Max Aub
Nadie puede entender a los hombres sin penetrar en el
gran misterio del dinero y de la teoría de los valores. Hay que reconocer, sin
ambages, que es invento notabilísimo y que, aunque sólo fuera por él, valdría
la pena abordar el estudio de esta especie, tan venda a menos.
El hecho es que, llevado por su insuficiencia
manifiesta, el hombre dejó de pronto –hace miles de años– de estimarse por lo
que era –lo que era en sí, verdaderamente– para pensar en lo que valía. Esta
torcedura, este esguince, le llevó de la mano a inventar un signo para
determinar aproximadamente ese valor. Así se vio, de pronto, que cada cual fue
catalogado según la estimación de sus jefes: –Tú vales tanto. Tú vales cuanto.
Tú no vales nada. Tú vales mucho.
A la unidad se le llamó dinero. Debido a la diversidad
de las lenguas, ese modelo llevó nombres distintos todos ellos hermosos: onza,
ducado, doblón, florín, real, maravedí, escudo, peso, sol, dólar, águila, etc.
Como se puede ver, todo el mundo está representado,
en esta enumeración: pájaros, flores, tierras, astros. No podía ser de otra
manera: con esta sencilla conversión a todo se le ponía precio. Los metales más
brillantes fueron consagrados para representar ese ideal, acuñados su valor
dependió de su peso, por trasmutación, esas monedas
perdieron el valor de lo que representaban para convertirse en valores
intrínsecos, y los hombres no valieron por lo que eran sino por lo que
atesoraban.
Esa progresión sin remedio lleva a la humanidad hacia
un fin mejor: el día en que todos los metales estén en manos de una sola
persona o nación acabarán las discusiones onerosas que tanto han contribuido a
la degeneración de la especie, ya que los hombres, una vez inventado el dinero,1
se han pasado la vida disputándoselo, matándose por poseerlo. Cuando no se
atrevieron directamente al crimen recurrieron a la gracia del trabajo
remunerado. Así se inventó la esclavitud. Contra ella se alzó una tribu –que
habla esperanto– llamada de Los Anarquistas, sin mayor resultado.
Ahora otros2 han emprendido una nueva cruzada contra el dinero. Lo
prueba este mismo campo de concentración3 en el que escribo.
Se han reunido aquí para intentar trabajar sin ser
pagados. De los resultados del procedimiento todavía es demasiado pronto para
sacar consecuencias. Sin embargo, a pesar de la excelencia de los propósitos,
veo que los hombres enflaquecen, se apergaminan, aunque tal vez ese chuparse
para adentro sea sólo la exteriorización de una mayor espiritualidad. Como no
parecen tampoco muy satisfechos, o alegres –aunque la risa sea manifestación
inferior–, he oído decir que en Alemania ya existen campos de esta misma índole
–y con el mismo fin– donde se lee, en la entrada: «El trabajo por la alegría».
Es decir, que los hombres están intentando cambiar monedas por sonrisas. No
respondo de ello y habrá de verificarse. (A transmitir al profesor A ZI-40, en
la Selva Negra.)
Inventóse, más tarde, el billete de banco, o papel
moneda (al que hago referencia en otro lugar)- No he logrado saber por qué los
impresos en inglés valen más que los otros. Pero es un hecho. Un hombre forrado
de dólares (especie que no he conseguido ver) vale lo que pesa, y aun más.4
Este otra sub-especie humana, de la que no tengo
noticias exactas: los monederos falsos. He visto algunas de esas monedas
llamadas falsas, hechas por ese grupo. A mi juicio no se diferencias en nada de
las demás. Trátanos los banqueros como criminales y los odian, igual que los
comunistas a los trotskistas, o los socialistas de Prieto a los de Negrín y viceversa.
Complicaciones que procuraré explicar más adelante.5
NOTAS
1
No quiero entrar en el misterio de la moneda,
el capital, los intereses, la bolsa, etc.
–ya que cada uno de estos conceptos merece un estudio aparte–. Espero que estas
breves líneas despierten el interés de algunos cuervos estudiosos, y pronto
podamos contar con buenas monografías acerca de ello.
2
Su gran libro El capital que, contra
lo que el título hace suponer, va todo él dirigido contra lo que anuncia- Nadie
entiende a los hombres.
3
Concentración, es decir, lo más aquilatado, la médula, lo más enjundioso.
4
Para saber el valor de un hombre, tan pronto como pasa por la policía –organización
subsidiaria de los bancos– lo tallan y pesan.
5
Cosa que no hizo, o papeles perdidos. (N.
del T.)
El texto anterior pertenece a la obra de Max Aub Manuscrito Cuervo, recopilado a su vez
en el libro Enero sin nombre, que
reúne la narrativa de este autor español sobre la guerra civil, los campos de
concentración y el exilio.
