Aunque este blog está dedicado más que nada a la literatura, de nada nos sirve sin el mundo en que vivimos. La literatura es una respuesta a las necesidades reales de personas en un mundo real, y es por ello que no puedo dejar de opinar respecto a una situación que en poco tiempo puede afectar a la sociedad chilena en su conjunto y revela las reales estructuras de poder existentes en el país.
El Tribunal Constitucional prohibió la distribución de la así llamada "pastilla del día después". Lo que se temía es que tal prohibición no fuera sólo respecto al "formato", sino que más que nada sobre el ingrediente principal de tal pastilla, el levonorgestrel, por considerarlo abortivo. Lo peligroso de tal decisión es que abre la puerta para que se prohiba eventualmente la totalidad de las pastillas anticonceptivas entregadas por el Ministerio de Salud en los consultorios y un alto porcentaje de las que se encuentran en el comercio estarán, de facto, fuera de la ley.
Las consecuencias a nivel social son tremendas. ¿Qué harán las mujeres pobres que no puedan costear un tratamiento anticonceptivo? ¿Qué será de los embarazos no deseados? ¿Qué pasará con la "cifra negra" del aborto? ¿Qué pasará con esas mujeres?
La pastilla de "emergencia" no ha sido prohibida en el comercio, pero sí su distribución pública y gratuita. Es decir, en la práctica, sólo las personas que tienen dinero poseen el derecho de poder solucionar la eventualidad de alguna relación sexual insegura o incluso, en un caso extremo, salvar la situación de quedar embarazada de su violador.
Sin embargo, dejando de lado el aspecto ético-sexual, que sin duda es profundo (aborto, sexualidad precoz, etc.), lo que más indigna es que se nos obliga a aceptar decisiones externas que pasan incluso por nuestra propia sexualidad. ¿Cuál es la alternativa que se da respecto a la prevención de embarazos no deseados? Dejar de copular.
El autoritarismo como cultura
La decisión del Tribunal Constitucional es la expresión de una sociedad autoritaria. Se piensa en la democracia como un modelo social. ¿Se basa en la electividad de cargos o en la participación ciudadana? ¿Es un "sistema" o es una ideología?
Si la democracia es un sistema, el hecho de poder elegir a alguien para que nos represente en el ejercicio ejecutivo o legislativo del poder sería suficiente para decir que vivimos en una sociedad democrática. Sin embargo, verlo desde ese punto de vista es un cinismo atroz. Si la democracia es una estructura burocrática, las dinámicas sociales no tienen por qué ser "horizontales", pues se ven ocultas tras una red de cargos y poderes que no necesariamente son un reflejo de ellas.
Desde nuestro contexto nacional mucho se ha hablado de la transición. Como proceso se le vio como paso necesario entre una época autoritaria y una democracia "de verdad". Llegaron las elecciones podíamos votar, hubo gente que fue diputado, senador, presidente, etc., pero ver la democracia desde ese punto de vista es un mero formalismo. La democracia representa una cierta horizontalidad de los poderes que se enfrentan dentro del entramado social. Sin embargo, decisiones como las del Tribunal Constitucional dejan claro que nuestros contextos más inmediatos pueden llegar a estar dirigidos no por nuestros actos como individuos, sino que desde grupos de poder que no sobrepasan la docena de personas. ¿Quién les dio a ellos el poder?
Está claro que la sociedad chilena está lejos de la democracia a la que espira, pues el proceso de horizontalización de los poderes no es un proyecto político del Estado ni de los principales partidos.
Ética y Derecho: Justificaciones de un absurdo
Se supone que las leyes tienen una racionalidad ética que justifica su existencia. El hecho de que por ley esté prohibido matar a alguien es porque los valores de una determinda sociedad consideran que el homicidio es deplorable. Las leyes serían, supuestamente, la expresión de la voluntad popular, entendiendo en este hecho la expresión de lo que socialmente se considera bueno o malo. (Recuérdese que, según nuestro Código Civil, la ley es "la declaración de la voluntad soberana")
Lo dificultoso de eso es que la sociedad no es homogénea y ése sea tal vez el factor que le da sentido a lo humano. La diversidad nos presenta oportunidades, pero también desafíos. La ética que justifica la ley es en realidad el resultado de los procesos de hegemonía dentro de la sociedad. Sólo un caso: Si un hombre robara una bebida y al huir golpeara un guardia tendría más años de cárcel que si un hombre violara a alguien. ¿Qué se supone que es más importante para nuestra sociedad? ¿La ley es necesariamente una expresión de la voluntad popular?
Desde este punto de vista, la "pastilla de emergencia" será prohibida, ya que nuestra sociedad no la considera aceptable, pero esto es más bien el resultado de la acción de un grupo de poder. Lo nocivo de todo ello es que aquellas personas intentan implantar su moral particular, que se desprende de sus creencias particulares, como LA moral. La moral individual, lo que justifica nuestrar propias acciones, es completamente avasallada por otros. ¿Cómo se sentirían ellos si un homosexual les dice a sus hijos que la única sexualidad sana es el sexo con personas del mismo sexo, que un judío los obligue a abjurar de Cristo, que un budista haga leyes que prohiban los centros católicos, porque en realidad la redención está en uno mismo y no en salvadores?
Si el mundo es tan grande es para que todos quepan en él.
Lo que más llama la atención respecto a la oposición a la píldora de emergencia es que se esgrime un criterio cuantitativo. Aunque algunas píldoras anticonceptivas normales poseen también levonorgestrel, las pastillas de emergencia poseen más cantidad, lo que las hace abortivas. Como tomarse unas cuatro pastillas anticonceptivas normales causaría el mismo efecto que tomarse una píldora de emergencia, hay quienes ven en la prohibición un absurdo, pues de todos modos si se quisiera realizar una anticoncepción "de emergencia" se podría hacer. Por el mismo hecho, se ha insinuado la posibilidad de prohibir cualquier píldora con levonorgestrel. Buscando la consecuencia se llega a un absurdo. ¿Iremos a prohibir los cuchillos porque son potencialmente asesinos? ¿O las escaleras, para evitar que alguien sufra un accidente?
La decisión del Tribunal Constitucional sólo ha sincerado la situación de la democracia en Chile. Unos pocos pretenden imponer su visión de mundo al resto. Pero también plantea una inquietud: ¿Por qué dejamos que lo hagan?