miércoles, 31 de octubre de 2018

Sobre la condena eterna

Charles Baudelaire




 ¿Qué le importa la condena eterna a quien ha encontrado por un segundo lo infinito del goce?

lunes, 22 de octubre de 2018

Los cuentos que no se extinguieron: Unanana y el elefante

versión de Pamela Uribe Valdés


En un texto que he leído del académico Celso Lara, se señala que en las sociedades que conocen la escritura, la tradición oral pasa a ser una vía de expresión de las culturas subalternas; literatura menor o menospreciada. En cambio, en los pueblos ágrafos se concibe como patrimonio colectivo. Es por ello que en sociedades en que la clase predominante se apropia de la escritura, las prácticas correspondientes a la oralidad se transforman en una especie de resistencia cultural o trinchera, dado que se constituyen en el reservorio cultural de los marginados.
Entre esas historias casi extintas por la cultura oficial, encontré un nombre que me pareció particularmente interesante: Lydia Umkasetemba. Nada se sabe acerca de ella, excepto que su nombre aparece junto a diez de los relatos de Henry Callaway publicados en el año 68 bajo el título de Nursery Tales, Traditions, and Histories of the Zulus: In Their Own Words. Su presencia fue pasada por alto por los grandes historiadores de la literatura de su propia etnia como Benedict Vilakazi y Herbert Dhlomo. Probablemente porque como se señaló en varias historias de la literatura sudafricana “las lenguas bantúes no tienen literatura”; una afirmación tantas veces repetida que terminó por convertirse en una “realidad”.



La historia original se titula “Unanana and the Elephant” y trata sobre una madre que nunca se rinde en la búsqueda de sus hijos. Es necesario mencionar que las historias zulúes se derivan a menudo de proverbios y éstos eran, generalmente, piezas de consejos formados por experiencias históricas, eventos y observaciones del comportamiento de la naturaleza. La historia “Unanana and the Elephant” se origina en un proverbio llamado Unanana-bosele, que significa una persona obstinada, tan obstinada como una rana y se aplica a aquellos que jamás renuncianante las  adversidades, por más difíciles que éstas puedan ser.
Otra observación interesante sobre este cuento corresponde al vínculo entre los animales y las características humanas. Es así como las ranas, en diversos cuentos zulúes, simbolizan la obstinación, mientras los elefantes, a diferencia de la tradición procedente de India que los representa como gigantes piadosos, en las culturas africanas se les  muestra como los villanos de la historia.
Además de todo lo anteriormente señalado, quisiera destacar la presencia de la mujer solitaria enfrentando retos inmensos se representa en la figura de Unanana buscando a sus hijos por la sabana. Lo que probablemente demuestre que una mujer, puede enfrentarse y triunfar sobre un obstáculo grande y difícil. Una representación feminista en un contexto absolutamente machista.
La historia de “Unanana y el elefante” dice más o menos así:



