Rubén Darío
Ya he dicho en otra ocasión mi pensar respecto a eso del periodismo.
Hoy, y siempre, un periodista y un escritor se han de confundir. La mayor parte de los fragmentarios son periodistas. Montaigne y de Maistre son periodistas, en un amplio sentido de la palabra. Todos los observadores y comentadores de la vida han sido periodistas. Ahora, si os referís simplemente a la parte mecánica del oficio moderno, quedaríamos en que tan solo merecerían el nombre de periodistas los reporters comerciales, los de los sucesos diarios; y hasta éstos pueden ser muy bien escritores que hagan sobre un asunto árido una página interesante, con su gracia de estilo y su buen por qué de filosofía. Hay editoriales políticos escritos por hombres de reflexión y de vuelo, que son verdaderos capítulos de libros fundamentales, y eso pasa. El
periodista que escribe con amor lo que escribe, no es sino un escritor como
otro cualquiera.
Solamente
merece la indiferencia y el olvido aquel que, premeditadamente, se propone
escribir, para el instante, palabras sin lastre e ideas sin sangre.
Muy hermosos, muy útiles y muy valiosos volúmenes podrían formarse con entresacar de las colecciones de los periódicos la producción, escogida y selecta, de muchos, considerados como simples periodistas.
En Impresiones y sensaciones (1925)
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