lunes, 30 de septiembre de 2013

El conocimiento es dulce

Morris Berman





En 1883 o 1884, cuando mi abuelo materno cumplía cinco, fue enviado por sus padres al cheder, o escuela básica judía, donde aprendería a leer la lengua hebrea y el Viejo Testamento. Era la costumbre entre los judíos de la provincia de Grodno (Grodno Guberniia) en Bielorrusia que a cada niño se le diera una pizarra al entrar al cheder. Era su posesión personal, en la cual podía aprender a leer y escribir. Y en ese primer día, el profesor hizo algo muy notable: tomó la pizarra y untó en ella las dos primeras letras del alfabeto hebreo –aleph y beys– con miel. Cuando mi abuelo comió las letras de la pizarra, aprendió un mensaje que permanecería con él toda su vida: el conocimiento es dulce.




Traducido del inglés por René Olivares Jara de: Morris Berman: The Reenchantment of the World. Ithaca: Cornell University Press, 1981, p. 267.

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