Hace muchos, muchos años, vivía en una cabaña una mujer llamada Unanana junto a sus dos hermosos hijos. Una mañana, Unanana fue al bosque a recoger leña y dejó a sus hijos jugando con su prima, una muchacha que vivía cerca de ellos. Los dos niños y la muchacha jugaron felices afuera de la cabaña.
De pronto escucharon un crujido en las hierbas cercanas y vieron que sentado en una roca los miraba un babuino con semblante curioso.
-¿De quién son esos niños? - le preguntó el babuino a la muchacha.
-Son los hijos de Unanana - respondió la muchacha.
-¡Bien, bien, bien! - Exclamó el babuino con su profunda voz y continuó diciendo - ¡Nunca antes había visto niños tan hermosos!
Después de decir esto, el babuino desapareció sorpresivamente y los niños junto a la muchacha retomaron su juego.
Al poco tiempo oyeron el leve crujido de una ramita y, al levantar la vista, vieron los grandes ojos marrones de una gacela que los miraba desde un arbusto. La tímida gacela desde los arbustos preguntó a la muchacha:
-Dime muchachita, ¿de quién son esos pequeños?
-Pertenecen a Unanana - respondió la muchacha.
-¡Bien, bien, bien! -  Exclamó la gacela y con su suave voz continuó: ¡Nunca antes había visto niños tan hermosos! - y con un elegante salto desapareció tras los arbustos.
A esa hora y con los implacables rayos del sol de mediodía sobre sus cabezas, los niños ya cansados de jugar se dieron una pausa. Tomaron, entonces, una pequeña calabaza, la sumergieron en una gran olla llena de agua que estaba junto a la puerta de su choza y bebieron hasta saciarse.
Inesperadamente, un rugido agudo que les hizo erizar la piel los tomó por sorpresa, fue tanto el temor que la joven muchacha aterrorizada dejó caer su calabaza derramando todo el preciado líquido sobre la agrietada tierra. Cuando los muchachitos alzaron la vista pudieron ver ya casi sobre ellos el cuerpo manchado y los ojos traicioneros de un joven leopardo que se había deslizado sigilosamente hacia ellos.
-¿De quién son esos niños? - Exigió con mirada amenazante el leopardo.
-Pertenecen a Unanana - respondió con voz temblorosa la muchacha, mientras retrocedía lentamente hacia la puerta de la cabaña en caso de que el leopardo se lanzara hacia ellos. Pero, para suerte de los niños, en ese momento el joven y manchado cazador no estaba interesado en atrapar comida. Es por esto que exclamó:
- ¡Nunca antes había visto niños tan hermosos! - y con un movimiento de cola se desvaneció tras los arbustos del monte.
Los niños sintieron miedo de todos estos animales que se acercaban a ellos y les hacían tantas preguntas. Probablemente producto de ese miedo comenzaron a llamar fuertemente a Unanana para que regresara, pero en lugar de su madre, un enorme elefante con un solo colmillo salió detrás de un gran arbusto y se quedó mirando a los tres muchachitos que, en ese momento, estaban demasiado asustados como para moverse.
-¿De quién son esos niños? - Le gritó el elefante a la prima pequeña, agitando su trompa en dirección a los dos hermosos niños que trataban de esconderse detrás de una enorme roca.
-Ellos... pertenecen a Una... Unanana - titubeó la niña.
El elefante dio un paso adelante.
-¡Nunca antes había visto niños tan hermosos! - tronó - ¡Me los llevaré conmigo! - y abriendo de par en par la boca se tragó a los dos niños de un solo bocado.
La joven muchacha gritó aterrorizada y entró corriendo a la cabaña. Desde la oscuridad y la seguridad de la choza, escuchó cómo los pesados pasos del elefante se volvían cada vez más débiles mientras el sonido era devorado por la inmensidad de la sabana.
No fue hasta mucho después que Unanana regresó trayendo un gran manojo de madera sobre la cabeza. La niña salió corriendo de la casa en un estado terrible y pasó un tiempo antes de que Unanana pudiera entender toda la historia que ella trataba de contarle.
-¡Ay! ¡Ay! - Dijo la madre. - ¿Los tragó enteros? ¿Crees que todavía podrían estar vivos dentro del estómago del elefante?
-No lo podría decir - , dijo la niña, y comenzó a llorar aún más fuerte que antes.
-¡Bueno! - dijo calmadamente la madre. - Solo hay una cosa que hacer. Debo ir al monte y preguntar a todos los animales si han visto un elefante con un solo colmillo, pero primero debo hacer los preparativos.
Entonces Unanana tomó una olla y cocinó muchos frijoles hasta que estuvieron suaves y listos para comer. Luego, agarrando su cuchillo más grande y colocándose la olla con la comida en la cabeza, le dijo a su sobrina que cuidara de la cabaña hasta que ella y sus pequeños regresaran y partió hacia la inmensidad en busca del elefante de un solo colmillo.
Unanana pronto encontró las huellas del enorme animal y las siguió a cierta distancia, pero el elefante no estaba por ningún lado. En ese momento, cuando cruzó algunos árboles altos y sombreados se encontró con el babuino.
-¡Oh, babuino! ¡Ayúdame! – Suplicó la madre - ¿Has visto un elefante con un solo colmillo? Comió a mis dos hijos y debo encontrarlo.
-Siga recto por este camino hasta llegar a un lugar donde hay árboles altos y piedras blancas. Allí encontrarás el elefante -  dijo el babuino.
Entonces la mujer, agradecida de su ayuda, siguió por la pista polvorienta durante mucho tiempo, pero no vio señal alguna del elefante.
