viernes, 22 de diciembre de 2023

Alberto Rojas Giménez viene volando

 Pablo Neruda




Entre plumas que asustan, entre noches,
entre magnolias, entre telegramas,
entre el viento del Sur y el Oeste marino,
             vienes volando.

Bajo las tumbas, bajo las cenizas,
bajo los caracoles congelados,
bajo las últimas aguas terrestres,
            vienes volando.

Más abajo, entre niñas sumergidas,
y plantas ciegas, y pescados rotos,
más abajo, entre nubes otra vez,
             vienes volando.

Más allá de la sangre y de los huesos,
más allá del pan, más allá del vino,
más allá del fuego,
             vienes volando.

Más allá del vinagre y de la muerte,
entre putrefacciones y violetas,
con tu celeste voz y tus zapatos húmedos,
             vienes volando.

Sobre diputaciones y farmacias,
y ruedas, y abogados, y navíos,
y dientes rojos recién arrancados,
             vienes volando.

Sobre ciudades de tejado hundido
en que grandes mujeres se destrenzan
con anchas manos y peines perdidos,
             vienes volando.

Junto a bodegas donde el vino crece
con tibias manos turbias, en silencio,
con lentas manos de madera roja,
             vienes volando.

Entre aviadores desaparecidos,
al lado de canales y de sombras,
al lado de azucenas enterradas,
             vienes volando.

Entre botellas de color amargo,
entre anillos de anís y desventura,
levantando las manos y llorando,
             vienes volando.

Sobre dentistas y congregaciones,
sobre cines, y túneles y orejas,
con traje nuevo y ojos extinguidos,
             vienes volando.

Sobre tu cementerio sin paredes
donde los marineros se extravían,
mientras la lluvia de tu muerte cae,
             vienes volando.

Mientras la lluvia de tus dedos cae,
mientras la lluvia de tus huesos cae,
mientras tu médula y tu risa caen,
             vienes volando.

Sobre las piedras en que te derrites,
corriendo, invierno abajo, tiempo abajo,
mientras tu corazón desciende en gotas,
             vienes volando.

No estás allí, rodeado de cemento,
y negros corazones de notarios,
y enfurecidos huesos de jinetes:
             vienes volando.

Oh amapola marina, oh deudo mío,
oh guitarrero vestido de abejas,
no es verdad tanta sombra en tus cabellos:
             vienes volando.

No es verdad tanta sombra persiguiéndote,
no es verdad tantas golondrinas muertas,
tanta región oscura con lamentos:
             vienes volando.

El viento negro de Valparaíso
abre sus alas de carbón y espuma
para barrer el cielo donde pasas:
             vienes volando.

Hay vapores, y un frío de mar muerto,
y silbatos, y mesas, y un olor
de mañana lloviendo y peces sucios:
             vienes volando.

Hay ron, tú y yo, y mi alma donde lloro,
y nadie, y nada, sino una escalera
de peldaños quebrados, y un paraguas:
             vienes volando.

Allí está el mar. Bajo de noche y te oigo
venir volando bajo el mar sin nadie,
bajo el mar que me habita, oscurecido:
             vienes volando.

Oigo tus alas y tu lento vuelo,
y el agua de los muertos me golpea
como palomas ciegas y mojadas:
             vienes volando.

Vienes volando, solo solitario,
solo entre muertos, para siempre solo,
vienes volando sin sombra y sin nombre,
sin azúcar, sin boca, sin rosales,
             vienes volando.





 


Este poema de Neruda está dedicado al escritor e ilustrador chileno Alberto Rojas Giménez (1900-1934). Ambos fueron parte de la vida literaria chilena de comienzos de los años 20, que se caracterizó por los movimientos sociales y el desarrollo del vanguardismo. Es así como es posible encontrar a Rojas Giménez como firmante de algunos de los documentos fundacionales de las vanguardias en Chile, como el "Primer manifiesto Agú" y la "Rosa Náutica". En 1923 viaja a Europa gracias a que su amigo pintor Abelardo Bustamante había ganado una beca y lo invita a viajar con él. Ahí vive una temporada en París y luego en Berlín. El resultado de esa estadía es su libro Chilenos en París. Ya de vuelta en Chile muere debido a una neumonía, luego de que dejara su abrigo en un local, según algunas versiones, a modo de prenda y se mojara en esa noche de lluvia. 

La muerte del amigo poeta encuentra a Neruda lejos del país, en sus labores como Cónsul de Chile en España. Escribe este poema en su homenaje y lo publica en la segunda parte de Residencia en la Tierra (1935).
 
 
Créditos 
 
La versión que seguimos aquí del poema es la que se encuentra en el sitio de la Universidad de Chile sobre Pablo Neruda. El nombre del poeta homenajeado varía en otras versiones e incluso en algunas biografías, encontrándose "Giménez" o "Jiménez". Esta última parece ser una "modernización" del apellido, pues el poeta firmó muchos de sus textos como "Giménez" y así aparece en el poema de su amigo Neruda, por lo que preferimos dejarlo así.

La primera imagen es parte de la ilustraciones que Hernán Castellano Girón (1937-2016) hizo de este poema estrofa por estrofa en el año 2000. Nos hemos permitido publicar esta ilustración con algunas modificaciones (no aparecen los versos escritos a mano por Castellano Girón). Lamentablemente no pudimos contactar con los herederos de la obra para pedir permiso, pero hacemos mención de que todo el crédito de la imagen es de él. Esperamos también que se pueda editar en un buen formato esta versíon ilustrada. La imagen la hemos tomado de Memoria Chilena.
 
La segunda imagen está tomada directamente de la primera edición de Chilenos en París (1930, página 6). En una versión de Memoria Chilena aparece como "dibujo" y "autorretrato". Sin embargo, la imagen parece ser una xilografía y está firmada por "Huelén", seudónimo de Juan González, mismo ilustrador de la portada del libro.

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