Cada versión del Premio Nacional de Literatura tiene polémica y este año no fue la excepción. Siempre ronda respecto a la idoneidad de los candidatos, ya sea en lo moral, lo político y, de vez en cuando, de lo literario. Pero, ¿y qué hay de la idoneidad del premio? Esta vez lo ha ganado Isabel Allende y con lo que ha ocurrido antes y después de su elección debe hacernos reflexionar un poco respecto al panorama cultural que vivimos en Chile.
Si bien lo que en teoría se discute es la calidad del autor premiado, me parece que un elemento preponderante es el carácter de jubilación que tiene el premio en su génesis. Según entiendo, la idea de crear el Premio Nacional de Literatura surge de la situción de Augusto D`Halmar, quien ya anciano surgía como una figura necesaria de honrar por su vida dedicada a las letras cubriendo con dinero fiscal sus necesidades hasta su muerte.
Siguiendo esta lógica, a la pregunta "¿escribe bien para merecer el Premio Nacional?" habría que preguntarse "¿es lo suficientemente viejo?" Es sólo cosa de fijarse en la edad de la mayoría de los beneficiarios. Es cierto que para poder demostrar una obra "contundente" hacen falta años. Pero esto mismo hace que quizás autores no tan mayores, pero ya con reconocimiento suficiente queden postergados hasta muy avanzada edad. El sólo pensar en este elemento etáreo debería hacernos pensar si el Premio Nacional está bien "calibrado".
Qué es lo que queremos premiar? o más bien, qué parámetros usamos para considerar "lo mejor"?
La exigencia de los intelectuales
Isabel Allende era un nombre que sonaba hace mucho tiempo como candidata del Premio Nacional de Literatura. Sin embargo, por mucho tiempo fue desestimada por la intelectualidad, pues la consideraba una escritora con más méritos comerciales que literarios. Esta aseveración me parece que es simplista por ser dicotómica, pero no errado en su totalidad.
La intelectualidad boga por una "profundidad" en los escritos. Que lo que se diga sea "inteligente" y apunte a los grandes problemas existenciales del ser humano. Es la imagen del "Escritor- Intelectual" o "Escritor-Filósofo", que debe entregarnos las respuestas sobre los grandes temas o, en último caso, cuestionarse y cuestionarnos respecto a nuestro rol en el mundo. Esto da por descontado que además de pensar, hay que escribir bien.
Con Isabel Allende ocurre que lo que tiene desarrollado como escritora es su lado técnico. Sin duda, que ella sabe "contar una historia" y ese manejo del relato es lo que la ha hecho tan popular. Indiquemos que me refiero al relato en un sentido tradicionalmente lineal y alejado de complejidades narrativas como las de Joyce, Faulkner o, sin ir más lejos, Donoso. Del mismo modo, sin duda, que el mantenerse en el mero marco de la entretención deja a lo literario con una escasa profundidad. Como se le ha criticado en más de una ocasión, ella reitera estereotipos, sobre todo femeninos, que en vez de cuestionarlos o resemantizarlos, los explota y les da validez, manteniéndose en la superficie de los problemas que esboza en sus textos. No sin razón Elena Poniatowska decía que la literatura de Allende, junto con Ángeles Mastretta y Laura Esquivel "entran en la literatura como fenómenos comerciales y hacen literatura femenina".
El jurado
La calidad de un premiado está garantizada por la calidad del jurado. Se supone que éste debe estar a la altura de lo que se quiere premiar. En el caso de nuestro Premio Nacional de Literatura, el jurado está conformado por el Ministro de Educación, dos representantes del Consejo de Rectores, uno de la Academia Chilena de la Lengua y uno de los premiados anteriores, que generalmente es el último que lo recibió. Así puestas las cosas, sin personalizar las "culpas", está claro que, como dijo Diamela Eltit, "El problema del Nacional es que tal vez hay déficit en los jurados, que no conocen bien el campo que están premiando." (Diario El Clarín) Por ejemplo, si bien los rectores son personas dedicados a la docencia, no por ello son expertos en literatura. Del mismo modo, la Academia Chilena de la Lengua, aunque es una institución que tiene como meta "colaborar con otras instituciones en materias relacionadas con el idioma y con su literatura, especialmente la chilena" (finalidad C en su reglamento), tiene un tinte más lingüístico. Sin desmerecer al Profesor Goic, que representó a la Academia este año, la institución misma debería tener un tinte más literario como para darle más sentido al Premio.
Con poca especialización en el área, y con un pie más que grande de un ministerio politizado y cada vez menos educado, está claro que la puerta está abierta para candidatos más conocidos que leídos y más superficiales que críticos. Si es que en la época militar se premiaba la adhesión militante o amarilla, ahora se tiene la tentación del populismo. No quiero echar a todos los premiados en el mismo saco. Armando Uribe, entre otros, lo tiene bien merecido. Pero desde hace tiempo que existía el peligro de que el Premio Nacional "se chacreara".
