lunes, 8 de marzo de 2021

Silencios permitidos (selección)

 Sylvia Gaínza






Qué peligroso

 

Qué peligroso es definir

el porque sí de tus ojos

Me accidento en cada ocaso

y en los rieles del sol

quedo expuesta a todo

Qué escalofrío viene

al retornar a su origen

el calendario,

y anunciar el olvido

Y un año menos por vivir

cada cumpleaños.

 

 

 

La nostalgia es luz

 

La nostalgia es un pezón rosado

que enlutece

Trae frescos muslos al mundo

Los ojos entonando salmos

cayéndose del libro

La dicha a las puertas de la ciudad

o en un balcón ataviada de esmeraldas

El cuerpo apto como un felino

en el verdor de un lecho

donde una luz pálida

atraviesa la ventana

y se hunde entre mis piernas

vírgenes aún como damisela

caída del libro.

 

 

 

Reloj en el espejo

 

Cae lento mi rostro en el espejo

Adherido y solo como lluvia invisible

No es mármol ni finura

Sólo es un rostro triste

que tu sonrisa enciende

Te llamo desde el tiempo

He extraviado el reloj

en tus ojos nocturnos

Hoy mi rostro está solo

en el espejo inmenso.

 

 

 

Te creció el miedo

 

Te creció el miedo en los bolsillos

Sentiste el cuello arder bajo la luz

El verano volvía con su fuego

Una hoguera para tus herejías.

Te creció el miedo tanto

que iniciaste los recuerdos:

Otras semillas adheridas a tus pies,

Rincones con legítimas arañas

Aburridas hojas en algún lugar común.

Se asomaban rancheras al sopor de la siesta.

Y todo era inútil, el cielo limpio

Las calles recién barridas

Y la melancolía memorizó un sueño

Un rostro triste, desnudo

Tal vez cansancio

Y un niño solo en su camisa.

 

 

La caída

 

Un poema distorsiona tu espejo

con un dejo de embriaguez

Y hay un rostro distinto

al de mañana

Y hay árboles estremeciéndose

Cada uno en estertor diferente

(El tiempo

entre las hijas vivas)

Y el mundo es sólo viento;

Vibraciones pequeñas

anunciando la música caída

del poema.

 




 Mujeres

 

Quién no se mira en el espejo de su memoria

Y como un árbol ve su sed en el charco?

Quién no retrocede en su cansancio

Al sueño silencioso?

Dulce otoño

Mi madre se acurruca

Mi abuela tuerce el cuello de una gallina

Y en su recuerdo se aburre mi bisabuela

Dulce y atribulado otoño

Sigue buscando al viento!

 

 

 

Alegría

 

Debería estar alegre

saboreando mi almuerzo

poseyendo mis sueños

amando aparatosamente

como se aman los días tristes

Debería practicar yoga

viajar en colectivos

ganar un sitio junto a la ventanilla

Debería cobijar huérfanos

multiplicar mi sangre

pero estoy tibia de poemas

con este vacío en el estómago

con este vacío en las palabras

sospechando que la alegría

no es sino eso

 

 

Carita salada

 

Y si mueres

en un duelo perfecto

volverás luciérnaga

en la lágrima pura.

La tierra arderá de tu frente salada,

nunca habrá fiebre más ardua.

 

Y tu muerte será el solsticio

el acto lúdico de sembrar amor

en los rincones tristes.

 

 

Siete leguas

 

Tus cabellos sueltan alas pequeñas;

no pienses hoy. La doncella aprende

a degollar un ave los domingos

y en la tarde,

mancha inocente las Sábanas.

 

Pero tú vas a compartir una caja de juguetes,

y ella baja las escaleras

llorando peldaños blancos.

La cima

empequeñece dos siluetas.

 

 

 

No me queda sino gastarme

 

No me queda ya

sino gastarme.

Cansarme de asuntos livianos,

hasta evadir la certeza

que este manojo de ortigas

me está matando.

Luchadora por naturaleza

escucho el cansancio en la voz

de mis ancestros;

Oigo par a mi madre,

robarme de la nada;

cuando la luz enciende

y huye de mi párpado.

 

 

Invierno el mundo

 

El mundo vacío

No lo viste mi palabra

¡cuánto pensamiento mudo

no ve la silla el muro

el llanto de un quiltro

al atardecer!

El bus que viaja

En su rutina de años

Pájaros acarreando ramas

Transformando el vacío en nido

 

El mundo se llena de miradas

Sospecho andas por ahí

Con su gato lamiéndote el pensamiento

 

Lágrimas que el frío

me obliga a derramar

 

Pero el mundo no es el mundo

Agua que tiñe azul el vacío

Un trozo de cielo

Derrama un ángel en mi copa.

 

 

Reloj Suspenso

 

Hay un reloj mágico

que no sabe muy bien

cuándo nací,

cuánto he vivido,

pero marca con su compás preciso

mis fracasos más tibios.

Creo escuchar sus pasos

que deliran dormidos

y tras la puerta

mientras sueño

sé que marca riguroso

la hora exacta

de mi muerte.

 

 


 

 

Sylvia Gaínza (1948-2010) fue una de esas escritoras que prefirió brillar en silencio. Se alejó de cenáculos y de luchas de egos y prefirió adentrarse en una literatura personal, reflexiva, fiel a sí misma. Usó la poesía como una tabla de salvación y sus versos se mueven entre el susurro, la desesperación y la esperanza de la palabra. Un año después de morir, la editorial Benicia Cartonera recopiló una gran cantidad de material inédito junto con textos aparecidos en revistas, pero poco conocidos y los publicó bajo el título Silencios permitidos, de los que aquí presentamos una selección.



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