Julio Ramón Ribeyro
Comencé a escribir en el colegio, a los 12 o 13 años. Mi primer cuento era “La careta” y narraba la historia de un individuo que, para entrar a una fiesta, se coloca una máscara de burro. Cuando la fiesta termina y el individuo sale, no se puede quitar la máscara, se le queda pegada al rostro, y ocurre que, a partir de ese momento, empieza a triunfar en la vida.
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Me he desprendido del prejuicio de la erudición. Los latinoamericanos están fascinados por el modelo erudito europeo. Para ellos se trata de una figura cultural que se remonta a muchos siglos. Todos los latinoamericanos incultos quieren llegar a ser como el erudito europeo. El erudito europeo después de todo es un pedante, un necio, un profesor universitario y humanamente no tiene ningún interés.
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La erudición de Borges es un cuento chino, como sus cuentos mismos. No creo que Borges sea un erudito. Es un personaje fascinado por la figura del erudito, que él mismo ha mitificado, en lo de Borges hay mucha mitificación, autores y nombres que no existen, que son inventados por él. Su cultura filosófica, histórica y literaria se detiene en una época ya bastante pasada.
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Los que viven de la literatura son los fabricantes de libros, aquellos para quienes su obra es solo un medio para adquirir dinero, consideración, poder. Los que viven para la literatura, en cambio, son aquellos para los que el fin supremo es la creación literaria y su vida un simple medio de lograr ese fin. Pienso particularmente en Flaubert, Kafka, Musil…
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Una época oscura fueron los meses posteriores a la muerte de mi padre. Es un sentimiento de orfandad, que hasta ahora me acosa. Haber perdido a una especie de guía, y que no he vuelto a encontrar ni en las lecturas ni en las personas… Hago extensiva esta orfandad a la mayor parte de los escritores peruanos. Como que vivieran y escribieran atormentados por la falta de maestros. Y ese culto a César Vallejo, me pregunto: ¿no podrá explicarse, entre otras cosas, como los escritores desamparados creyeran haber encontrado a su padre verdadero?
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Sostengo que el libro es un objeto al que hay que poseer. Tiene que haber una relación vital, amorosa con él. Por eso, también los subrayo, los araño, les hago notas marginales. Uno tiene que vivir con sus libros, irse a la cama con ellos, dejarlos marcados.
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En los dos o tres primeros años que viajé a Europa, fue cuando comencé a escribir regularmente y con proyectos de hacer libros. Después vino un periodo de incertidumbre, porque tardé en publicar, y el éxito no se presentaba. Me di cuenta que lo importante no era publicar, ser famoso o reconocido, sino hacer lo que a uno le gusta y que uno se sienta bien y que nadie puede hacerlo en tu lugar. Eso era para mí escribir.
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Hay una extraordinaria frase de Borges: “La actualidad es siempre anacrónica”. Cuando se quiere escribir sobre la actualidad, ella ya ha cambiado. Nunca he pretendido ser actual. El hecho de vivir fuera del Perú veinte o treinta años, te crea otra visión de lo que puede ser la literatura. No hay relación rígida entre la nacionalidad y la calidad de lo que se escribe.
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La literatura no es, a mi juicio, un reflejo de la realidad. La metáfora del espejo no debe hacernos entender la literatura de esa manera, porque no tendría ningún interés reproducir una cosa que ya existe exactamente como es. Ya no habría ahí verdaderamente creación sino copia.
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La literatura debe ser una recomposición de la realidad. Creo que esa es la labor del escritor. Al escribir, lo que este hace es recoger todos esos materiales, darles una estructura y hacerlos comprensibles al lector. Por eso, insistía en que la literatura es una reconstrucción de la realidad, no solo un reflejo de ella.
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Me fastidia la fascinación de los escritores por demostrar que son latinoamericanos. Se han cogido de lo real maravilloso, el barroquismo, el mito; una serie de ideas que utilizan de forma mecánica para dotarse de una identidad que los lectores muchas veces no tienen. Quieren dar una imagen del continente que el lector extranjero espera.
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Escribo porque es lo único que me gusta hacer; porque es lo más personal que puedo ofrecer; me libera de una serie de tensiones, depresiones, inhibiciones; por costumbre; por descubrir, conocer algo que la escritura revela y no el pensamiento; por lograr una bella frase; por volver memorable, aunque sea por mí, lo efímero.
Julio Ramón Ribeyro (1929-1994) es un escritor peruano que cultivó la novela, el teatro, el ensayo, aunque alcanzó la consagración gracias a sus cuentos. Los textos que aquí presentamos pertenecen a Sobre el oficio (Carbón Libros, 2023), obra que recopila cien “cavilaciones” de Ribeyro sobre la escritura como actividad y sobre su propia obra.
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