lunes, 18 de febrero de 2013

Eva y la fuga (fragmento)





Portada del libro Eva y la fuga

Ahora mismo veo a Eva –“la fugitiva”, según Estéfano, sirviéndose esta vez de una palabra de naturaleza musical que es, desde luego, su propia naturaleza –, tendida en mi lecho como sobre rosas. Sus brazos se abren batientes y mi boca recorre una por una las calles de su cuerpo, calles entre las que soy el último transeúnte del mundo. La cabeza le papita como si una tempestad hubiese pasado hace poco por su cabellera, sobre su cabellera que recuerda a la miel, porque cae brillando. Por supuesto que su boca respira sueños y en ella pongo mi oído. Entonces comprendo una vez más que la escritura no es cosa del amor, ni el sueño el drama para dos cuerpos enlazados. Porque en esta atmósfera el tiempo es como si no existiese y ni lo que sucede entra, justamente, en la curiosa seducción del tiempo. Luego, en el cuello de Eva mi boca conoce, por fin, el aliento de las estatuas. Pero es hacia el pecho que se me escurre el aliento, con esa parte cuyo dominio no me pertenece enteramente y que la ve, como hace poco, sobre rosas. En el punto de partida de sus piernas mi boca perdida –nada menos que como la existencia del hombre– vacila si tomar el camino de la derecha o de la izquierda. ¿Por cuál de los dos se llegará más cerca de lo que se busca? Pero opta por deslizarse por la izquierda y es como si tocara sangre del corazón de Eva, sangre débilmente derramada y tan viva como un sentimiento. Luego, para alcanzar la posesión de dos estados paralelos, vuelve al punto de partida y toma por la derecha donde el amor bate palmas. Aquí se hace acompañar por las manos y el contacto de los muslos me da la impresión de caer de pronto en una bella trampa. Cerca de ahí corre un hilo de agua inalcanzable que va hasta las rodillas y los pies. La realidad de este brillante suplicio nos despierta de pronto y entonces aparece la necesidad de mirarnos cara a cara, de mirarnos en la súplica de dos cuerpos al borde del abismo. Cerca de nosotros, a nuestra espalda tal vez, hay un océano embravecido. El ruido es ensordecedor y su desborde parece inevitable. Siento el calor de algo clavado en mí y oigo apenas la voz que me llama en forma angustiosa y feliz entre mis huesos. 


Rosamel del Valle (1901-1965)


"Eva y la fuga" es un relato escrito por Rosamel del Valle (1901-1965) en 1930, pero que se publicó recién en 1970, ya de manera póstuma. Texto tal vez muy deudor de "Nadja" de André Breton (y quizás eso explique el hecho de que Rosamel del Valle no lo haya publicado en vida), tiene, de todos modos, su propia magia. Escenas como en la que una paloma habla sobre el asesinato de su anterior dueño, conviven con los paisajes de un Santiago de la primera parte del siglo XX, en donde hay lugares que ya han desaparecido, pero siguen viviendo en las páginas de este libro.


Foto de Rosamel del Valle: (c) Memoria Chilena. 

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