Desde el país de
la memoria amenazada
Una de las cosas
que me llama la atención de Alemania es la necesidad evidente de mantener la
memoria histórica. Ya sea cuidando lo que hay o reconstruyendo lo que había,
los alemanes se organizan para que aquellos lazos, que unen su presente con el
pasado y que definen su vida actual, no se pierdan.
Hay asociaciones
y fundaciones que buscan reconstruir un palacio, una calle, un canal, una
iglesia. Objetos del pasado que son más que cosas. Marcan formas de vivir,
hitos, inflexiones en la historia. Si bien hay algo de nostalgia en este gesto,
es también una forma de restituir el camino hacia una dirección que a veces
parece perderse.
Es verdad que no
hay banderas con cruces gamadas por las calles, pues no se trata de recolectar
lo que sea. El espacio público no es el sótano de una casa, donde cabe todo,
hasta la basura. Pero los alemanes no buscan el olvido de esa época triste para
este país y el mundo. Frente a las casas pueden verse placas en el suelo. Ahí
alguna vez vivieron personas que, por ser judías, fueron llevadas a campos de
exterminio. Ahí está su nombre, cuándo nacieron, dónde las llevaron y
finalmente, cuándo murieron. Una vida resumida en pocas palabras, en donde el
horror está supuesto en esas pocas líneas. No son números. Son nombres. Son
personas que ahí vivieron y que terminaron en Auschwitz, Theresienstadt o
Sachsenhausen. No hay que repetir esa historia.
Placa en la calle Platz der Einheit, Potsdam. |
Por eso me sentí
realmente sorprendido y decepcionado cuando leí hace unos días que en Berlín
estaban desmontando el East Side Gallery,
ícono de la transformación de la vida en esta ciudad y en Alemania. Después de
la caída del muro, una parte de él quedó
en pie para servir de soporte para una gran cantidad de pinturas. Lo que antes estaba
para dividir a las personas por intereses políticos, se resignificaba como la
galería de arte al aire libre más larga y duradera del mundo, con 1316 metros
de murales. Muchos de ellos pertenecen a artistas consagrados y acá están sus
obras expuestas para quien quisiera verlas. Incluso algunos se han convertido
en íconos de la ciudad y aparecen hasta en las postales que se llevan los
turistas.
Un "trabant" rompiendo el muro. En la patente, la fecha histórica. |
Pese a la
importancia de este sitio, un día, sin previo aviso, vinieron máquinas a sacar
los bloques del muro. Era “necesario” hacer un acceso de vehículos para un
proyecto inmobiliario de departamentos de lujo en la orilla del río Spree. Ahí,
donde no hace mucho, quien cruzara estaba sentenciado a muerte.
"Vaterland" (patria), mural en el East Side Gallery |
Esta actitud de
las autoridades, choca directamente con la idea de los alemanes comunes de
preservar su memoria histórica. Pese a que no todos están de acuerdo en sus
visiones de sociedad, existe el consenso de mantener el recuerdo de los hechos
que los definen como comunidad. En esto, Berlín es (o era) un símbolo. Habían
restituido el Bundestag (Parlamento) a su gloria en un nuevo concepto de
transparencia (la cúpula de cristal), y si bien el muro se había derribado, sus
restos se transformaron en un ícono de unidad. Un espejo en el que podía verse
el pasado para no repetirlo en el futuro.
Bundestag (Parlamento) |
Sin embargo,
parece haber un espíritu economicista que triunfa progresivamente sobre la
memoria. Ya han cerrado el Kunsthaus Tacheles, una casa que había sido
“ocupada” por artistas luego de la caída del muro. Pasó de ser un edificio
abandonado a transformarse en una iniciativa cultural con talleres de arte. Se
cerró el proyecto, porque fue vendido para hacer negocios rentables y los
artistas fueron desalojados.
El dinero
importa más que el patrimonio, el que parece incomodarles a algunos o, por lo
menos, no interesarles. Así como en Chile se han echado abajo barrios completos
en pos de un progreso que sólo beneficia a algunos, acá también parecen ganar
espacio esos proyectos sin pasado y con un futuro acotado. Afortunadamente, en
el caso del East Side Gallery, todo
se detuvo por la intervención de las personas, que incluso pernoctaron en el
lugar para impedir que las máquinas hicieran su trabajo durante la noche, como
había sucedido con la sección del muro de Checkpoint
Charlie. Los pedazos del muro que habían sido movidos, han tenido que
volver a su lugar. ¿Pero cuánto durará esto?
Checkpoint Charlie, Berlín. |
Sección sin el muro en Checkpoint Charlie. Los ladrillos en la calle indican donde iba originalmente el Muro de Berlín. |
Muy a menudo,
como habitantes del tercer mundo o “en vías de desarrollo”, tenemos la
impresión o, más bien, la certeza, de que el “primer mundo” es el ejemplo a
seguir y que “allá” es el más allá del paraíso en la tierra, donde hay que
llegar como sea. Pero en sucesos como lo del East Side Gallery se ve lo cerca que Alemania puede estar de Chile.
Pese a su tradición de resguardar la memoria, esto es la constatación de que ella
está amenazada cuando hay dinero de por medio.
Nuestros políticos pretender emular a los europeos creyendo que el
camino al progreso es hacer dinero cómo sea. Pero no entienden que si Europa
tiene algún valor, no es tan solo en lo económico, sino en lo cultural. En esa
comunidad empoderada que exige ni más ni menos lo que le corresponde. En Chile
esto ocurre cada vez con más frecuencia, pero los políticos y las grandes empresas
no quieren escuchar. Chile desaparece detrás del dinero. El olvido es un buen
negocio, pero un suicidio social. Somos los sueños de otros. Que no se olvide lo
que ocurrió en calle Londres, en el Estadio Nacional, en Villa Francia, en
Villa Grimaldi. Que no se olvide que ese mar que tranquilo nos baña es la tumba
de muchos desaparecidos y que el desierto se tragó a otros más. Que hay
asesinos caminando por nuestras calles. Que no se olvide.
"Quién no conoce el pasado, está condenado a repetirlo" Cartel en la estación "Gesundbrunnen" del metro, Berlín. |
Fotografías: (c) Nidia Lizama Fica y René Olivares Jara
1 comentario:
Muy bueno :D
Publicar un comentario