Repentinamente, notó una gentil gacela saltando junto al camino.
-¡Oh, gacela! ¡Ayúdame! ¿Has visto un elefante con un solo colmillo? – Preguntó nuevamente la mujer - Él ha comido a mis dos hijos y debo encontrarlo.
-Siga recto por este camino hasta llegar a un lugar donde hay árboles altos y piedras blancas. Allí encontrarás el elefante -dijo la gacela mientras se alejaba saltando ágilmente.
-¡Dios mío! - Suspiró Unanana - Parece un camino muy largo y estoy tan cansada y hambrienta – se decía, mientras tomaba un pequeño descanso antes de continuar.
Pese al hambre y al cansancio la mujer no comió la comida que llevaba, ya que eso era para poder dárselo a sus hijos cuando los encontrara. Mucho caminó Unanana, cruzó arbustos y pasó por entre las rocas. Una y otra vez miraba la inmensidad si es que podía divisar al elefante de un solo colmillo. Finalmente, un poco perdida y desesperada dobló en una curva del camino y vio a un leopardo sentado afuera de su cueva, lavándose con la lengua.
-¡Oh, leopardo! – Exclamó la mujer dejando un vacío de cansancio - ¡Ayúdame! ¿Has visto un elefante con un solo colmillo? Comió a mis dos hijos y debo encontrarlo.
-Siga recto por este camino hasta llegar a un lugar donde hay árboles altos y piedras blancas. Allí encontrarás al elefante - respondió el leopardo, mientras inclinaba su cabeza y continuaba su baño.
-¡Ay! - Se quedó sin aliento Unanana. - ¡Si no encuentro ese lugar pronto, mis piernas no me llevarán más!
Caminó un poco más tambaleándose de cansancio hasta que, de pronto, delante de ella vio algunos árboles altos con grandes piedras blancas extendidas por el suelo.
-¡Por fin! – Exclamó la mujer mientras corría hacia el lugar. Allí encontró a un enorme elefante que yacía satisfecho a la sombra de los árboles. Una mirada fue suficiente para darse cuenta que solo tenía un colmillo, así que acercándose lo más que pudo, ella gritó con furia:
-¡Elefante!, ¡Elefante! ¿Eres tú el que ha comido a mis hijos?
-¡Oh no!, - Respondió perezosamente. - Siga recto por este camino hasta llegar a un lugar donde hay árboles altos y piedras blancas. Allí encontrarás el elefante que buscas – le respondió el gran animal sin moverse de su lugar.
Pero la mujer estaba segura de que éste era el elefante que buscaba y pateó su pie. Entonces le gritó de nuevo:
-¡Elefante!, ¡Elefante! ¿Eres tú el que ha comido a mis hijos?
-¡Oh, no! Siga recto por este camino... - comenzó a repetir nuevamente el elefante, pero fue interrumpido por Unanana que corrió hacia él agitando su cuchillo y gritando:
-¿Dónde están mis hijos? ¿Dónde están?
El elefante abrió la boca y, sin siquiera levantarse, tragó a Unanana con la olla y el cuchillo de un solo bocado. Sin embargo, eso era justo lo que Unanana había esperado. Entonces la mujer bajó, bajó y bajó en la oscuridad, hasta que llegó al estómago del elefante. ¡Qué espectáculo encontraron sus ojos! Las paredes del estómago del elefante eran como una cadena de colinas y acampando entre estas colinas había pequeños grupos de personas, muchos perros y cabras y vacas y sus dos hermosos hijos.
-¡Madre! ¡Madre! - Gritaron cuando la vieron. - ¿Cómo has llegado hasta aquí? ¡Oh, estamos tan felices, pero también hambrientos!
Unanana bajó la olla de su cabeza y comenzó a alimentar a sus hijos con los frijoles que había preparado. Los muchachos comieron con voracidad mientras todas las personas y animales que allí se encontraban se agolparon junto a la familia pidiendo solo una pequeña porción de la comida, por lo que Unanana les dijo maliciosamente:
-¿Por qué no asan carne por sí mismos, viendo que están rodeados de ella?
Acto seguido, Unanana tomó su cuchillo y cortó grandes trozos de carne del elefante y los asó sobre el fuego que había encendido. Pronto todos quienes se encontraban allí, incluidos los perros, las cabras y el ganado, se deleitaron con la carne de elefante.
Por otra parte, en la sabana resonaban poderosamente los gemidos del pobre elefante. Todos los animales de los alrededores se apresuraron para descubrir la causa de aquellos ruidos tan aterradores. Ante las curiosas preguntas de los visitantes, el elefante sólo pudo responder:
-No sé qué es, pero desde que me tragué a esa mujer llamada Unanana me he sentido muy incómodo y perturbado por dentro.
El dolor empeoró cada vez más, hasta que, con un gruñido final, el elefante cayó muerto. Entonces Unanana volvió a tomar su cuchillo y abrió una salida entre los desgarrones del elefante a través de los cuales pronto corrían perros, cabras, vacas, hombres, mujeres y niños, todos parpadeando bajo la fuerte luz del sol y gritando de alegría por ser libres una vez más.
Los animales ladraban, balbuceaban o gritaban su agradecimiento, mientras los seres humanos le entregaban a Unanana todo tipo de regalos en agradecimiento a ella por haberlos liberado, de modo que cuando Unanana y sus dos hijos llegaron a casa, ya no eran pobres.
La pequeña prima estaba feliz de ver a su familia de regreso y ver a muchas otras personas y animales caminando tras de ellos. Esa noche, para celebrar tuvieron un banquete. ¿Puedes adivinar lo que comieron? Sí, carne asada de elefante.



