lunes, 1 de noviembre de 2021

Imana y la condena a muerte de la humanidad

Pamela Uribe Valdés


I

 

La muerte y la mujer

 

Cuando Imana todavía habitaba la tierra, Urupfu (la muerte) solía venir al mundo en forma visible. Cada vez que ésta aparecía, Imana comenzaba su cacería. El dios la perseguía como a un animal salvaje, para eso ordenaba a los seres humanos esconderse para no ser atrapados.

 

Un día, la persiguió frenéticamente hasta un lugar estrecho, al punto de darle casi completo alcance. Durante ese escape la muerte chocó con una anciana que, desobedeciendo las órdenes de Imana, había salido al huerto a recoger alimentos. Urupfu le pidió a la mujer que la escondiera, diciendo: “Escóndeme y yo te ayudaré”. La mujer abrió la boca y la muerte se introdujo dentro de su cuerpo.

 

Imana, quien llegó inmediatamente después, se acercó a la mujer y le preguntó: “¿Viste qué camino tomó la muerte?”. La mujer negó haberla visto. Entonces Imana, sabiendo lo que había sucedido, dijo: “Viendo que has escondido a la muerte, la muerte te destruirá a ti y a los tuyos”; y se apartó de ella con ira abandonando así a la humanidad.

 

La mujer, al tener a la muerte dentro de su cuerpo, comenzó a morir y es, de este modo, como la muerte vive entre nosotros.


(c) Catalina "Lina" Poblete




II

 

 

La muerte y el hombre

 

En los tiempos en que Imana solía hablar con los seres humanos, le dijo a un hombre una vez: “no te duermas esta noche; vendré a darte una buena noticia”. En ese momento, ni Imana ni el hombre notaron que había una serpiente escondida en la cabaña que había escuchado la breve conversación.

 

Esa noche, el hombre se mantuvo despierto hasta el canto del gallo. Pese a sus esfuerzos fue dominado por el sueño y no escuchó cuando Imana llegó y lo llamó. La serpiente, que se encontraba alerta, respondió al llamado del dios haciéndose pasar por el hombre.

 

Imana, que no se supone que siempre sea omnisciente, pensó que el hombre estaba hablando y le entregó el siguiente mensaje: “Morirás, pero resucitarás; envejecerás, pero obtendrás una piel nueva, tú, tus hijos y tu descendencia”.

 

A la mañana siguiente, cuando el hombre despertó, se mantuvo a la espera de tan ansiada visita, pero al ver que Imana no aparecía decidió ir a hablar directamente con él. Cuando estuvo ante su presencia el hombre le preguntó cuál era el mensaje por el que había estado esperando toda la noche. Extrañado, Imana preguntó: “No fuiste tú, entonces, ¿con quién hablé esta noche?”. Después de reflexionar por un momento, pues no podía deshacer lo que ya había declarado, prosiguió: “Entonces debe haber sido la serpiente; ahora está maldita para siempre. Si un Tutsi  alguna vez se encuentra con ella, deberá matarla, lo mismo que los Hutu  y los Twa. Deja que la maten donde sea que la encuentren. Pero en cuanto a ti, tú morirás, tú y tus hijos y los hijos de tus hijos”.

 

La humanidad moriría, mientras que la serpiente, por otro lado, mudaría su piel y renacería.