Morris Berman
En 1883 o 1884, cuando mi abuelo materno cumplía
cinco, fue enviado por sus padres al cheder,
o escuela básica judía, donde aprendería a leer la lengua hebrea y el Viejo
Testamento. Era la costumbre entre los judíos de la provincia de Grodno (Grodno
Guberniia) en Bielorrusia que a cada niño se le diera una pizarra al entrar al cheder. Era su posesión personal, en la
cual podía aprender a leer y escribir. Y en ese primer día, el profesor hizo
algo muy notable: tomó la pizarra y untó en ella las dos primeras letras del
alfabeto hebreo –aleph y beys– con miel. Cuando mi abuelo comió
las letras de la pizarra, aprendió un mensaje que permanecería con él toda su
vida: el conocimiento es dulce.
Traducido del inglés por René Olivares Jara de: Morris
Berman: The Reenchantment of the World.
Ithaca: Cornell University Press, 1981, p. 267.