Créditos de las imágenes:
-Elefante en blanco y negro: "African Bull Elephant" (c) Runjiv J. Kapur.
-Modre zulú con su hijo: Nomad Tours

lunes, 15 de octubre de 2018

La crítica lovecraftiana moderna


Miguel Acevedo


Portada de la revista Weird Tales (marzo de 1942) con textos de H. P. Lovecraft




Tras la muerte de Lovecraft en 1937, la revista Weird Tales siguió publicando cuentos de su autoría casi en cada número, reeditando relatos ya publicados o imprimiendo narraciones previamente rechazadas. En 1939 se levantó Arkham House y comenzó la publicación de las obras de Howard Phillips Lovecraft en libros de bella factura. Y también se dio inicio a un intento de sistematización de los Mitos de Cthulhu, por parte de August Derleth, quien hasta se dio el gusto de ver aparecer su nombre junto al de su querido amigo, al editar trabajos en “colaboración” entre él y Lovecraft, pero que en rigor eran escritos sólo de Derleth. También surgieron otros estudiosos de la obra del Extraño de Providence, como Fritz Leiber o Lin Carter (autor de H. P. Lovecraft: The Gods, por ejemplo).

August Derleth


Fue Derleth que acuñó el concepto de “Mitos de Cthulhu”. En vida, Lovecraft se refería a ese ciclo de sus relatos como la “Yog-Sothothería” o “cthulhuismo”. August Derleth dividió el panteón lovecraftiano entre unas criaturas malignas y otras benignas, además de otras especies extraterrestres como la gran raza de Yith (que aparece en el magnífico relato “La sombra fuera del tiempo”). En el bando de las fuerzas del Mal estaban los Grandes Antiguos o Primigenios, como Cthulhu, Yog-Sothoth, Azathot o Nyarlathotep. En el bando de las fuerzas del Bien, que mantenían encerrados o desterrados a los Antiguos, estaban los Dioses Arquetípicos, creados por Derleth. Lin Carter sigue esta división y trata de establecer una clasificación un poco más rigurosa de los seres que aparecen en los relatos de Lovecraft y de otros miembros del Círculo, tratando de arrojar luz entre la oscuridad y el caos del terror cósmico. Autores posteriores que se acercaron a los Mitos, como el inglés Brian Lumley, también se adscribieron a este esquema, digamos, maniqueo.

 
Esbozo de Cthulhu hecho por H. P. Lovecraft (1934)
 
Es en los años 70 cuando aparece el fundador de lo que Robert M. Price llama la “crítica lovecraftiana moderna”: Dirk Mosig, nacido en Alemania y luego nacionalizado estadounidense. En su trabajo fundacional, el ensayo “H.P. Lovecraft: Myth Maker” (1976), rechaza la tesis de Derleth y establece que los cuentos de HPL de los Mitos, corresponden a una visión amoral y nihilista, donde la raza humana es apenas unos granos de arena en el espacio inconmensurable, y las potencias casi eternas como Cthulhu son totalmente indiferentes al hombre y su destino. Mosig escribió y estudió sistemáticamente la obra del Profeta de Nueva Inglaterra. Podemos mencionar sus ensayos H. P. Lovecraft, poeta de lo inconsciente y El gran americano despreciado, traducidos al español. El primero apareció en la mítica revista argentina de ciencia ficción y fantasía El Péndulo, número 1, en 1979. Tras Mosig ascendieron las figuras de Robert M. Price y S. T. Joshi.

