domingo, 1 de mayo de 2011

Un adiós entrecortado

Gonzalo Rojas (1917-2011)



Hay quien dice que la muerte nunca llega sola. No hace mucho que Gonzalo Rojas había muerto, cuando otro grande se ha ido: Ernesto Sábato. Tenía planeado escribir algo sobre nuestro gran poeta nacional, pero lamentablemente se ha colado otro grande en estas notas sobre la muerte.

No son los primeros grandes que se han ido durante los años que ha vivido mi generación, pero sí son las primeras pérdidas conscientes que he tenido. Algunos podrán alegar por Enrique Lihn o Jorge Teillier, o más recientemente Roberto Bolaño, pero en el caso de los dos primeros, por lo menos yo era muy pequeño siquiera para conocerlos, y en el del último, a diferencia de muchos snobs, no leí nada de él hasta ahora. Sé que es una postura tan snob como la anterior, pero mi punto es que no crecí leyendo a Bolaño, pero sí con Rojas y Sábato, así como a muchos que tal vez no estudiaron literatura, pero que los conocen y los hicieron parte de su vida.

Ernesto Sábato (1911-2011)

En el colegio teníamos lecturas que parecían muertas y sus autores los suponíamos, quizás por lo mismo, idos hace siglos. Pero ellos nos dieron una luz desde la oscuridad y por eso nos acordamos de ellos mucho después de habernos olvidado de esos lastres pedagógicos que poco dicen de la vida. Sabíamos que estaban vivos, dándonos señales en sus libros, pero también desde su vida intelectual e incluso vecinal. Como muchos otros, yo vi a Gonzalo Rojas en diversas lecturas e incluso hablé con él. Habrá quien pueda decir cosas censurables de su vida personal, pero quienes compartimos su lado más público pudimos ver la dedicación hacia su audiencia y hacia los poetas más jóvenes, tanto en los recitales de poesía como en sus paseos por las calles de Chillán. En el caso de Sábato, más de una vez escuché la historia de alguna estudiante universitaria que había viajado a Argentina y tocó su puerta para decirle lo agradecida que estaba por su obra. Creo que a estas alturas debe ser una especie de mito urbano, pero los mitos se basan en verdades. Sujetos extraordinarios viven como uno más de nosotros entre nosotros. Nos hablan de la vida, la muerte y el amor, no desde seguridades, sino desde la duda. Ellos vivirán en sus textos, pero su muerte es la pérdida de esa cotidianidad a la que nos tenían acostumbrados. El relámpago seguirá apareciendo y el túnel tal vez no sea el único ni el más solitario y quizás no tan oscuro. Tan solo es que han compartido con nosotros, porque “entre todos escribimos el libro”.



Agradecimiento por las fotos a:

www.elfracaso.cl/ (por la de Gonzalo Rojas)
www.biografiasyvidas.com (por la de Ernetso Sábato)

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