lunes, 12 de febrero de 2024

Los tres idiomas

Jacob y Wilhelm Grimm
recopiladores
  

Vivía en Suiza una vez un viejo conde que tenía sólo un único hijo, pero él era tonto y no podía aprender nada. Entonces el padre le dijo: “escucha, hijo mío, nada pongo en tu cabeza y me gustaría empezar a hacerlo como quiero. Debes irte de aquí. Quiero ponerte en manos de un maestro famoso que lo intente contigo.” El joven fue enviado a una ciudad extranjera y permaneció junto al maestro un año entero. Pasado ese tiempo volvió a casa y el padre le preguntó: “ahora, hijo mío, ¿qué has aprendido?”. “Padre, he aprendido lo que ladran los perros”, contestó. “¡Que Dios tenga misericordia” –exclamó el padre– ¿eso es todo lo que has aprendido? Te enviaré a otra ciudad con otro maestro.” El joven fue llevado allí y permaneció junto a ese maestro también un año. Cuando regresó, preguntó nuevamente el padre: “hijo mío, ¿qué has aprendido?” Él respondió: “Padre, he aprendido lo que hablan los pajaritos.” Entonces el padre se enfureció y dijo: “Oh, tú persona extraviada, has perdido tiempo precioso y no has aprendido nada, ¿y no te avergüenzas de asomarte ante mis ojos? Quiero enviarte a un tercer maestro, pero si no aprendes nada tampoco esta vez, entonces no seré más tu padre.” El hijo permaneció junto al tercer maestro igualmente un año entero, y cuando volvió a casa y el padre le preguntó “hijo mío, ¿qué has aprendido?”, respondió así: “querido padre, este año he aprendido lo que croan las ranas.” Entonces el padre se enfureció muchísimo. Se levantó de repente, llamó a su gente y dijo: “este hombre no es más mi hijo, yo lo expulso y les exijo que lo acompañen afuera al bosque y que tomen su vida.” Ellos lo acompañaron afuera, pero cuando debían matarlo, no pudieron por compasión y lo dejaron ir. Cortaron los ojos y la lengua de un ciervo con los que pudieron dar veracidad al anciano.

 


 

El joven se marchó lejos y después de un tiempo llegó a un castillo, en donde pidió albergue nocturno. “Sí, –dijo el Señor del Castillo–, si tú quieres pasar la noche allá abajo en la vieja torre, entonces ve, pero te advierto que es mortalmente peligroso, pues está llena de perros salvajes que ladran y aúllan sin cesar, y a ciertas horas les debe ser entregado un ser humano, al que devoran en seguida.” Todo el lugar estaba cubierto de pesar y sufrimiento, y sin embargo nadie podía ayudar.

 

Pero el joven no tenía miedo y dijo: “sólo déjenme con los perros ladradores y denme algo que yo pueda lanzarles para comer. No debieran hacerme nada.” Porque ahora él mismo no quería otra cosa, entonces le dieron algo de comida para los animales salvajes y lo llevaron a la torre. Cuando entró, los perros no le ladraron, dieron vueltas a su alrededor con las colas totalmente amigables, comieron lo que él les puso y no le tocaron ni un pelo. A la mañana siguiente, para asombro de todos, él salió nuevamente a la luz sano y salvo, y le dijo al Señor del Castillo: “los perros me han revelado en su idioma por qué viven ahí en malas condiciones y traen daños al país. Ellos están encantados y deben cuidar un gran tesoro que yace bajo la torre y no obtendrán descanso hasta que sea levantado y cómo esto debe suceder lo he oído también en su conversación.” Entonces se alegraron todos los que escucharon esto y el Señor del Castillo dijo que quería que él ocupara el lugar de su hijo si felizmente lo conseguía. Bajó nuevamente y, porque sabía lo que tenía que hacer, entonces lo llevó a cabo y trajo hasta arriba un cofre lleno de oro. Los aullidos de los perros salvajes desde ahora no se escucharon más. Desaparecieron y el país fue liberado de la plaga.

 

Con el tiempo se le ocurrió que quería ir a Roma. En el camino pasó por un pantano en el que ranas estaban sentadas y croaban. Se detuvo y cuando oyó lo que hablaban se puso completamente pensativo y triste. Finalmente llegó a Roma. Ahí había muerto recién el Papa y entre los cardenales había una gran duda respecto a quién debían designar como sucesor. Al final acordaron elegir Papa a aquel que revelara una señal milagrosa divina. Y cuando esto se decidió, en el mismo instante que el joven conde entró en la iglesia, volaron de pronto a sus hombros dos palomas blancas como la nieve y permanecieron ahí sentadas. El clero reconoció en esto la señal de Dios y le preguntaron ahí mismo si quería ser Papa. Él estaba indeciso y no sabía si era digno de ello, pero las palomas lo persuadieron para que lo quisiera y dijo finalmente: “Sí”. Entonces fue ungido y consagrado y con ello se cumplió lo que él escuchó de las ranas en el camino y lo que le había puesto tan tan consternado, que él sería el Santo Padre. Luego tuvo que cantar una misa y de eso no sabía ni una palabra, pero las dos palomas se sentaron siempre en sus hombros y le decían todo al oído.

 

 


 

Créditos

"Los tres idiomas" ("Die drei Sprachen") es uno de los cuentos de hadas recopilados por los Hermanos Grimm y aparecidos por primera vez en 1812 con el nombre de Die Kinder- und Hausmärchen (Cuentos de hadas infantiles y caseros), aunque hicieron varias versiones hasta 1858. La versión en español de "El tiempo de vida" que publicamos aquí es una traducción hecha por René Olivares Jara y se basa en el texto aparecido en Grimms Märchen (2015), libro que se basa en las versiones de 1812 y 1815.

La ilustración es una versión coloreadas en acuarela del original monocromo de Otto Ubbelohde.

 

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