El "público" lector
No hace mucho leí un comentario en facebook de una persona que aplaudía el premio otorgado a Isabel Allende, pues era alguien que escribía cosas para las personas comunes que no tenían tiempo para cuestionarse mucho las cosas. Este comentario debería hacernos refelxionar sobre el tipo de lector que existe mayoritariamente y por qué. Tengo la impresión de que la sociedad de consumo ha generado un público y una oferta en el circuito literario en el que la poca exigencia intelectual genera una oferta del mismo tenor, lo que potencia una demanda mayor cuando estos libros o autores "de consumo" son integrados a espacios en que son "consagrados", pues los lectores, irreflexivos como parecen ser, suponen que "son buenos" por haberse ganado premios. De todos modos, me cabe la duda de si las personas fuera del mundo profesionalmente literario conocerán a los anteriores autores premiados o a los candidatos. Yo creo que con suerte retendrán unos cuántos nombres. Aquí la pregunta es por qué sucede eso.
Lo que se está alentando es una cultura con personas que, aunque alfabetizadas, son iletradas. El Premio Nacional de Literatura, como se plantea, no pretende tener mayor relevancia y, particularmente por el contexto político actual, se ha vuelto populista en consonancia con un lector consumista y poco reflexivo. Se ha premiado a una autora conocida en detrimento de otros autores quizás más meritorios en lo literario. En contra de este juicio se han esgrimido argumentos relacionados con el machismo, pero eso no explica por qué la candidata más cercana a ganarlo fuera Diamela Eltit. Eso sólo oculta los conflictos entre la intelectualidad y autores populistas como Isabel Allende que apunto más arriba.
El Premio Nacional de Literatura debería redefinirse, pues actualmente sólo tiene un valor para los pares, valor que por lo demás está cada vez más en descrédito. Al mismo tiempo, se ha vuelto sólo fuente de conflicto entre escritores que no interesan a la gente común, que malamente se acordará en un tiempo más de quién ganó este galardon.
Tanto lo anterior, como el carácter de "jubilación" que posee el Premio podría solucionarse, o aminorarse en parte, si es que se hiciese, como en España, un reconocimiento a la obra completa de un autor, pero también se premiase al "mejor texto escrito" durante el año por categorías. Eso, aunque generaría sin dudas mucha chimuchina como ha ocurrido hasta ahora, tiene la ventaja de generar expectativas que sin duda redundan en una mayor promoción de la escena literaria, que es lo que debería realmente importar.
Siguiendo esta lógica, a la pregunta "¿escribe bien para merecer el Premio Nacional?" habría que preguntarse "¿es lo suficientemente viejo?" Es sólo cosa de fijarse en la edad de la mayoría de los beneficiarios. Es cierto que para poder demostrar una obra "contundente" hacen falta años. Pero esto mismo hace que quizás autores no tan mayores, pero ya con reconocimiento suficiente queden postergados hasta muy avanzada edad. El sólo pensar en este elemento etáreo debería hacernos pensar si el Premio Nacional está bien "calibrado".
Qué es lo que queremos premiar? o más bien, qué parámetros usamos para considerar "lo mejor"?
La exigencia de los intelectuales
"Me parece una mala escritora, simple y llanamente, y llamarla escritora es darle cancha. Ni siquiera creo que Isabel Allende sea una escritora, es una escribidora"
Roberto Bolaño.
Isabel Allende era un nombre que sonaba hace mucho tiempo como candidata del Premio Nacional de Literatura. Sin embargo, por mucho tiempo fue desestimada por la intelectualidad, pues la consideraba una escritora con más méritos comerciales que literarios. Esta aseveración me parece que es simplista por ser dicotómica, pero no errado en su totalidad.
La intelectualidad boga por una "profundidad" en los escritos. Que lo que se diga sea "inteligente" y apunte a los grandes problemas existenciales del ser humano. Es la imagen del "Escritor- Intelectual" o "Escritor-Filósofo", que debe entregarnos las respuestas sobre los grandes temas o, en último caso, cuestionarse y cuestionarnos respecto a nuestro rol en el mundo. Esto da por descontado que además de pensar, hay que escribir bien.