En Manuscrito
Cuervo, Aub echa mano del antiguo recurso del “manuscrito encontrado”. Así
como Cervantes con El Quijote, no es Aub quien escribe la historia y ni
siquiera es quien encuentra el texto, por lo que se deja ver de las iniciales
del “editor” al final del prólogo. Lo particular es que, como lo indica el
título, no es un hombre quien redacta el “manuscrito”, sino un cuervo, resultado
de sus observaciones a nuestra especie. Desde ese ángulo, la actividad humana
recopilada en el texto adquiere un fuerte aire de sin sentido, por más normal
que sea, por ejemplo, el uso del dinero. Del mismo modo, se genera también una
denuncia a la violencia, al retratar la vida de los campos de concentración
durante el período justo posterior a la Guerra Civil Española y al comienzo de
la II Guerra Mundial.
Para mayor “verosimilitud” de su relato, Max Aub lo acompaña
con notas supuestamente hechas por el autor corvino o por el editor humano.
Además, introduce la historia con el siguiente “Prólogo” asumiendo la
personalidad de “J. R. B”, descubridor y editor del Manuscrito.
Prólogo
Realmente tienen las obras de la divina arte no sé qué de primor como escondido y secreto, con que, miradas unas y otras muchas veces, causan siempre un nuevo gusto.
J. José de Acosta, S. J.
(Historia
natural y moral de las Indias)
Cuando salí, por primera vez, del campo de
concentración de Vernete y llegué a Toulouse, en los últimos meses de 1940,
encontré en mi maleta un cuaderno que no había puesto allí.
Jacobo había desaparecido días antes y no se sabía
nada de él, ni, según supe luego, se volvió a tener noticias suyas. Jacobo era
un cuervo amaestrado cuya mayor habilidad consistía en posarse en las tapaderas
de las tinas repletas de las evacuaciones propias y ajenas, que llevábamos a
vaciar y limpiar al río, con regularidad y constancia dignas de mucha mejor
causa. Paseábase luego, dándose importancia, entre los barracones y aun volaba
del A al B y al C cuarteles que nos dividían al azar, aunque en principio
correspondiera el primero a los denominados detenidos «políticos», el último a
los delincuentes comunes y el otro a la
morralla de las más variadas índoles: judíos, españoles republicanos,
algún conde polaco, húngaros indocumentados, italianos antifascistas, soldados
de las Brigadas Internacionales, vagos, profesores, etc.
Ignoro quién colocó aquel cuaderno en mi equipaje. Yo
no tenía relaciones personales con Jacobo. Estas páginas dieron vueltas por el
mundo, en un ídem, al azar de mis azares, y si las doy ahora a la imprenta es
únicamente como curiosidad bibliográfica y recuerdo de un tiempo pasado que, a
lo que dicen, no ha de volver, ya que es de todos bien sabido que se acabaron
las guerras y los campos de concentración.
Es evidente que el propósito de Jacobo fue escribir un
tratado de la vida de los hombres, para aprovechamiento de su especie. Por lo
visto no tuvo tiempo de acabarlo; o no se trata más que del borrador del libro
publicado en lengua corvina. El índice, que va al frente del cuaderno, promete
más de lo que el texto da; lo que no es, por otra parte, achaque puramente
corvino: el que no haya trazado índices sin mañana, que levante la mano.
Descripción del
Manuscrito: 34 páginas de un cuaderno de 48, tamaño 18 x 24, escritas con letra
extraña (véase facsímil), no muy
difícil de descifrar. Las cubiertas son de color rosa y llevan impresas atrás
la tabla de multiplicar. Al frente se lee L’Incomparable,
y, abajo 48 pages.
CRITERIO GENERAL PARA ESTA EDICIÓN (siguiendo, como es natural, las Disquisiciones de Cuervo):
Sobre el proceso de as sustituciones ver los MSS. De
la catedral de Sevilla.
SIGNOS COPULATIVOS: El ángulo se imprime E.
ABREVIATURAS: Se han deshecho en cuanto me ha sido
posible.
Doy las más expresivas gracias a SU EXCELENCIA, Monsieur Roy, ministro del interior,
socialista como yo, que en 1940 tuvo a bien ayudarme a dar con el manuscrito y
me proporcionó tiempo y solaz necesario, y aún alguno de más, para descifrarlo.
J. R. B
Marsella, 25 de julio de
1946
La
versión que se utilizó en esta publicación es la de Max Aub: Enero sin
nombre. Barcelona: Alba Editorial, 1995. "Del Dinero" se encuentra en las
pp. 204-206 y el "Prólogo" en pp.177-179. Las imágenes están sacadas de
esta misma edición.
Si quieres leer otro texto de Max Aub, pincha aquí.
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