Desde el país
donde Septiembre es otoño
Arroyo en el Parque Sanssouci, Potsdam, Alemania (2011) |
Estar de lejos no es sólo un problema de
distancia. Es un problema de posibilidades. Mientras muchos de ustedes
disfrutan de cómo el sol se anima dejando atrás el invierno, desde acá lejos,
parece morirse cada día más. Mientras ustedes se colocan ropas cortas y ya
piensan en el verano, acá las mangas se alargan y ya nos imaginamos la nieve
que sin duda caerá, porque siempre cae y nos envolverá como si el mundo fuera
un gran refrigerador. Por supuesto, para entonces ustedes se quejarán del calor
excesivo y de la radiación solar y yo veré cómo el cielo es un techo gris y el
paisaje pareciera estar en blanco y negro. Como verán, ahora que la primavera
llegó a Chile, estar en Alemania se vuelve menos grato y la distancia, aunque
igual en kilómetros que antes, se hace aun más enorme que hasta hace poco.
Desde acá lejos, Septiembre se vuelve un
extraño. Quizás poco importe lo patriótico de las Fiestas Patrias, porque
después de todo es una fiesta de la primavera, de la alegría de estar vivos en
medio de un mundo que revive. Por eso poco importa que el 18 no sea en realidad
la independencia de Chile y que la Junta de Gobierno haya jurado su lealtad al
rey de España. Bajo los volantines y el olor a asado, Septiembre es el mejor mes
del año. En Chile. Desde acá lejos es un extraño vestido de abrigo largo. Sin
embargo está el equinoccio. Un día en que la primavera y el otoño son lo mismo
y luego se separan. Por un momento, aunque sea escaso, nos transporta a Chile. En
ese día único, en esta tierra nórdica se aparece el sol y el viento de
primavera que algunos niños alemanes aprovechan también para elevar volantines.
Un otoño alemán con aire de primavera chilena y con olor a sur. De árboles
deshojándose. Pero si cierras los ojos por un momento, bajo ese sol, estás en
Chile. Lejos, muy lejos de esa lejanía.
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