Con Isabel Allende ocurre que lo que tiene desarrollado como escritora es su lado técnico. Sin duda, que ella sabe "contar una historia" y ese manejo del relato es lo que la ha hecho tan popular. Indiquemos que me refiero al relato en un sentido tradicionalmente lineal y alejado de complejidades narrativas como las de Joyce, Faulkner o, sin ir más lejos, Donoso. Del mismo modo, sin duda, que el mantenerse en el mero marco de la entretención deja a lo literario con una escasa profundidad. Como se le ha criticado en más de una ocasión, ella reitera estereotipos, sobre todo femeninos, que en vez de cuestionarlos o resemantizarlos, los explota y les da validez, manteniéndose en la superficie de los problemas que esboza en sus textos. No sin razón Elena Poniatowska decía que la literatura de Allende, junto con Ángeles Mastretta y Laura Esquivel "entran en la literatura como fenómenos comerciales y hacen literatura femenina".
El jurado
La calidad de un premiado está garantizada por la calidad del jurado. Se supone que éste debe estar a la altura de lo que se quiere premiar. En el caso de nuestro Premio Nacional de Literatura, el jurado está conformado por el Ministro de Educación, dos representantes del Consejo de Rectores, uno de la Academia Chilena de la Lengua y uno de los premiados anteriores, que generalmente es el último que lo recibió. Así puestas las cosas, sin personalizar las "culpas", está claro que, como dijo Diamela Eltit, "El problema del Nacional es que tal vez hay déficit en los jurados, que no conocen bien el campo que están premiando." (Diario El Clarín) Por ejemplo, si bien los rectores son personas dedicados a la docencia, no por ello son expertos en literatura. Del mismo modo, la Academia Chilena de la Lengua, aunque es una institución que tiene como meta "colaborar con otras instituciones en materias relacionadas con el idioma y con su literatura, especialmente la chilena" (finalidad C en su reglamento), tiene un tinte más lingüístico. Sin desmerecer al Profesor Goic, que representó a la Academia este año, la institución misma debería tener un tinte más literario como para darle más sentido al Premio.
Con poca especialización en el área, y con un pie más que grande de un ministerio politizado y cada vez menos educado, está claro que la puerta está abierta para candidatos más conocidos que leídos y más superficiales que críticos. Si es que en la época militar se premiaba la adhesión militante o amarilla, ahora se tiene la tentación del populismo. No quiero echar a todos los premiados en el mismo saco. Armando Uribe, entre otros, lo tiene bien merecido. Pero desde hace tiempo que existía el peligro de que el Premio Nacional "se chacreara".
El "público" lector
No hace mucho leí un comentario en facebook de una persona que aplaudía el premio otorgado a Isabel Allende, pues era alguien que escribía cosas para las personas comunes que no tenían tiempo para cuestionarse mucho las cosas. Este comentario debería hacernos refelxionar sobre el tipo de lector que existe mayoritariamente y por qué. Tengo la impresión de que la sociedad de consumo ha generado un público y una oferta en el circuito literario en el que la poca exigencia intelectual genera una oferta del mismo tenor, lo que potencia una demanda mayor cuando estos libros o autores "de consumo" son integrados a espacios en que son "consagrados", pues los lectores, irreflexivos como parecen ser, suponen que "son buenos" por haberse ganado premios. De todos modos, me cabe la duda de si las personas fuera del mundo profesionalmente literario conocerán a los anteriores autores premiados o a los candidatos. Yo creo que con suerte retendrán unos cuántos nombres. Aquí la pregunta es por qué sucede eso.
Lo que se está alentando es una cultura con personas que, aunque alfabetizadas, son iletradas. El Premio Nacional de Literatura, como se plantea, no pretende tener mayor relevancia y, particularmente por el contexto político actual, se ha vuelto populista en consonancia con un lector consumista y poco reflexivo. Se ha premiado a una autora conocida en detrimento de otros autores quizás más meritorios en lo literario. En contra de este juicio se han esgrimido argumentos relacionados con el machismo, pero eso no explica por qué la candidata más cercana a ganarlo fuera Diamela Eltit. Eso sólo oculta los conflictos entre la intelectualidad y autores populistas como Isabel Allende que apunto más arriba.
El Premio Nacional de Literatura debería redefinirse, pues actualmente sólo tiene un valor para los pares, valor que por lo demás está cada vez más en descrédito. Al mismo tiempo, se ha vuelto sólo fuente de conflicto entre escritores que no interesan a la gente común, que malamente se acordará en un tiempo más de quién ganó este galardon.
Tanto lo anterior, como el carácter de "jubilación" que posee el Premio podría solucionarse, o aminorarse en parte, si es que se hiciese, como en España, un reconocimiento a la obra completa de un autor, pero también se premiase al "mejor texto escrito" durante el año por categorías. Eso, aunque generaría sin dudas mucha chimuchina como ha ocurrido hasta ahora, tiene la ventaja de generar expectativas que sin duda redundan en una mayor promoción de la escena literaria, que es lo que debería realmente importar.
1 comentario:
Il semble que vous soyez un expert dans ce domaine, vos remarques sont tres interessantes, merci.
- Daniel
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