La destacada artista Susana Wald está presentando su obra reciente en Oaxaca en una exposición llamada La vida sí vale. Como una forma de entusiasmarlos a que vayan, les dejamos un video promocional de la exposición junto con un texto preparado por Araceli Mancilla Zayas. Si pueden ir, no lo lamentarán.
La vida
sí vale
de
Susana
Wald
No podía
ser más que artista: a Susana Wald la poesía de la existencia se le apareció
desde antes de nombrarla. Le vino al nacer, como el oleaje interior que la mueve.
En explosiones más cortas o más largas,
ese movimiento interior, signado por la luna, la conduce desde dentro hacia los
otros. En periodos de creación demorados, extendidos, o en intervalos cortos, interrumpidos
de pronto en forma abrupta, su creación sucede.
Ante todo gran conocedora de sus técnicas y
de su oficio, su expresión como artista inició a través del dibujo y la
cerámica. Rodeada de reproducciones de obras de arte en blanco y negro, aprendió
a maravillarse con el cuerpo humano desde muy niña, y a trazarlo con destreza
al poco tiempo, después de estudiarlo y profundizar en el conocimiento de sus
herramientas plásticas.
Cerámica, dibujo, pintura, escultura, edición
de libros ilustrados, sin contar su trabajo como escritora, han sido las
veredas creativas en la “selva oscura” de Susana Wald, personaje del bosque, raíz
de su apellido.
Las series pictóricas que ha desarrollado le
han revelado, en uno y otro caso, aspectos ocultos de sí misma, observados
siempre con asombro y en los que indaga cada vez con mayor conciencia y
libertad expresiva.
Ya
desde el inicio de su pintura, y sin preverlo, aparece en ella el arquetipo de
la Gran Madre. Surge lo femenino arcaico pronunciándose desde el fondo del
tiempo, pero instalado de lleno ahora en su imago.
A partir de entonces los símbolos de su
alma, compartida con el resto del mundo, han sido, sucesivamente, “Mujeres de…”
en clara rebeldía ante su condición. “Ventanas” donde las manchas buscadas,
provocadas como método de creación, ofrecen descubrimientos inéditos, asociaciones
inesperadas. “Huevos” obsesivos, introspecciones hacia la sacralidad de lo femenino,
que contienen el ciclo de la resurrección. “Olas de vida” de agua iniciática,
en movimiento perpetuo, donde lo que tiene que suceder sucede, y sucede la
espiral. “Dualidades y triadas” en las que el desdoblamiento y la unidad del
ser se encuentran y dialogan.
Así, la artista minera, sumergiéndose en las
vetas del inconsciente, ha ido explorando, incansable, los símbolos escondidos
en los números, en los avatares de la feminidad y sus mitos, y en todo lo que
emerge cuando cierra los ojos. Además, medita sobre la muerte, a la que no teme,
sino la sabe la gran incógnita, el gran misterio que nos devuelve al punto de
partida.
En “Ártemis”,
su serie reciente, el detonante fue su experiencia al hacer las ilustraciones
para un libro de poesía, de origen francés, dedicado a lo femenino, para el
cual creó 50 dibujos conectados a la manera de un cadáver exquisito, que incluyen
a menudo un boceto de desnudo. Este trabajo, unido al estudio del mito de Ártemis,
diosa lunar de la antigüedad, prototipo de la autonomía femenina, amiga de la
naturaleza y protectora de las mujeres, dio pie a 19 pinturas que inician con
un autorretrato de la artista, quien en ese entonces estaba a punto de cumplir
80 años.
Cumplida esa fecha, Susana declara, en este
2018, que “La vida sí vale”, y cómo no. Se reafirma en esta nueva serie de
pinturas la libertad con la que, desde hace varios años, ha dejado atrás el uso
tradicional de la paleta de colores, la facilidad de lo conocido, y se entrega
para que ellos la lleven a donde debe ir.
Surgen en estas obras Démeter, Hécate,
Perséfone, fuerzas femeninas emergiendo en la plenitud de su singularidad frente
a este mundo más que nunca necesitado de las mujeres para cambiar, para ser
mejor, dice la artista. El inconsciente sigue siendo el impulso que hace brotar
las manos dentro de las cuales asoma la osa, la paridora, otra manifestación de
la Gran Madre. La Diosa está en nosotros y la rodean símbolos que conectan unos
con otros en una multiplicidad de acontecimientos que cada quien tendrá que
descifrar. En el fluir que propone la creadora se incluye el movimiento de la
tierra, el sismo, el terremoto dentro del cual también vivimos, a veces como
una abstracción.
En el entregarse a su arte día tras día,
durante los intervalos lunares del oleaje que la orienta, Susana Wald reconcilia
el haber aprendido ser individuo primero, para estar mejor con los otros, y su
pertenencia a una colectividad: su gremio, su entorno oaxaqueño.
Para valer la vida.
Araceli Mancilla Zayas