Dirk W. Mosig en 1978



Price es un personaje muy llamativo. Teólogo, especialista en el Nuevo Testamento, escritor y profesor, se ha autodefinido como “escéptico religioso” y “ateo cristiano”. Es el autor del mítico fanzine Crypt of Cthulhu, que comenzó a editarse en el año 1981. Price ha escrito ensayos, cuentos y ha editado varios libros lovecraftianos, siendo una de la voces más autorizadas sobre la obra de HPL. Según S. T. Joshi, “Desde la década de 1980 Robert M. Price ha sido una especie de August Derleth revivido, con la publicación de una docena o más de antologías de cuentos de Cthulhu por los escritores antiguos y nuevos.”
 
Estamos hablando de libros y antologías de Price, editadas por Chaosium; títulos como La Saga de Hastur, La Saga de Cthulhu, El Necronomicón, El Ciclo de Dunwich, The New Lovecraft Circle, por nombrar algunos. No podemos dejar de señalar que el sello Chaosium es el creador del juego de rol La Llamada de Cthulhu y de Mythos, juego de cartas coleccionable también sobre los universos creados por Lovecraft y otros escritores. Todo este espacio de las cartas y los juegos de rol han atraído a nuevos lectores a los altares del terror cósmico en los países anglosajones, pero también en los de habla hispana, ya que varios de estos libros y juegos han sido traducidos al español.

Robert M. Price


Volviendo a Price, para hacer sus antologías buceó en viejas ediciones de revistas pulp como la Weird Tales, en fanzines y toda clase de publicaciones, para rescatar antiguas joyas y nuevas voces de la ficción extraña, autores como los ya clásicos Derleth, Ashton Smith, Robert E. Howard, el propio Lovecraft, o algunos de sus inspiradores como Arthur Machen y Dunsany. Y también a otros escritores, como Alan Dean Foster, Will Murray, Richard Lupoff, John Brunner o el llamativo y provocador artista W. H. Pugmire, que se reivindica como punk homosexual. Price también cultiva fecundamente la narrativa fantástica.

Pero si estamos hablando de los nuevos estudios de la vida y los trabajos del Soñador de Providence, el mayor experto mundial de su obra es S. T. Joshi, a quién Price le dedicó la antología La Saga de Cthulhu, nada menos que con estas palabras: “amigo y colega, reencarnación de H. P. Lovecraft”.

 
S. T. Joshi


Extracto del artículo publicado en el libro “Los Altares de la Locura. Homenaje a Lovecraft”, editado por GatoJurel ediciones, 2017.


Contacto con el autor: mfkarlos@gmail.com


Créditos:
Todas las imágenes han sido sacadas de Wikipedia y no poseen derechos de autor.

lunes, 8 de octubre de 2018

"Causas y afectos", poemas de Juan Espinoza Ale

 Juan Espinoza Ale

SUBSUELO

Soy un enfermo. un ser desagradable
por mi cuerpo fluyen cosas malas. y mi mente
se apaga cada cierto rato
porque no es grato vivir si medio muerto
tu cuerpo prefiere no existir o humillarse a cada paso
y que nadie más lo sepa. que nadie más quiera saberlo
soy un enfermo. una situación desagradable
inválido en mi cama. recibo a las visitas
como puñales del oxígeno llenando mis pulmones
me desilusiono de quienes me olvidaron
resiento cada gesto del amor
cada caricia de la lástima
la conmiseración y sus cuidados
soy un enfermo. un ser desagradable
del que no querrás saber hasta que sane
no querrás saber cuánto me duele
ir al baño respirar tragar saliva parpadear
para darme un descanso de la puta luz del mundo
buscarás en mí respuestas
que te hagan dormir en paz
que confirmen tus creencias
que no tienen que ver con vomitar el desayuno
ni orinarte entre las sábanas
sí. te diré. la voluntad todo lo puede
lo peor es darse por vencido
enfermo que come no muere
porque no querrás mirarme realmente
porque soy un enfermo. una visión desagradable
de que tarde o temprano
estarás en mi lugar.







