Desde el país
donde el sol se va apenas llega
Estudiantes en los pastos de la Universidad de Potsdam |
Antes de venir a
Alemania era de los que escapaban del sol. En verano, no me interesaba pasear
mi cuerpo bronceado por playas llenas de turistas, ni estar al sol por horas
como un lagarto en trance. Prefería quedarme en mi pieza durante el día con las
cortinas puestas y esperar hasta la noche para salir por el mundo a ver qué
ocurría. El verano podía quedarse con su sol asfixiante y la ropa llena de
sudor. A mí, que me dejaran el otoño. ¿Qué más bello que esos días nublados en
los que llueven hojas y no hay que echarse mil productos en la cara para no
morir de cáncer?
De hecho, la
mayoría de los días que recuerdo de mi niñez son nublados. Pero eso se lo
dejaremos a los psicoanalistas. Lo importante es que yo huía de la luz, no por
un vampirismo impostado, sino por la incomodidad total de un sol que parece que
te va a caer encima y, antes de hacerlo, te revienta los ojos con su brillo y
te derrite lentamente por horas interminables. Así que Alemania parecía un
lugar muy cómodo para mí. Pero después de ver cómo el sol se escondía casi
apenas había salido, por meses, que sí eran interminables, entenderán mi cambio
de parecer.
Hombre leyendo al sol en los Römische Bäder del Parque Sans Souci |
Una cosa es el
frío. Ya se sabe. Sin sol, no hay calor. Pero eso se soluciona, la mayoría de
las veces, con ropa y calefacción. Pero por más que prendas lámparas, una
ampolleta no es el sol, y la sombra débil en la habitación, no es la misma que
nos persigue por el mundo durante el día.
Escribo esto en
pleno otoño. El sol sale casi a las 7 AM y a
las 5 PM ya se ha ido. En plena tarde ya es de noche en este país. El
cuerpo cree que dentro de poco hay que ir a la cama y la verdad es que todavía
queda mucho por hacer. Pero no hay ganas. En esos 6 meses entre octubre y
marzo, la depresión se asoma con cada atardecer.
Mujeres tomando el sol en los Römische Bäder, del Parque Sans Souci (Potsdam) |
Quizás este
mismo fenómeno es la clave de la tan mencionada puntualidad alemana. No les
queda de otra. Hasta el más flojo de ellos (yo lo conocí, era mi vecino de
enfrente) se levanta tempranísimo. De otra manera, perdiste el día. Y yo he
perdido varios. El tiempo es tan escaso que ni se te ocurra hacer un almuerzo
complicado con sobremesa. Por más rica que haya estado la comida, también
perdiste el día. Así que tienes que hacer durar las horas, alargarlas,
exprimirlas, para que alcancen para todo. Cada gota es necesaria para sentir
que hiciste algo y no caer en la languidez de esas tardes vacías.
El otoño en
Alemania comienza con unos días de sol, pero helados. Una primavera invertida y
sin calor. Las aves se van. Las plantas se deshojan. Sólo quedan los frutos del
castaño acumulados por las veredas. Después se nublará por días y será lo más
parecido al invierno de Santiago. Se presienten las nevadas y el arribo de un
mundo monocromo que durará meses. Salir de la casa será entonces como entrar a
un refrigerador gigante. Los ríos y lagos que tanto abundan por acá, serán
rocas de hielo. La vida en los pastos se esconderá. Los árboles serán columnas
en una ciudad abandonada. Todo no será más que nieve. Y ella caerá lenta, suave
y sin parar. Y antes de que eso suceda, intento atrapar el día sobre cualquier
prado en donde el sol aparezca.
Fotografías (c) Nidia Lizama Fica
3 comentarios:
Ayer había salido un poquito de sol, al parecer el último por varios días (o semanas o meses O_O' ) Buena tu crónica
Ayer salió el último sol que veremos, tal vez, por semanas. Buena tu crónica :D
Simplemente genial amigo... El leerlo fue como escucharte aquí, en Santiago de Chile con los 28 grados de temperatura siendo las 12:30 hrs... Mmmm Añoro un poquito tu realidad climática, aunque nunca tanto ya tu sabes que el clima frío no es lo mío, aunque tampoco estas altas temperaturas que hemos tenido... Mmm... Casi derretida!!! Creo que el problema es la inconformidad intrínsica del hombre jijiji!!!! un abrazo gigante, te quiero mucho.
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