Pamela Uribe Valdés (traducción y edición)
Hace mucho tiempo una liebre llamada Soongoo’ra caminaba por el bosque en busca de comida. Al mirar hacia arriba a través de las ramas de un árbol de calabazas se dio cuenta que en la parte superior del tronco había un agujero con una gran colmena. Apenas la vio, decidió regresar al pueblo en busca de alguien que lo acompañara y lo ayudara a sacar la miel.
A medio camino se encontró con Boo'koo, la gran rata, que en ese momento estaba afuera de su casa. Éste, como digno caballero, lo invitó a entrar. Soongoo'ra aceptó la invitación y aprovechó para comentarle sobre la colmena, sin embargo, le dijo que su padre fallecido se la había dejado y que le gustaría compartirla con él.
Boo’koo entusiasmado, aceptó la oferta, así que ambos animales partieron de inmediato.
En cuanto llegaron al gran árbol de calabazas, Soongoo’ra señaló la colmena y le dijo que subieran. Los dos animales treparon por el árbol cada uno con un montón de paja, luego la encendieron para ahumar a las abejas y, de esta forma, sacar y comerse la miel.
En medio del banquete se apareció al pie del árbol el gran Simba, el león. Al escuchar aquel ruido les preguntó quiénes eran los que estaban en las ramas de aquel árbol comiendo la miel de su colmena.
Soongoo’ra le susurró a Boo’koo que no hiciera caso al viejo león porque estaba loco. Sin embargo, aquel silencio enfureció a Simba quien rugió: ¿Quién eres tú, digo?
Boo’koo se asustó muchísimo y respondió: ¡Solo somos nosotros! Al verse descubiertos, la liebre ideó un plan de escape. Primero, la gran rata debía envolverlo en la paja que todavía les quedaba, posteriormente la misma rata debía llamar al león para distraerlo y, de este modo, lograr que Simba se apartara del camino. Finalmente, él envuelto en paja saltaría desde lo alto y lo ayudaría a escapar desde el suelo.
Boo’koo hizo todo lo que la liebre le había pedido, sin embargo, cuando Simba se apartó y Soongoo’ra cayó al suelo, ésta en lugar de ayudarlo se arrastró hasta escaparse. A los pocos minutos Simba volvió a rugir: ¡Baja, te lo ordeno! y, sin ayuda, la rata grande bajó.
Tan pronto como estuvo al alcance de Simba, el león lo agarró y le preguntó: ¿Quién estaba ahí arriba contigo? A lo que Boo’koo respondió que Soongoo’ra, la liebre, era quien había saltado primero.
El león estaba algo incrédulo, pues no había visto a ningún animal bajar, sólo había visto la caída de un montón de paja. Pero tenía tanta hambre que no quiso perder el tiempo con explicaciones, así que sin nada más que preguntar, se lo comió. Luego buscó a la liebre, pero no la encontró.
Tres días después, Soongoo’ra visitó a su conocido Ko’bay, la tortuga, y lo invitó a comer un poco de miel de la colmena que supuestamente le había regalado su padre.
La tortuga con entusiasmo, pero a la vez con cautela acompañó a la liebre al panal del gran árbol de calabazas. Cuando llegaron, treparon cada uno con un montón de paja, ahumaron a las abejas y comenzaron a comer.
Al poco tiempo el gran Simba, dueño de la miel, apareció nuevamente preguntando quienes eran los que estaban arriba.
Soongoo’ra le susurró a Ko’bay que se callara, pero cuando el león repitió enojado su pregunta, Ko’bay comenzó a sospechar y dijo: Hablaré. Me dijiste que esta miel era tuya; ¿Tengo razón al sospechar que pertenece a Simba?
Cuando el león volvió a preguntar por la identidad de los ladrones, Ko’bay respondió: ¡Solo somos nosotros!
El león les exigió que bajaran a lo que nuevamente la tortuga respondió: ¡Ahora bajamos!
