lunes, 7 de septiembre de 2020

"Extramuros" (segunda entrega) de Hugo Villar



 

 

 El tiempo y las cosas

 

Y murió mil años

con las madrugadas

ardiendo.

Ya no recuerdo qué es el tiempo,

ni la mitad de las cosas,

esta ciudad es tan negra,

como las noches negras,

como el humo negro,

y los cementerios temblando

sin preocuparse de las cosas

ni el tiempo,

ni el sonido del ser,

la nada es tan triste.

Soy como el fracaso del tiempo

y las cosas.

 


 

Medianoche

Los filósofos cínicos

otra vez,

con el semen ardiendo

otra vez,

con los ojos hinchados

tienes que dar otra vuelta

madrugadas frías,

sangra el olvido,

sobre una mujer triste

sola en la ciudad

como un filósofo cínico,

como un filósofo perro,

caminando sola y desnuda

sobre una ciudad triste,

con el semen ardiendo en las entrañas,

con las manos sucias,

y los ojos hinchados,

con hambre y miseria,

como los filósofos perros

masturbándose en las plazas públicas

otra vez con el vientre roto

y los ojos hinchados

de llanto y de tristeza,

como los filósofos perros

con el semen ardiendo

chorreado en las plazas públicas,

la sangre es más espesa que el agua

la noche se parte en dos

como un grito ciego

como mil animales copulando al mismo tiempo

como una mujer sola,

desnuda frente al espejo

con ganas de matar,

con unas ganas

Ubérrimas

Trans-oceánicas

Colosales

de volarle los sesos a alguien,

con los ojos hinchados

sola y triste

feroz y desnuda,

con las manos sucias,

y el pecho agusanado,

como una mujer sola

con ganas de morir,

con ganas de copular,

triste y desnuda

con las piernas ardiendo.

 

 

 

Salmo XII

A Dios

[Si está en algún lugar o ninguno]

Que sufra por los que tienen hambre y tienen sed,

por los borrachos, el sida y los funerales,

por los parias y los poetas, por dementes y traidores,

por asesinos y enajenados,

por los mejores tiranos del mundo, las prostitutas feas

y los ancianos que ya no recuerdan quienes son.

Por los ahorcados y fusilados,

por todas las mujeres que perdieron un hijo,

por los ataúdes y los desgraciados,

por los que lo perdieron todo y usan camisas sucias,

por pobres y ricos,

por los enfermos y los humillados,

por la desilusión de un niño.

Que sufra por todos los que estén a punto de morir,

por mujeres violadas y sacerdotes suicidas,

por familias rotas.

Y amado sea aquel

que cruza la calle sin mirar,

el que lleva zapatos rotos y llora frente a los espejos,

el que usa cuello, hueso y pelo,

el que perdió su alma en un pueblo sin sombras,

el que odia pero no quiere odiar, el que sufre en las cantinas.

Amado sea aquel que no sabe quién es,

el que quiere ser menos malo,

el que camina con mustia en los ojos,

el que no sabe rezar y come porotos,

aquel que no se reconoce en el reflejo de su imagen,

el que miente a menudo, el pobre de corazón,

 y el intelectual perdido en sus razones.

Amado sea aquel que grita en las noches obscuras

con la desesperación en las manos,

con pasado, hígados, neuronas y tórax,

con las mañanas y la escarcha.

Amado el que se sacrifica y suda por los que ama,

el que no sabe escribir ni contar las estrellas,

el suicida sea amado, como aquel que amó demasiado.

 

 

 

Shi – Fu

A Bolaño

Estaban ambos sentados.

B transpiraba sin mirar la cámara,

yo transpiraba sentado en el Shi- Fu,

en esa época ya no me reconocía,

las meseras no me reconocían,

ni las secretarias, ni las vitrinas, ni los ventanales.

Hablaban de un escritor argentino.

B decía que la chica estaba perdida en Nueva York

que eso era cierto, yo estaba perdido

tenía esa sensación de ausencia,

de pronto comenzó a hacer frío

la mesera dijo que no me había visto,

yo le dije que esa tarde me sentía fantasmal.

B hablaba de Robert de Niro, de hígados rotos

y golpes en la cara, luego habla de hologramas y librerías

yo leía un poema sobre detectives perdidos

con frío y desesperación, ya no tenía prisa por llegar a ninguna parte.

B Hablaba de los manicomios, de Mario Santiago y los asesinos,

yo me ponía de pie mirando las azoteas, sentía un extraño vacío

pensé que esta vez era para siempre.

 

 

 

Nocturno

Ya no estoy solo,

quiero hablar con alguien,

esta noche es la más larga.

Espero algún día encontrarme con mi madre,

espero no volver a ser yo,

ni mi sombra,

ni mis pasos,

ni el eco de mi voz.

Espero no volver a escribir,

ya no estoy solo,

la pena del mundo

y la soledad del hombre

me acompañan

en esta noche,

que es la más larga.

 

 

 

El tercer hombre

Un poco de ropa para estos hombres tristes

con los ojos sangrando bajo el agua,

sublime y furioso,

como toda la belleza del mundo.

Un poco de pan para estos hombres tristes

ya no tienen cielo donde amanecer

las flores y el silencio

con las manos partidas

esta distancia es caos

el caos ya no existe.

Un poco de caos para estos hombres tristes

¡Míralos!

están llenos de nada,

no saben dónde van,

la vida es feroz,

el tiempo no regresa.

Un poco de muerte para estos hombres tristes

sólo un poco,

porque ya tienen mucha.

 

 


 

 

Esta es la segunda entrega de Hugo Villar Urrutia (Talca, 1981) de su libro Extramuros (2015) para El descanso en la escalera. Él es poeta y creador audiovisual. Estudió Pedagogía en Religión y Filosofía en Talca y, posteriormente, cursó un Magister en Literatura y Artes Visuales en la Universidad de la misma ciudad.


En cine ha trabajado en la dirección de Talca On The Road (videoarte) y los documentales Sota y Sonrisas de Paz. Del mismo modo produjo, actuó y escribió el guión de la primera película de acción talquina, Los Culpables, estrenada en 2017.

En literatura, además de Extramuros ha publicado El Impostor (2016) y ha participado en la antología de poesía social Verbo Latente (2018).

Actualmente es columnista del suplemento “Temas” de diario El Centro y se desempeña como profesor en la escuela de Arquitectura de la Universidad de Talca.

 

Créditos de los collages: Hugo Villar

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