SALA DE ESPERA

Los enfermos para siempre
sueñan fiebres color ocre
deudas que se expanden silenciosas
como tumores en mitad de la familia.

Los enfermos para siempre
hojean revistas de un lejano paraíso
ven la tele o simplemente el muro
por no cruzar los ojos con espectros
ni infectar aquellos sueños que no les pertenecen.

Los enfermos para siempre no se miran
porque saben
pero fingen no saber
que las formas en el muro están vacías
como en las revistas y en la tele
porque entienden
aunque finjan no entender
que con un infierno
es más que suficiente.





UCI

No hay noticias buenas
desde la frontera con los muertos.

La vida sigue
durando
unos cuantos rasguños en la arena.

Sigue ahí la orilla oscura
la tibieza que te arroba
cuando decides partir.

Y aún está esa trampa
esa clase de elección nada de fácil
cuando vivir es respirar por la ingle
hablar por las manos orinar por la barriga
sumirte en la desesperación
de no ser del todo un ser humano
conectado a mil agujas
que te apuñalan el aliento.

No hay noticias buenas
nada más puedo decir.





DERECHOS HUMANOS

No es sagrado el pollo
que alguien desplumó para tu mesa
ni es sagrada la vaca o el cordero
que en este momento engrasa tu parrilla
no es sagrado el cordón entre el ternero
y su madre dando leche hasta morir
porque su vida no es sagrada y porque un hombre
y una mujer desean beber leche
no es sagrada la colmena
que endulza tu conciencia ni es sagrado el árbol
en que te sientas a contar las proteínas del maíz
ya no es tan sagrado
y ya casi ni es maíz
fermentando para cerdos
que alguien poco santo va a colgar
y a desangrar para que no sientas el ardor
que dan los glóbulos corriendo por tu lengua.





TRABAJO VOLUNTARIO

Odiar es un trabajo duro
requiere aplicación y consistencia
hay que despertar temprano
fruncir el ceño ya frente al reloj
comer un pan amargo corriendo hacia los túneles
contemplar la oscuridad como luciérnaga
apretando los dientes en una multitud
de hijos de perra mentirosos y haraganes
la vida debe entrar en ascensores
con la misma languidez que un circo abandonado
mientras la pasión se queda entre las sábanas
o quizás se va extinguiendo
como notas musicales en un cráneo adolorido
odiar es un trabajo duro y mal pagado
y olvidar
preferirías no saberlo.




ESCALA HUMANA

Se llevaron a Daniel esta mañana
las sábanas manchadas aún dibujan
bordes de algo sólido, pálido y torcido
los tubos colgados
entre plástico y concreto
son ahora entrañas transparentes
saqueadas y dispuestas al azar
sobre la almohada
que se dobla como labios detenidos
en un gemido de lujuria
un suspiro de terror.

Aquí mismo Daniel se fue quebrando
de la frente hasta el ombligo
aquí su piel se hundió en la carne
y todo se le fue tiñendo de azarcón.

Su cama aún desecha
abierta al sol como una costra:
así, dijo Daniel, antes de irse
así va a ser el mar cuando lo sequen.




Juan Espinoza Ale (1977)



Juan Espinoza Ale (1977) es un poeta chileno que sin mucho ruido, pero sí con su trabajo constante, se ha ido posicionando como una voz respetable entre los autores de su generación en este país. Así lo demuestran sus anteriores libros Falso testimonio (2005) y Círculo de sal (2011), textos que retratan con profundidad las pasiones, contradicciones, esperanzas y fracasos de nuestra época, sin pretender ser una voz desde las alturas, sino más bien la mirada a veces trágica del ciudadano. (Pueden leer el poema “Hasta mañana” de Círculo de sal aquí).

Es interesante también su labor como ensayista. El año pasado publicó en la revista Umbral el artículo “Experimentos en serie: orígenes y trayectos de la cienciaficción”, texto necesario para introducirnos en este género literario y que, sabemos, adelanta lo que será un libro en colaboración sobre el tema.

Los poemas que publicamos en esta ocasión pertenecen a un volumen por aparecer llamado Causas y afectos.