Soongoo’ra al verse atrapado otra vez le pidió a la tortuga lo mismo que le había pedido a la gran rata haciéndole la misma promesa: Te espero abajo.
Ko’bay aceptó, sin embargo, sospechó que la liebre quería huir y dejarlo para aplacar la ira del león. Por lo tanto, en cuanto la liebre saltó la tortuga gritó: ¡Allá va Soongoo’ra!
Así que Simba atrapó a la liebre y, sosteniéndolo con su garra, le preguntó qué podía hacer con él. La liebre, como siempre muy astuta, le recomendó que si quería devorarlo antes debía ablandarlo azotándolo contra una roca. El león aceptó la sugerencia, así que lo tomó de la cola, lo giró en el aire y lo lanzó contra una roca. Soongoo’ra, acostumbrado a saltar, aprovechó el impulso y escapó de un gran salto.
Simba, engañado y decepcionado, se volvió hacia el árbol y le exigió a Ko’bay: que bajara también.
Cuando la tortuga llegó al suelo, el león se dio cuenta que ese animal realmente era bastante duro. Pensó un buen tiempo en la manera más rápida de hacerlo comestible. Finalmente, la tortuga le sugirió que la única manera de sacar su caparazón era frotándolo contra el barro.
Al escuchar esto, Simba llevó a Ko’bay al agua y comenzó a frotarle la espalda. Lo que el león ignoraba era que las tortugas son muy rápidas en el agua, así que, sin darse cuenta, ésta se escabulló y dejó al león frotándose su propia garra.
Cuando por fin se dio cuenta que había sido engañado dos veces en un mismo día, Simba se prometió buscar a la liebre y no descansar hasta devorarlo. Así que partió inmediatamente en busca de Soongoo’ra. En el camino preguntó a todos los animales por una liebre de ese nombre, pero nadie pudo entregarle información sobre él. Finalmente uno respondió que vivía en la cima de la montaña, pero que hacía un momento había salido con su esposa.
Sin perder el tiempo el león subió a la montaña. Al encontrar la casa vacía se escondió dentro a la espera de la liebre y su esposa para devorarlos. La pareja que caminaba de regreso a casa notó muy pronto las marcas de las zarpas de león. En cuanto Soongoo’ra las vio se detuvo de inmediato y le pidió a su esposa que regresara a la casa de sus amigos. Al comienzo ella se negó rotundamente, sin embargo, la liebre la persuadió hasta que ella accedió a retomar sus pisadas de regreso.
Al llegar justo en frente de la casa la astuta liebre pensó que allí dentro debía estar el león esperándolo. Entonces con cautela, gritó: ¿Cómo estás, casa? ¿Cómo te va? Después de un momento, comentó en voz muy alta: ¡Bueno, esto es muy extraño! Todos los días, al pasar por este lugar, digo: ¿Cómo estás, casa?, Y la casa siempre que está vacía me responde: “Bien, ¿y tú?”. Seguramente debe haber alguien adentro hoy".
Cuando el león escuchó esto, respondió: Bien, ¿y tú? Entonces Soongoo’ra se echó a reír y gritó: ¡Oh, gran Simba! Estás dentro y apuesto que quieres comerme. ¿Pero primero dime dónde has oído hablar una casa?
El león, al ver cómo lo habían engañado, rugió enojado: ¡Espera que te atrape!
Mientras la liebre respondió: ¡Oh!, creo que tendrás que hacer una larga espera.
Acto seguido Soongoo’ra se echó a correr a toda velocidad con Simba tras sus espaldas. El viejo león no fue capaz de seguir los saltos del conejo. Después de un rato se detuvo exhausto sin querer saber nada más de aquel pequeño bribón y regresó a su casa, a custodiar su panal bajo el gran árbol de calabazas.
Créditos de las imágenes:
"Liebre" por Albert Dürer (editado con filtro); Las otras imágenes sacadas de "Piqsels", excepto la tortuga y la liebre corriendo, sacadas de Wikipedia.