lunes, 4 de noviembre de 2013

La Hija Vertiginosa (Fragmento)

Humberto Díaz Casanueva





II

Si miras al mar que me predice
duermo
La bandada vacía me pasea
Devoro la arena de otro mundo
Me echará la vida otra perla en el helado aliento
otra hoja verde bañada por mi sangre?
No puedo más
Me clavo
la culebra que me sigue
El alma cuento como el parpadeo de un dios perdido que en mí encontrara el goce de su ausencia
Oh las flechas que soporta la apagada cabellera
de carbón!
Crece niña crece
Echa la carne adentro de una manzana de oro
Crece
más grande y más radiante que una reina extraída
de una pirámide
El portazo de la carne
no obscurece mi alma hasta creer que todo en ella
se origina?

Oh el manchado asesino de la tierra!

Puede el sueño mostrar mi semejanza en la antorcha que ilumina la sucia pared?
Al peso del rostro dormido
Qué sombra inmensa me está derramando blanco!
Se me ve la muerte blanca como si el cuerpo henchido
fuera un fruto
cálido en la lejanía
que abre una uña
nevada?
Criba el rostro la tiniebla madrugando en mi último día?
Hija
El espejo lanza las chispas de la nieve
Si duras
oh atónita niñez del rostro! veo al pómulo que come bajo el lino
Te suplico
Sube mi rostro tintineante por tus brazos
Recórtalo de la piedra
Púlelo con la primera sonrisa
Rasgúñalo
antes que el casco del rabioso caballo lo estampe como un sello
Cuélgalo por los labios del grito
y así tapa el agujero aborrecible!
y entonces

Cuánta luz carnal para el fiel que la descifra!
Cuánta hija!
Hija!
Qué palabra es ésta que la lengua afila en medio del corazón
para llorar riendo
morder tierra hasta sacar sangre
abrazar al primero que pasa
y por fin por fin adivinarlo en la soledad común
adivinarte hermano
como si el amor me descubriera ahora sólo ahora
la extensión secreta de tanto rostro cerquísimo!

Sentémonos
La estera es de manos entrelazadas
Las flores para comida
Me propongo una sola carne
Una causa que junte al dios con el muñeco
Échenme tierra verde
Venga venga mi flauta ya sangrante
No ven la leve cicatriz en el portillo después de soplar soplar toda la vida
hasta quedar vacío?
Escuchen
Cuántos pozos cantan donde la niña fue perpetuamente arrojada!
Mi hija baila
El candelero de mis días sube a la casa
Ondulan las aves del mar sobre la tierra
Con la nevada
la balanza de aquellos brazos
me pesa el alma
Tengo miedo
Ay!
Veo
Dos copas de leche yerta
La invernal primavera donde pintan el velo carcomido
la roca colgada al cuello
Veo
La punta del cuchillo que raja en la obscuridad
al pájaro volando!
Monten monten aquellas alas cortadas!
Vano es el ser que ahonda en su fugaz reflejo su retorno incesante?

Mírenme en aquella precipitada torre de los miembros
más empinada mientras más inocente!
Así quiero equilibrarme
Construir mi casa resonante
Me sostiene la amenaza del derrumbe!


Humberto Díaz-Casanueva


El poema que publicamos en esta ocasión es parte de La hija vertiginosa (1954). Díaz-Casanueva comenzó a escribir este libro inspirado en la imagen de su hija Luz Maya bailando frente a un espejo. Un canto a la vida que recomienza en los hijos. La versión que publicamos acá es la que se encuentra en Obra Poética. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1988, pp. 155-157.


Fotografías de la edición original de La hija vertiginosa y del autor, sacadas de "Memoria Chilena".



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