se asoma el sol entre nube y nube, aparecen los piluchos en algún lugar de las ciudades destinados para ellos. Les llaman FKK, es decir, Freikörperkultur (cultura del cuerpo libre). En Potsdam, donde vivimos con Nidia, hay una playa en el Neuer Garten (Jardín Nuevo) en una orilla del Heiliger See (Lago Sagrado) y muy cerca del afamado Palacio Cecilienhof. Los turistas van a ver el hermoso edificio de estilo inglés donde se hizo la Conferencia de Potsdam, en el que las potencias ganadoras de la II Guerra Mundial decidieron el futuro de la vencida Alemania, y después siguen sacando fotos por el parque. Pocos saben, porque pocos descubren en realidad donde están, que a unos escasos metros del palacio, toman sol los piluchos. No hay cámaras para ellos. Aunque es posible que no les importe. A ellos sólo les interesa el sol y refrescarse de cuando en cuando en las aguas del pequeño lago. Ahí están las familias todas desnudas con sus niños jugando al sol. Los amigos bebiendo cerveza y comiendo un bretzel. Ahí están los jóvenes cambiándose el traje de baño sin taparse con toallas o pensando que alguien los mira con un deseo hiriente. La maldad está en el ojo del que mira, no en la desnudez del otro. Y aunque no se puede andar desnudo a toda hora y en toda ocasión, por unos momentos, no nos mentimos y nos sentimos un poco más libres.



FOTOS (c) Nidia Lizama Fica