H. C. Andersen (retrato hecho por Christian Albrecht Jensen, 1836) |
Para Madame Bunkeflod de su devoto H. C. Andersen
Borboteaba y rugía, mientras ardía el fuego bajo la
olla. Ésta fue la cuna de la Vela de sebo. Y afuera de la cálida cuna se deslizó la vela completamente
formada, perfectamente fundida, brillando blanca y delgada. Fue hecha de tal manera,
que todos quienes la veían pensaban en la promesa de un futuro iluminado y
brillante, y que las promesas que todos veían, ella realmente las mantendría y
las cumpliría.
La Oveja – una simpática y pequeña oveja – fue la
madre de la vela y el Crisol fue su padre. De la madre había heredado el cuerpo
deslumbrantemente blanco y un presentimiento de la vida. Del padre, sin
embargo, había recibido el gusto por el fuego ardiente, el cual algún día debía
llegarle hasta la médula, para iluminarla en la vida.
Sí, así había sido creada y desarrollada, cuando ella
con la mejor, la más iluminada esperanza, se lanzó fuera hacia la vida. Ahí
encontró a muchas criaturas extrañas con las que se mezcló, pues quería conocer
la vida y, quizás con eso, encontrar el lugar en el que mejor encajara. Pero
ella creía demasiado en la bondad del Mundo. Éste sólo se preocupaba de sí
mismo y de ninguna manera en la Vela de sebo. No podía entender, para qué podría
servir ella y, por esto, la buscó para su propio beneficio y la tomó absolutamente
mal. Los negros dedos dejaban manchas cada vez más grandes en la pureza del
color inocente. Éste poco a poco se desvaneció totalmente y fue cubierto entero
por la suciedad, por el entorno, que había entrado en contacto demasiado duro con
ella, mucho más estrecho de lo que la Vela podía soportar, porque era incapaz
de distinguir lo puro de lo impuro. Pero en lo más interior todavía era
inocente y sin corrupción.
Entonces, los falsos amigos vieron que no podían
alcanzar su interior, y con ira tiraron la vela como una cosa inútil.
La piel negra del exterior mantenía lejos a todos los
buenos. Ellos temían ensuciarse con el color negro, pegarse oscuras manchas, y por
eso la mantenían alejada.
Ahora estaba la pobre Vela de sebo tan solitaria y
abandonada. No sabía dónde acudir. Se vio expulsada de los buenos y ahora
descubría que había sido sólo un instrumento para promover lo malo, y ahí se
sintió infinitamente infeliz, pues había pasado su vida en vano, quizás había
ennegrecido incluso lo mejor a su alrededor. No podía entender por qué y para
qué había sido creada realmente; por qué debía vivir en la tierra, en donde
quizás se destruyó a ella misma y a otros.
Cada vez más, más y más profundo, ella cavilaba, y,
mientras más reflexionaba, más grande se volvía su descontento, ya que no podía
encontrar realmente nada bueno, ningún verdadero contenido para sí misma, o ver
el propósito que le había sido entregado en su nacimiento. En cierto modo, era
como si la negra envoltura hubiera cubierto también sus ojos.
Pero ahí encontró una pequeña llama, un Mechero. Él conocía
mejor a la Vela de sebo de lo que ella misma se conocía, porque el Mechero veía
muy claro, a través de la piel exterior, y dentro encontró mucho bien. Por esto
se le acercó y claras suposiciones despertaron en la Vela. Ella se encendió y su
corazón se derritió.
La llama brillaba clara, como una hoguera de bodas,
todo alrededor era brillante y claro, e iluminaba el camino para su entorno, para
sus verdaderos amigos, los que ahora con felicidad a la luz de la vela podían
encontrar la verdad.
Pero también el cuerpo era suficientemente fuerte para
alimentar y llevar al ardiente fuego. Gota a gota corrían como gérmenes de
nueva vida y se acumulaban firme alrededor del tronco y con sus cuerpos cubrían
la suciedad del pasado.
Ellas no eran sólo el resultado físico, sino también
el espiritual de su enlace.
Y así la Vela de sebo había encontrado su lugar correcto
en la vida, y había probado que era realmente una vela, que por mucho tiempo
iluminó para alegría propia y de sus semejantes.
Traducción: René Olivares Jara
Sobre el cuento: "La vela de sebo" es un cuento que se encontraba inédito hasta no hace mucho. Esben Brage, un investigador danés halló el manuscrito casualmente en un archivo de la ciudad de Odense en octubre de 2012. Según los especialistas, el texto sería un trabajo temprano de H. C. Andersen y habría sido escrito hace unos 190 años. El manuscrito sería una transcripción de un original ya perdido. Si bien el cuento está dedicado a la "Señora Buneflod", esta "copia" tiene una dedicatoria final para "P Plum" ("Til P Plum fra hans ven Bunkeflod", es decir, "Para P Plum de su amigo Bunkeflod).
Sobre la traducción: Para la presente traducción de “La vela de sebo” (Tællelyset, en danés) me basé en la versión alemana, Die Talgkerze, publicada en el periódico
Potsdamer Neueste Nachrichten
(viernes 14/12/2012) y realizada por Richard Ostwald desde el danés, contrastándola con la versión en este idioma aparecida en el periódico Politiken. Intenté respetar lo más posible el texto original, pese a que existen reiteraciones evidentes y que podrían haber sido solucionadas, por ejemplo, con sinónimos. Sin embargo, el carácter de "documento" del cuento de Andersen lo ameritaba. Sólo corregí algunos aspectos ortográficos relacionados con el uso de guiones, que resultaban muy artificiales en la versión en español, así como el de los "punto y coma" (;), que, en la mayoría de los casos, no aportaban nada que un punto seguido no pudiera otorgar de mejor forma. De todos modos, la versión está abierta a sugerencias que puedan hacer ustedes.
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