El tiempo y las cosas
Y murió mil años
con las madrugadas
ardiendo.
Ya no recuerdo qué es el tiempo,
ni la mitad de las cosas,
esta ciudad es tan negra,
como las noches negras,
como el humo negro,
y los cementerios temblando
sin preocuparse de las cosas
ni el tiempo,
ni el sonido del ser,
la nada es tan triste.
Soy como el fracaso del tiempo
y las cosas.
Medianoche
Los filósofos cínicos
otra vez,
con el semen ardiendo
otra vez,
con los ojos hinchados
tienes que dar otra vuelta
madrugadas frías,
sangra el olvido,
sobre una mujer triste
sola en la ciudad
como un filósofo cínico,
como un filósofo perro,
caminando sola y desnuda
sobre una ciudad triste,
con el semen ardiendo en las entrañas,
con las manos sucias,
y los ojos hinchados,
con hambre y miseria,
como los filósofos perros
masturbándose en las plazas públicas
otra vez con el vientre roto
y los ojos hinchados
de llanto y de tristeza,
como los filósofos perros
con el semen ardiendo
chorreado en las plazas públicas,
la sangre es más espesa que el agua
la noche se parte en dos
como un grito ciego
como mil animales copulando al mismo tiempo
como una mujer sola,
desnuda frente al espejo
con ganas de matar,
con unas ganas
Ubérrimas
Trans-oceánicas
Colosales
de volarle los sesos a alguien,
con los ojos hinchados
sola y triste
feroz y desnuda,
con las manos sucias,
y el pecho agusanado,
como una mujer sola
con ganas de morir,
con ganas de copular,
triste y desnuda
con las piernas ardiendo.
Salmo XII
A Dios
[Si está en algún lugar o ninguno]
Que sufra por los que tienen hambre y tienen sed,
por los borrachos, el sida y los funerales,
por los parias y los poetas, por dementes y traidores,
por asesinos y enajenados,
por los mejores tiranos del mundo, las prostitutas feas
y los ancianos que ya no recuerdan quienes son.
Por los ahorcados y fusilados,
por todas las mujeres que perdieron un hijo,
por los ataúdes y los desgraciados,
por los que lo perdieron todo y usan camisas sucias,
por pobres y ricos,
por los enfermos y los humillados,
por la desilusión de un niño.
Que sufra por todos los que estén a punto de morir,
por mujeres violadas y sacerdotes suicidas,
por familias rotas.
Y amado sea aquel
que cruza la calle sin mirar,
el que lleva zapatos rotos y llora frente a los espejos,
el que usa cuello, hueso y pelo,
el que perdió su alma en un pueblo sin sombras,
el que odia pero no quiere odiar, el que sufre en las cantinas.
Amado sea aquel que no sabe quién es,
el que quiere ser menos malo,
el que camina con mustia en los ojos,
el que no sabe rezar y come porotos,
aquel que no se reconoce en el reflejo de su imagen,
el que miente a menudo, el pobre de corazón,
y el intelectual perdido en sus razones.
Amado sea aquel que grita en las noches obscuras
con la desesperación en las manos,
con pasado, hígados, neuronas y tórax,
con las mañanas y la escarcha.
Amado el que se sacrifica y suda por los que ama,
el que no sabe escribir ni contar las estrellas,
el suicida sea amado, como aquel que amó demasiado.
Shi – Fu
A Bolaño
Estaban ambos sentados.
B transpiraba sin mirar la cámara,
yo transpiraba sentado en el Shi- Fu,
en esa época ya no me reconocía,
las meseras no me reconocían,
ni las secretarias, ni las vitrinas, ni los ventanales.
Hablaban de un escritor argentino.
B decía que la chica estaba perdida en Nueva York
que eso era cierto, yo estaba perdido
tenía esa sensación de ausencia,
de pronto comenzó a hacer frío
la mesera dijo que no me había visto,
yo le dije que esa tarde me sentía fantasmal.
B hablaba de Robert de Niro, de hígados rotos
y golpes en la cara, luego habla de hologramas y librerías
yo leía un poema sobre detectives perdidos
con frío y desesperación, ya no tenía prisa por llegar a ninguna parte.
B Hablaba de los manicomios, de Mario Santiago y los asesinos,
yo me ponía de pie mirando las azoteas, sentía un extraño vacío
pensé que esta vez era para siempre.
Nocturno
Ya no estoy solo,
quiero hablar con alguien,
esta noche es la más larga.
Espero algún día encontrarme con mi madre,
espero no volver a ser yo,
ni mi sombra,
ni mis pasos,
ni el eco de mi voz.
Espero no volver a escribir,
ya no estoy solo,
la pena del mundo
y la soledad del hombre
me acompañan
en esta noche,
que es la más larga.
El tercer hombre
Un poco de ropa para estos hombres tristes
con los ojos sangrando bajo el agua,
sublime y furioso,
como toda la belleza del mundo.
Un poco de pan para estos hombres tristes
ya no tienen cielo donde amanecer
las flores y el silencio
con las manos partidas
esta distancia es caos
el caos ya no existe.
Un poco de caos para estos hombres tristes
están llenos de nada,
no saben dónde van,
la vida es feroz,
el tiempo no regresa.
Un poco de muerte para estos hombres tristes
sólo un poco,
porque ya tienen mucha.
Esta es la segunda entrega de Hugo Villar Urrutia (Talca, 1981) de su libro Extramuros (2015) para El descanso en la escalera. Él es poeta y creador audiovisual.
Estudió Pedagogía en Religión y Filosofía en Talca y, posteriormente,
cursó un Magister en Literatura y Artes Visuales en la Universidad de la
misma ciudad.
Actualmente es columnista del suplemento “Temas” de diario El Centro y se desempeña como profesor en la escuela de Arquitectura de la Universidad de Talca.
Créditos de los collages: Hugo Villar
No hay comentarios:
Publicar un comentario