Esta es una frase que se suele escuchar hasta el asco
en cada elección. Los candidatos lo dicen como un mantra, los periodistas lo
repiten y lo repiten tanto en cada despacho, que hasta incluso alguno de los
ciudadanos de la fila, apurado por los estudios centrales, también lo expresa y
así lo cree también la señora en la casa. “Fiesta de la democracia”, aunque la
única música sea la de esta frase reiterada de boca en boca, aunque nadie baile,
aunque los tragos estén guardados hasta el siguiente día.
No se me malentienda. Yo creo que votar es importante.
Es un elemento fundamental para la conformación de una sociedad que pretende
cierta sanidad. Pero estoy en contra del cliché que iguala en el discurso a la
votación con el “vital elemento” y el “mudo testigo”, porque más allá de
reflejar una falta de imaginación, enclaustran a la democracia tan solo en el
ejercicio del voto. Como lo menciona por ahí Rubén Darío, el cliché literario
tiene una correlación con el cliché mental (no son sus palabras exactas, pero
es su idea). Toda la concepción ético-filosófica detrás de un sistema de
organización social que intenta balancear la libertad y la responsabilidad
civil se ve reducida a una “forma de elección”. Es decir, todo se ve limitado a
poner una raya en un papel. Si fuera así, le daríamos la razón a algunos que
relativizan la democracia como “un sistema más de gobierno” entre todos los
posibles, abriendo con ello la puerta al autoritarismo. Esa es la frase que
usted puede escuchar de boca de Hermógenes Pérez de Arce en el documental El diario de Agustín.
La zamacueca de Manuel Antonio Caro |
Al mismo tiempo, esta reducción de la democracia al
voto, a esta “fiesta” que tenemos de vez en cuando, se cae en un ritmo social
lento y tedioso, que quita muchas veces las esperanzas respecto a una mejoría
de las condiciones de la población. Así, una gran cantidad de quienes tienen
ganas e ideas dejan de participar, pues si todo se reduce al voto, entonces
todo se queda en tener que elegir “a los mismos de siempre”. La decepción da
paso a la apatía y la animadversión al “sistema”. El resultado es que estas
personas dan un paso al lado, pero con ello también, se deja la puerta abierta
a quienes sí están interesados a que todo siga igual.
Por otro lado, la “fiesta de la democracia”, en su
vistosidad teatral, congrega también a sus personajes, a los famosillos de
turno que entran y salen de las urnas moviendo las manos en un gesto vacío de
toda significación, transformado todo en un espectáculo que se instala para que
en los siguientes años todo siga igual. Un carnaval en que el poder se celebra
a sí mismo dando paso a la abulia y la decepción. La televisión es la nueva
ideología política.
Dejémonos de clichés. La democracia no es sólo un
sistema de elección. O por lo menos no debería reducirse a eso, sino que es una
forma de convivencia social en la que se aprecia al otro aunque sea distinto,
aunque no piense como uno. Por eso es que pese a las diferencias sociales, las
personas son reconocidas como teniendo los mismos derechos. Lamentablemente,
esto está todavía en el plano de los deseos. Es incuestionable que vivimos en
una sociedad desigual, donde la dirección en la que se vive es la dirección hacia
donde se va en la vida. La educación, los contactos, los empleos, las
herramientas sociales para surgir, la discriminación o la promoción. Es por eso
que no hay que sólo votar. Hay que
ejercer la democracia. Hay que seguir en la vía de la organización social. Los
estudiantes deben tener sus agrupaciones. Los trabajadores, sus sindicatos.
Debe haber juntas de vecinos y asociaciones de consumidores. Por eso es importante iniciativas que vienen de los ciudadanos como "Haz tu voto volar", por el derecho a voto de los chilenos en el extranjero. Debe haber y
fortalecerse todos aquellos grupos en donde las personas puedan ejercer sus
derechos y asegurárseles un trato digno. Debe haber eso y voto. Si debe haber
fiesta de la democracia, que sea todo el año. Hay que acabar con el cliché para
repensar la sociedad e imaginársela de otra manera y mejor.
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