lunes, 31 de julio de 2023

Como los perros de Tíndalos (Fragmento)

 Miguel Acevedo

 

“Yo he visto abrirse el tenebroso universo donde giran sin rumbo los negros planetas, donde giran en su horror ignorado sin orden, sin brillo y sin nombre”

 Némesis

 

 

Y por fin habían estrenado en el cine la película de terror “Los Perros de Tíndalos”, adaptación cinematográfica del cuento del mismo nombre de Frank Belknap Long. Era una tarde fría de invierno cuando Manuel y Patricio fueron a una sala de cine del centro de Santiago a ver el tan anhelado film, el que disfrutaron desde su inicio. Al final, esperaron casi religiosamente a que se acabaran los créditos y abandonaron la sala. Tomaron una micro que los dejó en Macul con Grecia, y caminaron hasta sus casas, hacia la avenida Los Presidentes. Iban comentando animadamente la película que hacía poco rato atrás los había sumergido en su magia. Que buen director es Joe Constanzo, repetía una y otra vez Patricio. Pensar que no se engolosinó con los efectos especiales, aunque igual se atrevió a mostrar los perros flacos y monstruosos, con un hambre de millones de años, viviendo más allá de las estrellas y de nuestro propio universo. A Manuel le habían gustado bastante las actuaciones y lo bien representados que quedaron los protagonistas del relato original, Chalmers y Frank. Y cómo se habían creado a su alrededor otros personajes y situaciones, manteniendo el espíritu de la historia. No podían estar más contentos ambos amigos. Les habían gustado mucho las películas anteriores del mismo cineasta, especialmente “Sawney Beane”, sangrienta y atmosférica, pero los dos estaban de acuerdo en que Constanzo se había superado a sí mismo. A esa hora, la avenida estaba oscura y silenciosa, y les pareció que hasta mal iluminada, lo que le llamó bastante la atención a Manuel. Iban caminando junto a una facultad de la Universidad de Chile, delimitada por altas rejas en esa calle. Y de pronto, notaron que unos perros corrían dentro del campus, en dirección a ellos. Los típicos perros callejeros que prácticamente viven dentro de la universidad, pero que Patricio encontró inusualmente grandes y famélicos. Sorpresivamente, un can asomó la cabeza casi sobre la reja y ladró encima de ellos, y ambos gritaron del susto, y luego se echaron a reír como cuando eran unos adolescentes. Perro de mierda, exclamó Manuel. De pronto, Patricio advirtió que cuatro o cinco perros grandes venían por la calzada, en la calle. Ladraban con fiereza. Estaba a punto de comentárselo a su amigo, cuando este le dijo que corrieran, y ambos comenzaron a arrancar de los animales. Los otros perros que venían corriendo desde dentro del campus universitario, saltaron de forma asombrosa la alta reja, y la jauría comenzó a ladrar y rugir tras de los dos hombres que huían por la avenida. Manuel, Manuel, nos van a alcanzar, decía Patricio, que seguía corriendo sin desfallecer. Se metieron entre los edificios de departamentos ubicados cerca de la facultad, los que se veían grises a esa hora de la noche. No andaba nadie en la calle. Se acercaron a la entrada de unos departamentos y tocaron los timbres del primer piso. Ninguna persona respondía. Una señora se asomó por un segundo piso y les preguntó por qué molestaban  a esa hora, y Manuel le pidió que por favor les abriera la puerta, ya que los estaban persiguiendo, pero la señora se entró y no volvió a asomarse. Corrieron hasta una entrada que estaba abierta y se sentaron en el rellano de la escalera en el primer piso. Ambos amigos estaban sin aliento. Les pareció escuchar los ladridos de los perros. Patricio trató de calmar la situación, pero Manuel señalaba que eran los mismos perros, que los estaban buscando. Nos olieron, Patricio, nos olieron, repetía bastante alterado. A lo mejor entraron por los ángulos de la pantalla del cine, repetía, casi hablando para sí mismo. Patricio lo levantó de los hombros y le exigió que se calmara. Aunque no pudo evitar un estremecimiento cuando sintió a unos perros pasar a la carrera. Vio cuánto dinero le quedaba, y decidió que saldrían de nuevo a Los Presidentes y tomarían un taxi hasta su casa, aunque no estaba tan lejos. Vamos a calmarnos, señaló. La idea era llegar a su casa, y después Manuel se iría a la suya. Caminaron hasta la avenida, con Manuel siguiéndolo no muy convencido. De pronto una silueta se asomó por la ventana de un tercer piso y su amigo salió corriendo, y Patricio fue detrás de él. -¡Era un perro, era un perro!-gritaba Manuel. Patricio lo alcanzó, lo tomó del brazo y lo zamarreó con fuerza. Cálmate, le decía. En eso, vieron las luces de un taxi doblando desde la calle que desembocaba en la avenida, y Manuel tuvo la lucidez de hacerlo parar. Afortunadamente, estaba desocupado. Se subieron a los asientos posteriores, y Patricio vio con el rabillo del ojo unos gigantescos perros flacos moverse a unas cuadras de distancia. El corazón le dio un brinco.


El automóvil partió hacia la dirección que le dieron. Al llegar a la esquina donde había un semáforo, les dio rojo. Ambos amigos estaban muy silenciosos y el chofer apenas los había mirado por el espejo retrovisor. Dio la luz verde, y el chofer siguió parado en la esquina. -Señor, ya podemos seguir- le dijo Patricio, pero el hombre ni los miró. -Es uno de ellos- exclamó Manuel y  Patricio abrió la puerta, le pagó al chofer y ambos se bajaron del taxi, que siguió estacionado ahí mientras los dos amigos se alejaban. -Patricio, date cuenta de lo que está pasando- le decía Manuel, especulando con una voz muy nerviosa sobre el paso de los Perros de Tíndalos desde las dimensiones exteriores a nuestro mundo, con su hambre insondable y sus ojos que concentraban todo el vacío de los abismos que hay entre las estrellas. Contrólate, le decía Patricio, cálmate. No podían perder la cabeza. Pero él también estaba visiblemente alarmado. Arriba en el cielo, una larga y solitaria nube atravesaba la luna, como un puñal. (...)


 

Miguel Acevedo (1966) es un escritor e historiador chileno. Desde el 2011 es autor del blog Le dicen poesía, colaborando también en el blog Bblogzine segunda época con sus cuentos, poemas, críticas y crónicas. Gracias a GatoJurel Ediciones ha publicado Cartelera de Cine (2015), Espejos (2016, coescrito con Paz Correa) y Los altares de la locura. Homenaje a Lovecraft (2018). "Como los perros de Tíndalos" pertenece a Los Sicarios Nocturnos y otros relatos, libro aparecido recientemente por Ediciones Pueblo Culto.

1 comentario:

mfkarlos dijo...

Gracias por la difusión, mi estimado amigo. Larga vida a la weird fiction 🖤