lunes, 25 de marzo de 2013

Chronicae Germaniae 9




Desde el país de la memoria amenazada





Una de las cosas que me llama la atención de Alemania es la necesidad evidente de mantener la memoria histórica. Ya sea cuidando lo que hay o reconstruyendo lo que había, los alemanes se organizan para que aquellos lazos, que unen su presente con el pasado y que definen su vida actual, no se pierdan.

Hay asociaciones y fundaciones que buscan reconstruir un palacio, una calle, un canal, una iglesia. Objetos del pasado que son más que cosas. Marcan formas de vivir, hitos, inflexiones en la historia. Si bien hay algo de nostalgia en este gesto, es también una forma de restituir el camino hacia una dirección que a veces parece perderse.

Es verdad que no hay banderas con cruces gamadas por las calles, pues no se trata de recolectar lo que sea. El espacio público no es el sótano de una casa, donde cabe todo, hasta la basura. Pero los alemanes no buscan el olvido de esa época triste para este país y el mundo. Frente a las casas pueden verse placas en el suelo. Ahí alguna vez vivieron personas que, por ser judías, fueron llevadas a campos de exterminio. Ahí está su nombre, cuándo nacieron, dónde las llevaron y finalmente, cuándo murieron. Una vida resumida en pocas palabras, en donde el horror está supuesto en esas pocas líneas. No son números. Son nombres. Son personas que ahí vivieron y que terminaron en Auschwitz, Theresienstadt o Sachsenhausen. No hay que repetir esa historia.

Placa en la calle Platz der Einheit, Potsdam.

Por eso me sentí realmente sorprendido y decepcionado cuando leí hace unos días que en Berlín estaban desmontando el East Side Gallery, ícono de la transformación de la vida en esta ciudad y en Alemania. Después de la caída del  muro, una parte de él quedó en pie para servir de soporte para una gran cantidad de pinturas. Lo que antes estaba para dividir a las personas por intereses políticos, se resignificaba como la galería de arte al aire libre más larga y duradera del mundo, con 1316 metros de murales. Muchos de ellos pertenecen a artistas consagrados y acá están sus obras expuestas para quien quisiera verlas. Incluso algunos se han convertido en íconos de la ciudad y aparecen hasta en las postales que se llevan los turistas.

Un "trabant" rompiendo el muro. En la patente, la fecha histórica.

Pese a la importancia de este sitio, un día, sin previo aviso, vinieron máquinas a sacar los bloques del muro. Era “necesario” hacer un acceso de vehículos para un proyecto inmobiliario de departamentos de lujo en la orilla del río Spree. Ahí, donde no hace mucho, quien cruzara estaba sentenciado a muerte.

"Vaterland" (patria), mural en el East Side Gallery

Esta actitud de las autoridades, choca directamente con la idea de los alemanes comunes de preservar su memoria histórica. Pese a que no todos están de acuerdo en sus visiones de sociedad, existe el consenso de mantener el recuerdo de los hechos que los definen como comunidad. En esto, Berlín es (o era) un símbolo. Habían restituido el Bundestag (Parlamento) a su gloria en un nuevo concepto de transparencia (la cúpula de cristal), y si bien el muro se había derribado, sus restos se transformaron en un ícono de unidad. Un espejo en el que podía verse el pasado para no repetirlo en el futuro.

Bundestag (Parlamento)

  
 
Sin embargo, parece haber un espíritu economicista que triunfa progresivamente sobre la memoria. Ya han cerrado el Kunsthaus Tacheles, una casa que había sido “ocupada” por artistas luego de la caída del muro. Pasó de ser un edificio abandonado a transformarse en una iniciativa cultural con talleres de arte. Se cerró el proyecto, porque fue vendido para hacer negocios rentables y los artistas fueron desalojados.



El dinero importa más que el patrimonio, el que parece incomodarles a algunos o, por lo menos, no interesarles. Así como en Chile se han echado abajo barrios completos en pos de un progreso que sólo beneficia a algunos, acá también parecen ganar espacio esos proyectos sin pasado y con un futuro acotado. Afortunadamente, en el caso del East Side Gallery, todo se detuvo por la intervención de las personas, que incluso pernoctaron en el lugar para impedir que las máquinas hicieran su trabajo durante la noche, como había sucedido con la sección del muro de Checkpoint Charlie. Los pedazos del muro que habían sido movidos, han tenido que volver a su lugar. ¿Pero cuánto durará esto?

Checkpoint Charlie, Berlín.

Sección sin el muro en Checkpoint Charlie. Los ladrillos en la calle indican donde iba originalmente el Muro de Berlín.


Muy a menudo, como habitantes del tercer mundo o “en vías de desarrollo”, tenemos la impresión o, más bien, la certeza, de que el “primer mundo” es el ejemplo a seguir y que “allá” es el más allá del paraíso en la tierra, donde hay que llegar como sea. Pero en sucesos como lo del East Side Gallery se ve lo cerca que Alemania puede estar de Chile. Pese a su tradición de resguardar la memoria, esto es la constatación de que ella está amenazada cuando hay dinero de por medio.



Nuestros políticos pretender emular a los europeos creyendo que el camino al progreso es hacer dinero cómo sea. Pero no entienden que si Europa tiene algún valor, no es tan solo en lo económico, sino en lo cultural. En esa comunidad empoderada que exige ni más ni menos lo que le corresponde. En Chile esto ocurre cada vez con más frecuencia, pero los políticos y las grandes empresas no quieren escuchar. Chile desaparece detrás del dinero. El olvido es un buen negocio, pero un suicidio social. Somos los sueños de otros. Que no se olvide lo que ocurrió en calle Londres, en el Estadio Nacional, en Villa Francia, en Villa Grimaldi. Que no se olvide que ese mar que tranquilo nos baña es la tumba de muchos desaparecidos y que el desierto se tragó a otros más. Que hay asesinos caminando por nuestras calles. Que no se olvide.
"Quién no conoce el pasado, está condenado a repetirlo" Cartel en la estación "Gesundbrunnen" del metro, Berlín.
Fotografías: (c) Nidia Lizama Fica y René Olivares Jara

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy bueno :D