lunes, 10 de junio de 2013

La hija vertiginosa (Poema XI)



 
Rosamel del Valle (izquierda) y Humberto Díaz Casanueva (derecha)
  

Humberto Díaz Casanueva

XI


Hija baila baila
Picotea el suelo hasta sacar la lombriz
Saca saca al hombre en el pavor de crecer
Saca su alma
como un rayo de oro que siegan cuando comienza
a unirse
Baila baila
Sean tus pies las letras de mi canto
Tus pies apuñaleando los áridos lugares
Crece como entonces
cuando eras una oveja desvalida a cuatro patas
abiertas sobre las baldosas
Tamborileabas en mi pecho toda la noche hasta que el mugido venía del mar colérico
Y luego sobre piernas más largas que lanzas
estiradas por un sueño de sangre
al pie del trueno un fruto
con un beso tocaste
Recuerdas la pelota brotando en los tejados?
El oso hincándose de miel?
La dentellada en el muñeco? Cómo cosías su herida en el costado!
Noche a noche lo arropabas en el eterno pesebre
y un latido lograste sustraer al silencio
Y ahora mira a lo lejos
Oh date prisa!
Baila!

Mira los escombros que se desprenden del cielo!

Debajo queda tu muñeco
Se le sale la paja se le alcanza a ver bajo la lengua
el grito para ser
y de nuevo se yergue en sus iguales
Un hombre enterrado me sigue
Asoma por el muro
Toca tras los pájaros mis sentidos
Tras los sueños mi figura
No escuchas llorar su corazón como un cachorrillo que llevaran los labios partidos de la tierra?
Nacer renacer
Quién soy para quién?
Mi corazón esté mezclado de leche y sangre
He perdido la memoria de la leche
Oh alma mía! Aterradora nodriza!
Espanta mi bandada de cejas negras
Mis silbidos en ámbitos vacíos
Sólo tú hija mía podrás concebir al padre una y mil veces
y en mí anticipar el secreto del origen que no cesa

Sea por fin el espacio carnal a ti debido!

Con tu pie izquierdo demueles
Con tu pie derecho fabricas
Y ambos tan veloces como los palillos del chino en la escudilla del arroz
Qué veo en ti
Qué precoces plumas te arrancas
Cuerpo oculto que la luz torna innumerable
Cien hijas salen de mis ojos locos!
Entonces
ya deshecha la sangrienta granada
no te abrazas
vacía?
Acaso la vida
si compartes demasiado su poder arcano te deja como un roce de ti misma y así te persigues
siempre distinta?
Cuál de aquéllas en ti oh la más solitaria
resbalando de la torre que deshielas
se queda con tu cuerpo?

Sólo preso el ser atesora las formas que lo cazan!

Grito
Asusto donde un velo muerto cubre la mujer
despedazada
Al canto del gallo es uno fuerte
Corazón duro uno de tus reyes ennegrece
Mato la llama encarnizada
Entonces junto a mí
rígida
como una estatua cuya mano encallece en la tormenta
No me toques
Toca al suelo
Así eres lo que eres!
Entonces abrázame! Ah luz que acaba en el mar!




Humberto Díaz-Casanueva (1906 – 1992) es uno de los grandes poetas de Chile, pese a lo poco conocido de su obra entre el público general. Lo anterior se debe probablemente a la fama eclipsante de otros poetas como Pablo Neruda, Vicente Huidobro y Gabriela Mistral, así como al lenguaje “oscuro” de muchas de sus obras poéticas. Si bien esto último es una dificultad “de ingreso”, vale la pena detenerse un poco en sus imágenes para entrar lentamente a un mundo con mucha riqueza de imágenes y, ante todo, con una profunda reflexión sobre la humanidad.

El poema que publicamos en esta ocasión es parte de La hija vertiginosa (1954). Díaz-Casanueva comenzó a escribir este libro inspirado en la imagen de su hija Luz Maya bailando frente a un espejo. Un canto a la vida que recomienza en los hijos. La versión que publicamos acá es la que se encuentra en Obra Poética. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1988, pp. 168-170.

Fotografía: (c) Memoria Chilena

1 comentario:

Gato dijo...

Me encantó! Cómo dice mi amiga Carol, se me arrugó el pañito :D