Cuando niño vi patear penales con tractor. Fue en un torneo en que diez equipos se disputaron una vaquilla, un cordero y un chancho. En ese orden. El torneo se jugó en la cancha de Oromo, a orilla del río Forrahue. Se jugó por eliminación directa, en tiempos de treinta minutos por lado, sin off side y sin árbitro, ni laiman. A pura palabra empeñada. No hubo ni peleas, ni discusiones. El único problema que ocurrió fue el siguiente: cuando llegó el momento de disputar la final, ya había caído la noche y en el lugar no había electricidad. Entonces se decidió zanjar la vaquilla mediante penales con tractor. Fueron a buscar un viejo Massey Ferguson, que apenas apareció por la cuesta iluminó la cancha con sus focos neblineros. El tractor fue ubicado detrás de uno de los arcos. La luz de los focos cegó completamente a los pateadores, quienes no tuvieron otra opción que pegarle a lo que saliera. El arquero, al revés, con las luces a sus espaldas, veía todo como si fuera de día. Desde esa época –y ha pasado mucha agua bajo el puente– nunca más he visto a un equipo triunfar de manera tan justa por la vía de los penales.
Cristian Oyarzo es un narrador chileno, además de profesor y lingüista. Se ha dedicado a la docencia y a la promoción de la cultura y la lengua mapuche. "Penal con tractor" es un fragmento de su primera novela, Purranque, aparecida hace poco por Emecé Editores. Para adquirir el texto haga clic aquí.
Ilustración: Pamela Uribe Valdés
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