Un discurso brindado ante los miembros del “Stomach Club”, París, 1879.
Mark Twain
(Traducido por René Olivares Jara)
Mark Twain en la época en que fue escrito este texto. |
Mi dotado predecesor les ha advertido en contra de la “maldad social: el adulterio”. En su hábil trabajo él agota este tema. No deja absolutamente nada más para ser dicho sobre él. Pero continuaré su buen trabajo por la causa de la moralidad advirtiéndoles sobre aquella especie de recreación llamada “autoabuso” a la que percibo ustedes son muy adictos. Todos los escritores sobre salud y moral, ambos antiguos y modernos, han luchado con este majestuoso tema. Esto muestra su dignidad e importancia. Algunos de estos escritores han tomado un lado, algunos el otro.
Homero, en el segundo libro de la Ilíada, dice con fino entusiasmo: “Dadme masturbación o dadme muerte”. César, en sus comentarios, dice: “Para el solitario es compañía, para el abandonado es un amigo, para el envejecido y el impotente es un benefactor. Aquellos que están sin dinero son aún ricos, tienen todavía en aquello esta diversión majestuosa.” En otro lugar este experimentado observador ha dicho: “Hay momentos cuando lo prefiero a la sodomía.”
Robinson Crusoe dice: “No
puedo describir lo que le debo a este delicado arte.” La reina Isabel dijo: “Es
el baluarte de la Virginidad.” Cetewayo, el héroe Zulú, enfatizó: “Una sacudida
en la mano vale por dos en el arbusto.” El inmortal Franklin dijo: “La
masturbación es la madre de la invención.” Él también dijo: “La masturbación es
la mejor política.”
Miguel Ángel y todos los otros viejos maestros –“Viejos Maestros”, deseo enfatizar, es una abreviación, una contracción– ha usado un lenguaje similar. Miguel Ángel le dijo al Papa Julio II: “La autonegación es noble, la autocultura beneficiosa, la autoposesión es masculina, pero para el alma verdaderamente grande e inspiradora, ellas son pobres y mansas comparadas con el autoabuso”. El Sr. Brown, aquí, en uno de sus últimos y más agraciados poemas, se refiere a él en una línea elocuente que está destinada a vivir hasta el final de los tiempos: “Nadie lo conoce, pero lo ama; nadie lo nombra, pero lo alaban.”
Miguel Ángel y todos los otros viejos maestros –“Viejos Maestros”, deseo enfatizar, es una abreviación, una contracción– ha usado un lenguaje similar. Miguel Ángel le dijo al Papa Julio II: “La autonegación es noble, la autocultura beneficiosa, la autoposesión es masculina, pero para el alma verdaderamente grande e inspiradora, ellas son pobres y mansas comparadas con el autoabuso”. El Sr. Brown, aquí, en uno de sus últimos y más agraciados poemas, se refiere a él en una línea elocuente que está destinada a vivir hasta el final de los tiempos: “Nadie lo conoce, pero lo ama; nadie lo nombra, pero lo alaban.”
Tales son las expresiones de
los más ilustres de los maestros de esta renombrada ciencia y sus apologistas.
El nombre de aquellos que lo censuran y se le oponen es legión. Ellos han hecho
argumentos fuertes y expresado amargos discursos en su contra. Pero no hay
espacio para repetirlos aquí con mucho detalle. Brigham Young, un experto de
incontestable autoridad, dijo: “Comparado con la otra cosa, es la diferencia
entre la luciérnaga [lightning bug] y el relámpago [lightning].” Salomón dijo:
“No hay nada que recomendar, salvo su bajo precio.” Galeno dijo: “Es vergonzoso
degradar a tales usos bestiales aquella gran extremidad, aquel formidable
miembro, el cual nosotros, devotos de la Ciencia, apodamos el Maxilar Superior
–cuando lo doblan del todo, lo que es raro. Sería mejor decapitar al Superior
que usarlo así. Sería mejor amputar el os
frontis que ponerlo en tal uso.
El gran estadista, Smith, en
su reporte al Parlamento, dice: “En mi opinión, más niños han sido
desperdiciados de esta manera que de cualquier otra.” No puede ser negado que
la alta antigüedad de este arte la da derecho a nuestro respeto. Pero al mismo
tiempo pienso que su nocividad demanda nuestra condenación. El Sr. Darwin estuvo
afligido a sentirse obligado a renunciar a su teoría de que el mono era el
vínculo que conectaba al hombre con los animales más inferiores. Pienso que se apuró
demasiado. El mono es el único animal, excepto el hombre, que practica esta
ciencia. Por lo tanto, él es nuestro hermano. Hay un lazo de simpatía y de
relación entre nosotros. Démosle a este inocente animal una audiencia adecuada
y él inmediatamente pondrá a un lado sus otros asuntos y se afilará. Y verán
por sus contorsiones y su expresión de éxtasis que él toma un interés inteligente
y humano en su actuación.
Los signos de excesiva
indulgencia en este pasatiempo destructivo son fácilmente detectables. Ellos
son: disposición para comer, beber, fumar, encontrarse cordialmente, reír,
bromear y contar historias indecorosas; y, principalmente, un anhelo de pintar
imágenes. Los resultados del hábito son: pérdida de la memoria, pérdida de la
virilidad, pérdida de la alegría y pérdida de la progenie.
De todas las variadas formas
de relaciones sexuales, esto lo hace menos recomendable. Como un
entretenimiento es demasiado fugaz; como una ocupación, es demasiado agotadora;
como una exhibición pública, no hay dinero en ella. Es inadecuada para la sala
de dibujo y en las sociedades más cultivadas hace mucho tiempo que ha sido
desterrada de la junta social. Ha sido, al menos en nuestros días de progreso y
mejoramiento, degradada a la fraternidad con la flatulencia. Entre los mejores
criados, estas dos artes son ahora consentidas sólo en privado –aunque por
consentimiento de toda la compañía, cuando sólo hay hombres presentes, todavía
es permitida en buena sociedad remover el embargo en el suspiro fundamental.
Mi ilustre predecesor les
ha enseñado que todas las formas de “maldad social” son malas. Quisiera
enseñarles que algunas de estas formas son más evitables que otras. Así, en
conclusión, digo: “Si deben apostar
sus vidas sexualmente, no jueguen demasiado una mano solitaria.” Cuando sientan
un levantamiento revolucionario en su sistema, echen abajo esa columna Vendôme
de alguna otra manera. No la boten agitándola.
Plaza Vendôme
y su columna. |
Algunos pensamientos sobre la ciencia… es un texto que Mark Twain leyó en
una de las reuniones del Stomach Club durante su estadía en París en 1879. Este
club estaba integrado por escritores y artistas estadounidenses que residían en
Francia, por lo que se daba un espíritu de camaradería en el exilio entre sus miembros. Debido a la informalidad de las reuniones, seguramente Twain se
aventuró a presentar este discurso que, debido a su tema, permaneció inédito
hasta 1952 con una tirada de 100 copias. Es por esta misma situación que apenas se le conoce en
español, por lo que hemos querido presentar esta versión, al parecer la primera -no me atrevería a asegurarlo- lo más fiel posible al
espíritu del autor, que tanto parece saber sobre el tema.
Créditos de las imágenes
Todas las imágenes pertenecen a Wikipedia, excepto:
Retrato del autor: "Humor in America"
"Suspiro fundamental": Pinterest (Marginalia)
Plaza Vendome y su columna: Oficina de Turismo y Congresos de París
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